Hay muchas cosas que ver en Murcia, pese a ser una región pequeña. Encajada entre las llanuras manchegas, el levante valenciano y el sur andaluz la Región de Murcia conserva un poco de las tres en sus paisajes y sus tradiciones. Entre las cosas que no te puedes perder en Murcia están su gastronomía, la costa -con kilómetros de playas sin edificar y grandes acantilados- y sus espacios naturales, además de ciudades monumentales como Caravaca, Lorca y muy en especial Cartagena, la joya histórica de la región. Si piensas hacer turismo en Murcia, estas son mis 12 recomendaciones. Y si lo que buscas son playas, en este otro post te cuento cuales son las mejores playas de Murcia.
Publicado por Paco Nadal el 01 de enero de 2018.
Grande si llegar a agobiar; pequeña sin ser provinciana, la capital murciana tiene el tamaño justo para disfrutarla a pie. Rodeada aún por algo de lo que fue su famosa huerta, la ciudad tiene un vivo pulso cultural y un movido ambiente nocturno gracias a su condición de centro universitario. El barroco -que emerge por todos los rincones-, el sonido de las campanas y los aromas a azahar que desprenden los naranjos de los jardines son otras de sus señas de identidad. Para conocer Murcia hay que visitar la catedral, una exaltación del barroco mediterráneo; hay que pasear por Trapería y Platería, dos calles frescas y peatonales que recuerdan aún a la vieja medina árabe. Y hay que ir de tapeo al triángulo mágico formado por las plazas de San Pedro, de las Flores y Santa Catalina. Esta es la web de Turismo de la ciudad de Murcia.
Se conoce por este nombre a una amplia porción de la vega media del río Segura y sus valles laterales, entre Abarán y Archena, que conforman uno de los escenarios más bellos y sugerentes de la región. Gracias a su aislamiento y a la conservación de las tradiciones agrícolas heredadas de los moriscos, el valle de Ricote es la estampa más fiel de un tipo de vida y un paisaje levantinos perdidos en otras muchas zonas. Curiosamente el pueblo que le da nombre, Ricote, no está a orillas del Segura, sino en tierras más altas, en un valle lateral. Guarda un casco urbano compacto bajo un mar de tejas morunas con algunas casas de arquitectura barroca murciana, como el palacete Lamas. Si están abajo, en el valle, otras localidades apacibles y tranquilas como Blanca, que conserva uno de los urbanismos más auténticos de la vega media del Segura, o Villanueva, Ojós y Ulea.
Buena parte de la costa murciana, la que va desde el límite con Almería, hasta el Cabo de Palos presenta un perfil quebrado y montañoso, labrado a golpe de lajas de pizarra y calizas resecas cuyas escarpaduras terminan por morir en un mar casi siempre dócil y transparente. Entre el Puerto de Mazarrón y Águilas es donde este trozo de costa torturada alcanza sus mayores cotas de virginidad. Un territorio aún sin conquistar que empieza en la ciudad encantada de Bolnuevo, donde el viento ha modelado formas imposibles sobre amarillentos bloques de arenisca. Luego viene Punta de Calnegre, un paisaje casi africano atrapado en la misma soledad que invade toda esta costa murciana. Solo hay una forma de atravesar Calnegre pegado a línea del mar y es internándose por una pista de tierra en aceptable estado de conservación que culebrea entre alijares y ramblas pedregosas que desaguan el sobrante de las tormentas en unas playas de cantos redondos y negruzcos. Una ruta lenta, fatigosa para el vehículo, pero muy bella.
