La provincia de Almería es una caja de sorpresas. La mayoría de viajeros piensa que Almería es solo playa. Sin embargo, hay muchos sitios que visitar en Almería más allá de la costa. El interior es muy montañoso, con sierras donde nieva todos los inviernos. Hay desiertos cinematográficos, como el de Tabernas; cuevas soprendentes, como la geoda de Pulpí; pueblos blancos de pasado andalusí y fortalezas imponentes como el castillo de Vélez Blanco. ¿Necesitas más excusas para explorar los lugares y pueblos con encanto de Almería?
Actualizado por Paco Nadal el 23 de diciembre de 2022.
A veces viajamos al fin del mundo en busca de maravillas y, sin embargo, algunas están cerca de casa. Una geoda es una cavidad rocosa cerrada en la que por complejos fenómenos geológicos cristalizan diversos minerales. Pueden ser del tamaño de una pelota de tenis o tan gigantescas como esta, descubierta en diciembre de 1999 por un grupo de geólogos aficionados, en una mina abandonada en una pedanía de Pulpí, al sur de Almería. Con nueve metros de largo por dos de ancho, está considera la segunda geoda más grande del mundo y la primera accesible por el público. La visita turística incluye un recorrido por las galerías de la mina, de la que se extrajo hierro y plata hasta finales de los 60. Termina en el nivel 3, tras bajar 15 metros en vertical por una escalera de caracol, que es donde apareció la geoda. Pero no imagines hacerte una foto como esta. Por razones de protección, no se puede acceder al interior de la geoda, solo se permite introducir medio cuerpo por una oquedad para verla desde fuera. Aún así, la experiencia justifica el viaje. Visitas guiadas los siete días de la semana, imprescindible reserva previa en la web.
Situado en una rica zona agrícola del valle bajo del Almanzora, el pueblo recibe su nombre por la enorme cantidad de casas cueva excavadas en los cerros de arcilla. Tiene un casco antiguo muy agradable. Mi consejo es que dejes el coche cerca de la plaza de la Constitución, donde destacan dos edificios burgueses de 1884 que ocupa ahora el Ayuntamiento, y subas hasta la gran plaza del Castillo, la parte más interesante de la localidad. El castillo fue una de las muchas residencias de los marqueses de los Vélez, señores feudales de la zona. Está en perfecto estado de conservación, aunque por dentro nada tiene que ver con el original. Hoy acoge el museo Antonio Manuel Campoy, crítico de arte y gran coleccionista, nacido en esta localidad en 1924. El museo lo forman su gran colección de pintura, en la que hay obras de Picasso, César Manrique, Barceló y Maruja Mallo, entre otros. Puedes dar un paseo también por el camino de ronda de las murallas, aunque la parte más interesante de la fortaleza, la torre, con grafitos desde el siglo XVI, no está abierta al público. Enfrente y al otro lado del patio de Armas, el antiguo pósito del grano acoge el museo Arqueológico, una sencilla muestra de lo hallado en las excavaciones del poblado argárico de Fuente Álamo. Algunas de sus salas son extensiones del museo A. M. Campoy para acoger dos colecciones de litografías de Goya: Los proverbios y La tauromaquia.
En la plaza del Castillo encontrarás muchos bares con terrazas donde tomar un aperitivo al agradable sol almeriense. Luego busca por detrás de la fortaleza los lavaderos públicos y a continuación la Cueva Museo. Se trata de una genuina casa-cueva que estuvo habitada por la familia de un funcionario municipal hasta hace poco y en la que se ha recreado una muestra etnográfica, con objetos donados por todos los vecinos, de cómo era la vida en estas viviendas trogloditas. Muchas de los cientos que hay en el término municipal siguen habitadas y ahora hasta son objeto de deseo de residentes ingleses, que se pirran por comprarlas y rehabilitarlas. Aun queda en Cuevas un cuarto museo, el Álvarez Sotomayor, junto a la iglesia de la Encarnación, dedicado a este poeta local. Si tienes pensado quedarte en Cuevas, puedes reservar tu alojamiento en este enlace. Y si buscas por toda la provincia, también puedes echar una ojeada en éste.
