Murcia es una ciudad con el tamaño perfecto para disfrutarla a pie. Vista desde algunos de los miradores que se elevan sobre el valle del Segura –como el santuario de la Fuensanta - se le ve soleada, tranquila y apacible. Un paisaje que se pierde entre casas blancas, naranjos y limoneros de lo que un día fue su huerta. Tiene un gran pulso cultural y un movido ambiente nocturno gracias a su condición de gran centro universitario. El barroco, que emerge por todos los rincones; el sonido de las campanas y los aromas a azahar que desprenden los naranjos de los jardines son otras de sus señas de identidad. Murcia es la séptima ciudad española por número de habitantes, sin embargo, el tiempo en ella transcurre aún ocioso y agradablemente despreocupado, por calles de impronta árabe concebidas para el paseo y la confidencia mañanera. Murcia es sinónimo de barroco, de huerta, de cielos impolutos y azules infinitos, de pasos de Semana Santa, de pasteles de carne y dioses paganos que dan juguetes a los niños durante el Entierro de la Sardina. Esta son los mejores sitios para visitar en Murcia capital.
Publicado por Paco Nadal el 09 de febrero de 2021.
La joya monumental de la ciudad de Murcia muestra una interesante mezcla de estilos, desde el gótico al barroco, pasando por el renacimiento y el manuelino. El gran impulsor de las obras fue Luis Belluga Moncada, obispo de Cartagena entre 1705 y 1724, más tarde nombrado cardenal y hombre de confianza de Felipe V, quien quiso engrandecer su diócesis con la fachada-retablo monumental que da a la plaza que lleva su nombre. La fachada es tan soberbia que muchas veces se ha dicho que en realidad es una iglesia pegada a una gran fachada. En el interior destacan las tras naves cubiertas por bóveda de crucería, el retablo mayor - de 1868, que sustituye al original, del siglo XVI, quemado en un incendio- la portada plateresca de la antesacristía, la cajonería en madera de la sacristía, y la sillería del coro, traída tras la Desamortización desde el monasterio de San Martín de Valdeiglesias (Madrid). Pero lo que más impresiona es la espectacular capilla de los Vélez, encargada en 1490 por el marqués de los Vélez, Pedro Fajardo, una de las mayores familias feudales de la región. Su compleja y profusa decoración mezcla el estilo gótico-manuelino con elementos mudéjares. Tiene planta semihexagonal y está cubierta por una soberbia bóveda estrellada.
La catedral es la principal construcción religiosa de la ciudad, pero el ícono de edificio público queda muy cerca: el Casino, centro de la vida social de la ciudad hasta la mitad del siglo XX . Un edificio construido en 1847 en estilo neoclásico y recientemente remodelado cuya ecléctica fachada da a la calle Trapería. Con sus patios pompeyanos y neonazaritas y salones barrocos, es uno de los mejores ejemplso de España de este tipo de entidades que monopolizaban la vida soaicla de las ciudades hasta el pasado siglo. El acceso se hace por patio neonazarita construido a principios de siglo XX por Manuel Castaños inspirándose en las suites reales de la Alhambra granadina. La frase “Alá es grande” recorre los falsos estucos de la estancia. Está coronado por una cúpula octogonal de cristal y hierro. La galería principal hace las veces de distribuidor de estancias. Una de las puertas comunica con la biblioteca, que guarda el mismo ambiente silencioso y ceremonial que cuando fue inaugurada, en 1916. El tocador de señoras es otra soberbia estancia decimonónica, decorada con frescos alegóricos a la noche y a la diosa Selene, obra de Marín Baldo en 1922. Aunque la pieza maestra es el salón de baile, inaugurado en 1875 con clara tendencia neobarroca; ha sido testigo de los mejores acontecimientos sociales de la ciudad. Los frescos hacen referencia a la Música, la Escultura, la Pintura y la Arquitectura. Las lámparas de araña tienen 110 bombillas y 620 piezas diferentes de cristal tallado.
En sus orígenes fue un muro de contención levantado en el siglo XV entre el río y la ciudad para evitar las frecuentes riadas del Segura. Hoy, lejos ya de su misión original, se ha convertido uno de los mejores paseos urbanos, con un gran jardín botánico a uno de sus costados y bonitas mansiones de principios de siglo a otro. La ciudad crece a un ritmo endemoniado, pero gracias al Malecón todavía es posible salir a pie desde pleno centro y en veinte minutos de agradable caminata verse fuera del perímetro urbano e inmerso entre bancales y acequias de la huerta del Segura. Es el lugar para ir a pasear, a caminar y a solazarse en cuanto llega el buen tiempo, que aquí empieza muy pronto.
Instalado en la iglesia de Nuestro Padre Jesús, atesora lo mejor de la obra de Francisco Salzillo, imaginero dieciochesco, que tan ligada está a Murcia. Salzillo, máximo exponente de la escultura religiosa del siglo XVIII, nació en esta ciudad en 1707, hijo de un escultor napolitano que se había establecido años antes en Murcia. Su ingente obra de tallas religiosas y figuras de belén se muestra en este museo, que gira en torno a los pasos de Semana Santa que Salzillo talló para la cofradía de Nuestro Padre Jesús. A los murcianos, habituados a verlos desfilar cada mañana de Viernes Santo, puede que ya no les llame tanto la atención. Pero el visitante foráneo que recorre la exposición por primera vez suele quedar petrificado al ver el gesto real de ira de los verdugos que azotan a Jesús o ante la belleza andrógina del Ángel, que parece recién descendido del cielo camino del bosque de Getsemaní. Sentirá sueño al ver la cara plácida con la que Pedro, Juan y Santiago duermen en el Monte de los Olivos y creerá estar viendo una fotografía de 12 personajes reales de 1763 cuando se detenga ante la Santa Cena. Es la fuerza creativa de Salzillo y la seña de identidad de su trabajo: un realismo brutal, casi fotográfico, y una gran humanidad a la hora de abordar sus personajes hasta convertirlos en algo más que una talla de madera. En el museo se muestra también su famoso belén, ambientado en los personajes de la huerta murciana.
