El mundo parece mucho más armónico y perfecto visto desde el aire. Aquí van 15 paisajes alucinantes con un punto de vista diferente gracias al uso de los drones. ¿Cuál es tu favorito?
Publicado por Paco Nadal el 01 de enero de 2018.
Estaba grabando un documental sobre la península de Baja California, uno de mis territorios favoritos de México. Y de repente, cuando sobrevolaba una playa de Cabo San Lucas apareció esta composición: las formas redondeadas de las sombrillas de un hotel de lujo contrastaban con las líneas más puras del oleaje. Y disparé.
Los hani, un pueblo llegado hace más de 1.300 años a las montañas Ailao del sur de Yunnan, crearon a mano esta maravilla: 11.000 hectáreas de terrazas abancaladas donde cultivan arroz, la base de su alimentación. Yuanyang es la montaña dominada y modelada. Un paisaje irreal hecho por el hombre, donde las curvas de nivel parecen trazadas por un rotulador gigante. Una de las interacciones paisajísticas más brillantes entre la mano del hombre y la naturaleza que he fotografiado en mi vida.
Kazajistán es la más extensa de las ex repúblicas soviéticas del Asia central. Buena parte de sus casi tres millones de kilómetros cuadrados (seis veces la superficie de España) son estepas. Pero salpicando esas inmensas llanuras aparecen de vez en cuando montañas salvajes cubiertas de bosques caducifolios que en otoño se visten de colores imposibles. Le pedí al chófer que me llevaba que pasara por ese camino para incluir un elemento que diera referencia a esta alfombra de ocres y amarillos.
Una de las mayores satisfacciones visuales que me han regalado mis drones fue ver Groenlandia desde un punto de vista cenital. La isla helada es uno de mis territorios favoritos, un lugar de espacios abiertos e infinitos donde siempre me siento feliz. Pero fue cuando bajé el ángulo de la cámara del dron y encuadré los kayaks que me acompañaban rodeados de gigantescos icebergs cuando comprendí por fin por qué amo esta tierra salvaje.
Los himba son la última tribu del desierto namibio que vive aún apegada a sus costumbres y formas de vida tradicionales. Vestidos solo con un taparrabos, tanto hombres como mujeres, y con el cuerpo embadurnado de un barro rojizo que les protege del sol y los insectos, siguen viviendo en poblados de chozas circulares en torno al recinto donde guardan el ganado, su bien más preciado y su única fuente de vida. Este lo fotografíié al norte del Namibia, cerca de la localidad de Opuwo.
Panamá es un lugar sorprendente. La selva y el bosque tropical cubren casi toda la superficie del país, que además es muy montañoso. La vegetación es tan exuberante que prácticamente llega a las puertas de la capital, Ciudad de Panamá. Es el parque nacional Soberanía, un bosque húmedo a solo 20 minutos de los rascacielos de la city. Una gran torre metálica permite superar la canopia, a más de 35 metros de altura, y ver desde las alturas esta interminable masa verde que se extiende por la ribera oriental del Canal de Panamá.
De los muchos miradores espectaculares que hay en Noruega, el más famosos y visitado es el Preikestolen (el Púlpito), un balcón increíble que tallaron los glaciares en el Lyndsefiorjd, cerca de Stavanger, con una plataforma plana rodeada de abismos de 600 metros de caída libre. Todos hemos visto mil veces la típica foto de la plataforma del Preikestolen llena de turistas. Pero ¿te atreverías a asomarte al abismo para ver qué hay abajo? Caminé toda la noche para llegar allí arriba al amanecer, sin nadie aún en la roca, para que la vista de pájaro de mi dron me mostrara por fin cómo era ese abismo. Y visto lo visto… ¡mejor no asomarse al borde!
Las Highlands, las Tierras Altas de Escocia son el territorio de los clanes, del whisky, de las leyendas y de las soledades. He caminado mucho por esos páramos siempre encharcados de agua a través del West Highland Way, un sendero de gran recorrido entre Glasgow y Fort Williams que aprovecha la traza de un viejo camino militar construido por los ingleses para dominar a los clanes jacobitas escoceses. Agua, turba y frío, los tres elementos que dan vida al paisaje highlander (y también, al buen whisky).
Las luces del ocaso se mezclan con las de la iluminación eléctrica en el casco antiguo de Guanajuato, una de las ciudades coloniales más bellas del México central. Es lo que los fotógrafos llamamos la hora bruja o la hora azul. Esa en la que la mezcla de luces a diferentes temperaturas de color produce magia en el negativo.
La casualidad quiso que las mareas y la erosión se aliaran en la costa del Pacífico costarricense para crear una barrera de piedra y una manga de arena perpendicular a ella y a la costa que en marea baja simula —vista desde el aire— la cola de una ballena. Lo curioso es que a esa zona del litoral acuden cada año cientos de ballenas jorobadas para procrear. ¿Coincidencia? ¿O lo sabían?
Andorra es el país de los Pirineos. Un lugar en el que se vive estrechamente ligado a la montaña y a su clima. Ese invierno había nevado mucho y las borrascas se sucedían una tras otra cubriendo todo de nubes y mal tiempo. Imposible disfrutar de la nieve. Pero de repente salió un sol poderoso presidiendo un cielo azul radiante. Y me lancé con esquís de montaña a recorrer la Vall de Riu, abriendo huella por la nieve en polvo reciente.
El Sierpe es un río del sur de Costa Rica que nace en las montañas del Golfo Dulce y desemboca en el Pacífico. Solo tiene 82 kilómetros de recorrido y nunca discurre por encima de los 20 metros sobre el nivel del mar. Es por tanto un cauce lento, manso, de aguas achocolatadas que se entretiene en marismas, manglares y meandros. En sus riberas crece el bosque tropical húmedo, el que habita buena parte de la fauna costarricense. Lo recorrí en un bote de madera hasta su desembocadura, en busca del parque nacional Corcovado.
Botswana es un pequeño y desconocido país al sur de África con la misma extensión que España, pero solo dos millones de habitantes. Buena parte de su territorio está cubierto por el desierto del Kalahari y, sin embargo, es de los lugares más ricos en fauna de toda África. El parque nacional de Chobe, el parque transfronterizo de Kgalagadi, la reserva de caza de Moremi o el delta del Okavango albergan miles de ejemplares de todos los hervíboros y carnívoros representativos de África. En la imagen, un grupo de búfalos cafre se dirigen al atardecer a beber en una de las pocas charcas que la estación seca ha dejado en el corredor Transkalahari.
Situado en la costa del Pacífico, en el extremo noroccidental del país, el golfo de Chiriquí es una de las regiones costeras que más me gustaron de Panamá. Alberga dos parques nacionales, el parque marino de Coiba —un paraíso para el buceo— y el parque marino del Golfo de Chiriquí, donde hay tantas islas deshabitadas que puedes ir en lancha y elegir la que te guste para ti solo. Si ves una sola embarcación ya atracada en esa playa lo consideras multitud; y te marchas en busca de otra más solitaria.
Belmonte es una de las villas más históricas y monumentales de Cuenca y de Castilla-La Mancha. Y buena parte se la debe a su formidable castillo-palacio, construido en el siglo XV por Juan Pacheco, el gran señor feudal de la Castilla de final de la Edad Media, y restaurado más tarde, en el siglo XIX, por Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III y última emperatriz de Francia. El castillo luce casi igual de imponente que cuando se construyó, lo que supone un caso muy singular. Es la fortaleza que aparece en la escena del torneo medieval de El Cid, con Charlton Heston. ¿Lo recuerdas?