Desde la autovía A7 (Murcia-Almería) hay que desviarse 15 kilómetros por la vieja N340a en dirección Sorbas. Poco antes de llegar al pueblo está señalizado el aparcamiento frente a estas cuevas que tienen de particular el no haber sido excavadas por el agua en calizas (carbonato cálcico) —como la inmensa mayoría que conocemos— sino en yesos (sulfato de calcio). Estamos en pleno Paraje Natural Karst en Yesos de Sorbas, un paisaje extraño y desolado. Hay más de 600 cuevas inventariadas, pero la acondicionada para las visitas es la del Barranco del Infierno. Aviso: no se trata de una cueva turística al uso, con caminos pavimentados, luces de colores, musiquita de fondo y pasamanos ante cualquier dificultad. La cueva se visita a lo espeleólogo: con un casco, luz frontal y trepando y reptando donde se tercie. Hay tres recorridos: la ruta básica es familiar, fácil y dura hora y media, pero apenas se ven cristales yesíferos tapizando las rocas y poco más. La ruta combinada (3 horas y 30 minutos) es más exigente, obliga a gatear, trepar y descender pero se visitan salas bellísimas de estalactitas, estalagmitas y columnas. La tercera, la ruta técnica es para verdaderos espeleólogos, demora unas cuatro horas y media y está catalogada como difícil. Hay varias entradas guiadas diarias. Se aconseja reservar en el teléfono 950 364 704 u online. En cualquiera de las tres rutas te vas a manchar de polvo y barro: lleva ropa adecuada o alquila en la oficina de información mono, zapatillas y calcetines. Si te interesa, puedes participar en esta actividad organizada y hacer espeleología en las Cuevas de Sorbas. A la entrada de la cueva hay un bar restaurante. A la salida merece la pena acercarse a Sorbas, un pueblo que, como Cuenca, creció pegado a un abismo al que sus casas se asoman sin vértigo.
Si desde Almería capital tomas la salida por la autovía A-92 en dirección Guadix / Granada verás que la carretera se interna en un paisaje sorprendente de cárcavas, ramblas y montañas descarnadas de gran belleza. Es el desierto de Tabernas, un escenario de película. Y no es una metáfora. Árido como pocos lugares del continente, sin más hálito de vida que los espartales que cubren sus torturados relieves, el desierto almeriense de Tabernas resulta tan impactante que desde hace décadas la industria cinematográfica del spaguetti-western ha usado estos decorados naturales para transportarnos, sin mudar una piedra de sitio, a los tórridos desiertos de Sonora o Arizona. También aparece en varias escenas de la saga Indiana Jones. Tabernas es un lugar irreal, un pedacito de África más que de Europa. Lo forma una depresión de badlands o tierras malas (arcillas y margas muy salinas) situada en una de las comarcas con menor pluviometría de la península, encerrada además entre imponentes macizos montañosos: la sierra de los Filabres, al norte; la de Alhamilla, al sur y Sierra Nevada, al oeste. El resultado: una pantalla infranqueable que impide el paso a las humedades del Mediterráneo y hace de este paraje un infierno desolado, en el que la única masa de agua en superficie es la de la piscina municipal del pueblo de Tabernas. Además de pasear por sus senderos (evita a toda costa los mediodías de verano) se pueden visitar dos poblados del Far West en los que se han rodado infinidad de películas: Oasys MiniHolliwood y Fort Bravo. Si estás en Almería capital, también puedes participar en una excursión de un día a Tabernas y Fort Bravo.