Una ingente rehabilitación en los últimos años ha transformado lo que era una ciudad industrial y llena de cuarteles en uno de los polos turísticos de la región. Más de 2.500 años de historia contemplan las ruinas, fortificaciones, murallas, castillos e iglesias de Cartagena, la vieja Cartago Nova, fundada por el cartaginés Asdrúbal como contrapunto del poder romano en el Mediterráneo. Pocas ciudades peninsulares pueden jactarse de un pasado tan dilatado y glorioso como este puerto natural del Mediterráneo por el que han pasado fenicios, bizantinos, cartagineses, romanos y árabes, entre otros. Toda ruta urbana debería empezar en el Ayuntamiento, el mejor ejemplo del modernismo que marcó la fisonomía actual de la ciudad. Luego hay que visitar el teatro romano, símbolo máximo de la Cartagena romana. Y el resto de museos y centros de interpretación del ingente patrimonio histórico y monumental de la ciudad. En esta web de la Oficina de Turismo de Cartagena tienes toda la información para visitar la ciudad.
Caravaca es la urbe más monumental de la comarca del Noroeste. Aún conserva alrededor de su famoso castillo-santuario y del casco antiguo el ambiente fresco y pausado de aquella ciudad medieval que fue capital de una extensa comarca. La mayor atracción de la ciudad está en el antiguo castillo, que con sus 14 torreones y su solitaria puerta, domina un escenario de tejas de adobe. Dentro de la fortaleza se levantó en el siglo XVIII la basílica-santuario de la Vera Cruz, un edificio barroco hecho con mármol rojo de la comarca en torno al cual gira la historia y el sentir popular de Caravaca. El santuario alberga la famosa cruz de cuatro brazos que según la leyenda fue transportada desde el cielo por dos ángeles. En 1988, la Santa Sede concedió a Caravaca el derecho a celebrar el Año Jubilar, con una periodicidad de siete años. Un privilegio que comparte con Compostela, Jerusalén, Roma y Santo Toribio de Liébana. En este vídeo puedes verme peregrinando a Caravaca.
Cieza vive de la agricultura. Y muy en especial de un producto estrella: el melocotón. Los campos que rodean esta ciudad de la vega del Segura están llenos de melocotoneros de muchas variedades. Tantos que cuando llega la floración el valle se convierte en un espectáculo cromático que atrae cada año a miles de visitantes. Como todo buen fenómeno natural, la floración no llega en un momento concreto; puede variar días e incluso semanas, dependiendo del frío, de las lluvias caídas y de mil factores más. Pero por norma general durante febrero y marzo puedes disfrutar de la floración de Cieza, la gran explosión de color del sureste español. Durante esos meses se organizan todos los fines de semana rutas guiadas para ver los huertos en flor, rutas temáticas en torno a la fotografía y al senderismo y otras rutas con sabor, que acaban en un almuerzo campero en un huerto rodeado de esos percheros de flores rosas. Tienes toda la información para visitar la floración de Cieza en este otro post.
Cehegín es otra de los escasas localidades que ha conservado un casco histórico compacto, en una región donde no abunda precisamente el respeto hacia la arquitectura tradicional. El casco antiguo de Cehegín llama la atención bien a lo lejos por lo compacto de su entramado urbano, un mar de tejas morunas y tabiques de cal y mampostería, apiñado en lo alto del cerro del Puntarrón. La plaza de la Constitución o del Castillo ocupa la cima del promontorio. Allí se asoman la iglesia de la Magdalena, el mirador, el palacio de los Fajardo y algunos de los edificios con más solera de la villa.
En las golas (canales) naturales que unen los dos mares, el mar Menor y el Mediterráneo, o como le llaman los murcianos, el mar Mayor, se desarrolló desde tiempos inmemoriales un arte de pesca conocido como encañizada. El sistema es tan simple como ingenioso. Aprovechando esos canales de aguas someras se traza de orilla a orilla un laberinto de cañas. Los jabardos de pescado que nadan contracorriente intentan pasar de la laguna al Mediterráneo y quedan atrapados vivos en este laberinto. Como la profundidad de las golas no pasa de dos o tres palmos, la fuerte insolación eleva la temperatura del agua, lo que atrae también a las hembras que acuden a desovar. Allí se les deja engordar hasta que llega el momento de capturarlos. No existen datos precisos sobre el origen de un sistema tan peculiar de pesca, pero la pervivencia de algunas voces arábigas, como la de arráez para definir al patrón, o las menciones a la encañizada en textos de los primeros años de la Reconquista, hacen pensar a los historiadores que los árabes ya la utilizaban, al menos aquí en la albufera marmenorense.