El conjunto plaza de las Flores-plaza de Santa Catalina-plaza de San Pedro-calle de las Mulas y aledaños es el entorno más recomendable para ese gran acto social que es el tapeo de mediodía en Murcia. El lugar perfecto para ver y ser visto. Ambiente joven en las soleadas terrazas, siempre a rebosar. Y buena oferta de caballitos, marineras, pulpo, matrimonios o arroces en barras míticas como La Tapa, El Fénix, Rhin, Pepico del Tío Gines o la Taberna de Las Mulas. El placer del picoteo de pie en la barra de un bar o sentado en la terraza si el tiempo acompaña -lo que ocurre casi siempre- es un rito que ha elevado la cultura de la tapa al lugar más elevado de la ya de por sí rica gastronomía murciana.
Estas dos calles frescas y peatonales son el corazón de la ciudad y su escenario más frecuentado. Abiertas sobre el zoco árabe tras la conquista de la ciudad por Jaime I, aún conservan el nombre de los antiguos gremios que ocupaban sus tiendas. Hoy también son lugar de comercio y de paseo. La Trapería empieza en la plaza de la cruz, al pie de la catedral, y termina en la plaza de Santo Domingo, antigua plaza del mercado medieval, hoy también una de las más concurridas y animadas. A ella asoma el edificio Cerdá, uno de los mejores ejemplos del Modernismo en Murcia, y la iglesia de Santo Domingo, con fachada barroca de mampostería de ladrillo.
El otro gran espacio público del centro es la Glorieta, jardín concebido como un gran espacio abierto según los cánones del barroco. Servía de complemento urbano del palacio Episcopal, que la cierra por uno de sus lados. A ella da también el Ayuntamiento, levantado en 1848 bajo patrones neoclásicos. Por una pequeña calle peatonal se comunica con la plaza de Belluga, otro espacio urbano muy querido y sentido en el que se resumen 250 años de arquitectura. A él se asoman la fachada principal de la catedral y la del palacio arzobispal, ambos del siglo XVIII. Otro de los lados lo cierran varias mansiones decimonónicas y el cuatro, el edificio que Rafael Moneo proyectó en el siglo XX como ampliación del Ayuntamiento. Está llena de terrazas y es un buen sitio para tapear a mediodía o merendar a media tarde.
Instalado en una bella mansión de la antigua burguesía murciana, la casa Palarea, en la plaza de Santa Catalina, está dedicado a la obra y figura del pintor murciano Ramón Gaya. Recoge bocetos, carteles, piezas literarias y hasta 500 obras que el propio autor donó para el museo. Gaya tuvo que salir de España tras la Guerra Civil con los supervivientes del ejército republicano. Vivió exiliado en México, donde continúa su gran carrera pictórica. Regresó a Europa en 1952 para viajar por todo el continente, vivió un tiempo en Italia y conoció en ese tiempo a muchos intelectuales y artistas que influyeron en su trayectoria. En 1977 fue Premio Nacional de Artes Plásticas. Más información, en la web del museo Gaya.
Los productos de la huerta que rodea la ciudad y de ese mar no tan lejano se reúnen todos los días en el mercado de Verónicas, el de más solera de la ciudad. Un edificio deladrillo y hierro forjado de tiempos del Modernismo (1915) bajo el que encontrarás una orgía de olores, colores y sabores. Desde mojama y huevas del Mar Menor en salazón, a tomates que saben y huelen a tomate, habas tiernas, embutidos de chato murciano, alcachofas tiernísimas y otras delicatesen de las gastronomía local. Además, la oferta se ha modernizado con puestos en donde venden tapas, comida y bebida para tomar allí, lo que lo ha convertido en un mercado cool -según la modernidad- pero sin perder su esencia y su función de tienda de barrio.
El tradicional buen tiempo y las alta insolación de que disfruta Murcia le convierten en una ciudad ideal para pasear y recrearse con sus espacios abiertos. Por fortuna la capital tiene muchas zonas verdes, tanto dentro del perímetro urbano como en los alrededores, gracias en este caso a la huerta y al cercano parque regional del Valle. Dentro de la ciudad, uno de los más nostálgicos es el jardín de Floridablanca, el único que se conserva de los muchos que se construyeron con una estética romántica durante el siglo XIX. Está en el barrio del Carmen, al otro lado del Segura. En la entrada por la plaza de Camachos se recolocó la puerta monumental del antiguo matadero municipal, de 1748. Pese a las muchas reformas, conserva su aire decimonónico. A la entrada del Malecón está el jardín Botánico. Y en lo que fue el huerto de la antigua Fábrica Nacional de Pólvora y Salitres, en pleno centro de la ciudad, a un costado de la Gran Vía, encontrarás la más reciente zona verde, cuyas arboledas y parterres son un respiro verde para la zona más céntrica de Murcia. También se acaba de poner en valor como espacio para disfrute del aire libre las riberas del río a su paso por la ciudad. Lo que antes eran zonas de cañaverales y matorral es ahora un paseo peatonal y ciclista de mucho kilómetros que conecta con los carriles bici en paralelo al Segura que llevan por un lado hasta Orihuela y la desembocuadura en Guardamar. Y por otro, río arriba, hasta la Contraparada. Es la nueva y más deseada zona de asueto de la capital.