Desde el desierto de Tabernas, sigue por la A 92 hasta la salida 362 y toma dirección Gérgal, primero, y enseguida hacia Olula de Castro. Si sigues esa carretera, la A-1178, llegarás hasta la cima de la sierra de los Filabres, a 2.168 metros de altitud, donde en 1975 se instaló el Observatorio de Calar Alto, el centro astronómico más grande en suelo continental europeo. Nació como una cooperación hispano-alemana aunque desde 2018 pertenece a la Junta de Andalucía. Además de la extraña silueta blanca de los cinco telescopios (uno de los cuales, de 3,5 metros, es el mayor del continente), tendrás un vista excepcional de toda la provincia de Almería: al sur, la capital y la costa; al norte, el valle del Almanzora; y a lo lejos, hacia el suroeste, las Alpujarras almerienses y las estribaciones de Sierra Nevada. En invierno son frecuentes las nevadas, extrema el cuidado con la conducción.
Si desde el Calar Alto bajas la sierra de los Filabres por la vertiente norte, llegarás a este pueblo serrano apiñado en torno a un castillo de época nazarí. Serón conserva un casco histórico típico de planimetría andalusí. Aunque las viviendas y fachadas no están todas lo bien mantenidas que deberían, un paseo por sus estrechísimas y empinadísimas callejuelas permite dejar volar la imaginación y recrear cómo sería la vida en Al-Andalus hace casi mil años. El paseo, siempre en ascenso, acaba en el castillo nazarí, del siglo XI. No queda mucho de él, aunque el conjunto se ha reacondicionado con miradores y almenas desde las que se tiene una gran vista del pueblo y el valle. Al lado, el centro de Historia de Serón. Otra de las cosas que hay que hacer en el pueblo es probar el famoso jamón de Serón, que se cura en estos fríos montaraces. Un buen lugar para catarlo es el bar-restaurante Plaza Nueva, junto al Ayuntamiento.
Aunque el casco urbano tiene poco que ver, merece la pena acercarse a esta localidad del valle del Almanzora porque es el centro de producción del famoso mármol blanco de Macael, que se extrae de unas canteras cercanas de la sierra de los Filabres. El mármol de Macael se conoce desde tiempos de los fenicios y se ha utilizado en los más importantes edificios civiles y religiosos de época romana –no solo en la península sino en el resto del Imperio– y, más tarde, en todos los de época andalusí, desde la Alhambra a la mezquita de Córdoba. De hecho, en la plaza mayor del pueblo hay una réplica del patio de los Leones granadino. Todo esto lo explican en el Centro de Interpretación del Mármol de la calle García Lorca, junto a la oficina de Turismo. La exposición, muy sencilla y sin pretensiones, hace un recorrido por el origen geológico del mármol, la historia de las canteras locales y la forma de trabajar este material a lo largo de la historia. Hay visitas guiadas a las canteras (reservar con un día de antelación al menos en la oficina de Turismo, tel. 950 128 916), aunque también se pueden ver por libre a lo lejos desde varios miradores; el más accesible es el mirador de Consentino, por la A-349 que va a Tabernas y Almería. Otros de los hitos de Macael es el mortero gigante hecho con 50.000 kilos de mármol instalado en una rotonda a la entrada del pueblo que ostenta el record Guinness de ser el más grande del mundo. Si valoras quedarte en el pueblo antes de continuar tu ruta, puedes mirar en este enlace, directo a la localidad, para buscar tu alojamiento.
Si eres amante de la fotografía, a dos kilómetros de Macael, en la carretera general A-334, en término de Olula del Río, encontrarás el Centro Pérez Siquier, el primer museo español dedicado a la obra de un fotógrafo. Carlos Pérez Siquier nació en 1930 en Almería y está considerado uno de los referentes de la vanguardia fotográfica española. Fue Premio Nacional de Fotografía en 2003. En el centro se expone parte del famoso trabajo que hizo a finales de los años 50 en blanco y negro y en color sobre La Chanca, un barrio mísero de la capital almeriense. El centro está anexo al museo Casa Ibáñez, uno de los mejores museos de arte contemporáneo de Andalucía, fundado en 2004 por el artista almeriense Andrés García Ibáñez.
