Para ir de Murcia a Cieza hay dos caminos. El más rápido y directo es la autovía A-30, que avanza hacia el norte a través de secarrales sin cuento. El otro, más lento, el de vericuetos y caminos estrechos, discurre desde hace siglos a la vera del río Segura a través de un rosario de pueblos de calles morunas. Es el valle de Ricote, enclavado entre la Vega Media y la Alta del río Segura, uno de los últimos reductos moriscos de la península. Un paisaje de azarbes, regadíos, norias de agua, palmeras y acequias. Una cultura riquísima y la impronta de un paisaje arabesco que poco ha cambiado desde hace siglos.
Actualizado por Paco Nadal el 03 de enero de 2023.
La primera parada de la ruta debe ser en Archena, donde te encontrarás con la agradable y refrescante sorpresa de un bosque de ribera, uno de los muchos que hubo a orillas del Segura y que hoy han desaparecido en su mayoría. Entre álamos, chopos, pinos y eucaliptos centenarios se construyó a principios de siglo XX el famoso balneario de Archena, heredero de toda una cultura del ocio en torno al agua – curiosamente, el bien más escaso en esta tierra sedienta– que iniciaron los romanos, como atestigua una inscripción en mármol que se conserva a la entrada del recinto, y mejoraron más tarde los árabes. Es muy posible que del término latino arxila derive el nombre actual de la localidad, Archena. Arcillas y lodos que aún continúan administrándose como terapia en las salas del balneario, en cuyas paredes parece haberse estancado el reconfortante y sosegado espíritu decimonónico que inspiró su construcción. El conjunto alberga tres hoteles, una piscina climatizada mixta, mitad cubierta mitad al aire libre, más la zona de cuidados termales.
Desde Archena, en vez de regresar a la autovía, toma la carretera local M-522 en dirección a Villanueva del Segura y Ojós. Ella es la que te introducirá de lleno en la explosión del valle morisco. Tras la conquista de Murcia por parte de Alfonso X en 1266, los mudéjares del reino pudieron seguir viviendo y cultivando sus tierras controlados en aljamas del valle de Ricote, como se conoce a esta zona media del cauce del río Segura, y allí siguieron hasta su expulsión en 1614. De esta larga permanencia ha heredado el valle la estampa de belén navideño que aún luce. Solo faltan los camellos para que el viajero crea haber llegado a Palestina en vez de al sureste español. Los elementos se repiten en cada rincón del paisaje: la silueta de las palmeras, el rumor de los azarbes, la quietud de los pueblos de tapiales de adobe bajo un sol flameante, la fragancia de las huertas o la crestería de frutales que tapiza el valle.
La estrecha carretera que bordea el río, y que hasta los años 30 supuso la única salida de Murcia hacia la meseta castellana, serpentea entre almunias y bancales, dando curvas y más curvas sin que quede un palmo de tierra sin cultivar ni una gota de agua por aprovechar. En una orilla está Ulea, con sus casas de azulete y calles frescas. Enfrente, Villanueva del Segura, apiñada sobre una loma que domina el valle; más arriba, Ojós, con varias casonas nobles y una iglesia de artesonado mudéjar. Por esta zona, el valle del Segura toma una forma caprichosa a modo de gigantesco rosario, de manera que cada ciertos kilómetros se estrecha hasta encañonar el río para después volver a abrirse, dejando en medio una llanura cultivable. De estos estrechamientos dominados por escarpadas cresterías destaca el desfiladero del Solvente, donde se canalizan las aguas del trasvase Tajo-Segura para elevarlas hasta el canal que las llevará a los campos de Lorca.
Un desvío a la izquierda por la RM-521 sube hasta Ricote, el pueblo que curiosamente da nombre a la comarca, pero que es el más alejado del cauce del río. Cuenta con otros dos importantes edificios del siglo XVIII: la iglesia de San Sebastián y el palacete de Llamas. Ricote es famoso también por su vino y por la Venta del Sordo, un mesón donde se funden la cocina murciana y la manchega. Un buen sitio para parar a comer. En la subida, a mitad de camino y pegado a la orilla derecha de la carretera, se puede ver la Olivera Gorda, un viejo olivo al que se le calculan varios siglos de antigüedad. Su tronco, retorcido hasta la saciedad, es toda un alegato a la lucha por la supervivencia en una tierra donde ver llover es el más preciado de los bienes.
De vuelta a la carretera RM-520, que remonta el río Segura, y tras la presa del Solvente, pero sin abandonar ni un momento el paisaje morisco, aparece Blanca, situada curiosamente bajo la peña Negra, que conserva uno de los cascos antiguos más auténticos de la zona. Blanca pertenece a la comarca de la Vega Alta y por sus intrincadas callejas de cal y geranios desfilan cada Semana Santa unas hermosísimas procesiones y se corren cada mes de agosto los toros en honor a San Roque, en una tradición que según las crónicas data de 1658. Te recomiendo una visita a la Fundación Pedro Cano, que recoge parte de la obra de este genial pintor murciano, formado en Italia, pero nacido y criado en Blanca.
El pueblo no tiene gran interés arquitectónico para el viajero, pero sí lo tiene la ruta de las norias que el Ayuntamiento ha preparado en la ribera del río, con la recuperación de cuatro de estos ingenios hidráulicos que elevaban el agua del río hasta las acequias. Aunque su origen es griego, fueron una vez más los árabes quienes las copiaron e introdujeron en la península. Media hora de paseo da para visitar la noria de la Hoya de Don García, construida en madera, en 1818; la noria Grande, que con 12 metros de diámetro es la mayor aún en activo de toda España; la Norica, la más pequeña de las cuatro, y la noria del Candelón, que riega 15 tahullas en la margen derecha.
La ciudad más grande y capital de la comarca de la Vega Alta reposa junto al río Segura y al pie de dos grandes monolitos de roca. En el más pequeño de ellos se encuentran el castillo y el santuario de la Virgen del Buen Suceso. Y a sus pies, las ruinas de la ciudad musulmana de Medina Siyasa, una de las joyas arqueológicas de este periodo en la región de Murcia y el más importante yacimiento europeo en elementos decorativos arquitectónicos de época medieval islámica. Todas las piezas recuperadas en las excavaciones, así como la reproducción a escala de dos de las viviendas del poblado, se muestran ahora en el museo de Siyasa de Cieza, una visita altamente recomendable. La gran riqueza de Cieza es la agricultura de frutales, sobre todo melocotoneros. La floración de Cieza, la gran explosión de color que se produce cada año entre febrero y marzo, cuando los melocotoneros echan la flor, se ha convertido en uno de los grandes reclamos turísticos de la Vega Alta del Segura.
Desde la capital regional tienes que salir por la autovía A-30 en dirección Albacete. A 21 kilómetros encontrarás la salida 121 con indicaciones hacia Archena. Desde allí, no vuelvas a la autovía. Para internarte por el valle de Ricote tienes que seguir las carreteras locales RM-522 y RM-520 en dirección a Villanueva, Ulea y Ojós. Si vienes desde el norte, desde Albacete, puedes hacer la ruta en sentido contrario, empezando en Cieza.