El valle del río Benamor y sus afluentes ocupan la porción más noroccidental y montañosa de Murcia. Formada por varias serranías (Los Ílamos, La Muela, Cerro de los Frailes), la comarca es uno de los parajes naturales más interesantes de la provincia. Grandes masas forestales, cumbres que en invierno suelen ver la nieve, valles solitarios, un río con caudal permanente y una variada flora y fauna hacen de estas serranías un lugar privilegiado dentro de la agostada región murciana. La capital de la sierra es Moratalla, con un interesante casco histórico, pero diseminadas por la sierra aparecen otras muchas aldeas, caseríos y pueblos con encanto, como Benizar, el Campo de San Juan, El Sabinar o el Rincón de los Huertos.
En el extremo de un peñón volcánico, como un gigante de hormigón, el faro de Cabo de Palos es el icono de la costa murciana. Parece como si ese fuste de piedra solitario, clavado como un estilete sobre el tejado del enorme edificio cuadrangular que lo sustenta, llevara allí toda la vida, vigilándonos pero también deleitándonos con su porte majestuoso, desde que Palos era Palus y desde que las naves fenicias lo doblaban con respeto y temor. A sus pies se asienta la localidad homónima, una de las más pintorescas y famosas del litoral cartagenero. Una de las pocas, además, que todavía conserva cierto sabor local y la esencia de aquellos antiguos veraneos. Aunque en realidad Cabo de Palos es un pueblo reciente. Cuando se construyó el faro, no existía población permanente en la zona, solo una torre de vigilancia y chamizos precarios que usaban pescadores alicantinos llegados de Tabarca, Benidorm, Taulada, Santa Pola y Torrevieja para guarecerse en las temporadas que pasaban faenando en el cabo. Poco a poco esas casetas de la Barra terminaron por convertirse en un poblado de pescadores y luego, en un famoso lugar de veraneo con una Barra llena de terrazas y restaurantes que es una delicia todo el año.
Es el pulmón verde del sur de la región y un lugar al que los murcianos acuden a practicar senderismo, escalada y bicicleta de montaña. O simplemente, a pasear con los niños en un soleado domingo de primavera. Sierra Espuña está protegida como parque regional. Una red de senderos de pequeño recorrido, señalizados con marcas blancas y amarillas, permiten recorrerlo de punta a punta. Entre los más recomendables están la senda de Fuente Alta, los senderos de La Santa y Aledo y el de la Umbría del Bosque. Lo curioso es que su cubierta natural de bosque mediterráneo desapareció por la tala excesiva. Entre 1891 y 1908 el ingeniero forestal Ricardo Codorniú, conocido como el apóstol del árbol, lideró la reforestación de sus desoladas laderas. Una inteligente diseminación natural, la elección adecuada de las especies y más dos millones de árboles plantados por año, a lo largo de más de una década, hicieron posible el milagro. La mejor vista se tiene desde la cima de El Morrón, a donde sube una carretera.
Lorca, la Ciudad del Sol, es la capital del valle de Guadalentín y paso clave en las comunicaciones entre Levante y Andalucía. También, una de las ciudades más monumentales de Murcia, cargada de historia y monumentos. A destacar la plaza de España, el espacio urbano que mejor refleja el esplendor que alcanzó la ciudad. La colegiata de San Patricio, hito del baroco murciano; el casino, ecléctico recuerdo de tiempos pasados; sus muchas mansiones solariegas, como la de los Moreno, hoy convertida en museo Arqueológico, o el palacio de los Guevara, la mejor obra de la arquitectura civil barroca murciana, son otros de los sitios a visitar.