Si sigues viaje hacia el norte de la provincia encontrarás en la A-92, muy cerca ya del límite provincial con Murcia, la que fue capital del marquesado de los Vélez entre los siglos XVIII y XIX. Resultado de aquellos años de bonanza económica para las clases favorecidas son las muchas casas señoriales y edificios públicos civiles con grandes balcones y ventanas con elementos de forja, una característica de las construcciones velezanas, que engalanan el casco antiguo. Te recomiendo empezar el paseo por la Corredera del Carmen, la calle peatonal y comercial más concurrida de la villa y la que engarza el casco antiguo. Lo primero que verás al entrar por ella es el Antiguo Hospital Real, sanatorio de 1765 en torno a un patio porticado que ahora ha sido rehabilitado como edificio multiusos. El hospital acoge el museo Comarcal Velezano Miguel Guirao, con salas dedicadas a la arqueología, la historia, las costumbres populares y la naturaleza. También, la oficina de Turismo, donde te pueden dar más información sobre la localidad. Para reservar tu alojamiento en Vélez Rubio, no dejes de echar una ojeada en este enlace.
En la carretera que une Vélez Rubio con Vélez Blanco, un cartel avisa de la presencia de esta cavidad, uno de los santuarios del arte rupestre levantino. El abrigo de roca fue inventariado en 1868 aunque los vecinos los conocían desde antiguo y le llamaban 'de los letreros' por las raras inscripciones que tenía. Estas resultaron ser pinturas esquemáticas hechas por el ser humano en el Neolítico, entre 4.000 y 5.000 años antes de nuestra era, con una perfección y calidad que sorprendieron a los estudiosos. El abrigo tiene 25 metros de ancho por 10 de alto y seis de profundidad y pudo ser usado como un recinto sagrado. Recogen escenas de arqueros, guerreros, animales e ídolos, algunas muy esquemáticas, otras con tendencia al naturalismo y, siempre, en color rojo. Una de ellas es el célebre Indalo, representación antropomórfica que se ha convertido en el símbolo turístico de la provincia de Almería. Consulta aquí los horarios y condiciones para visitar la cueva de los Letreros.
El final de esta ruta no puede ser más épico. A lo lejos, desde la carretera que sube de Vélez Rubio, ya se aprecia la poderosa silueta del castillo-palacio de los Vélez, la residencia principal de los señores del marquesado, una imponente fortaleza, fotogénica por sus cuatro costados. Llaman la atención sus siete torres, de la misma altura que la muralla, excepto la enorme torre del Homenaje, que sobresale por encima del conjunto. Se entra por lo que fue el patio de caballerías. Este daba paso mediante un puente levadizo con dos arcos de piedra a la puerta principal, acceso a la zona noble y el palacio, de planta hexagonal alargada y excelente grado de conservación gracias a los sillares de piedra que forman sus muros. El conjunto tiene en total 2.300 metros cuadrados. El castillo es un laberinto de salas, escaleras y pasadizos, con una ornamentación muy superior a la que se espera de un recinto castrense. Pero le falta algo. En1904 un millonario norteamericano compró el patio de Honor del castillo de los Vélez. Se trataba de un majestuoso claustro en mármol blanco de Macael, una de las joyas del renacimiento andaluz, en el que posiblemente trabajaron los mismos italianos que hicieron el castillo de La Calahorra, en Guadix. Tenía 16 metros largo por 13,5 de ancho y dos alturas de galerías con arcos rebajados y columnas, amén de una decoración de estatuas clásicas. Fue desmontado pieza a pieza y trasladado en barco a Estados Unidos, junto a otros elementos del palacio. En 1964 el dueño lo donó al Museo Metropolitano de Nueva York (MOMA), donde se reconstruyó y se exhibe en la actualidad. Consulta aquí los horarios y condiciones de entrada al castillo de Vélez Blanco.
La ruta es larga, unos 200 kilómetros, por lo que te recomiendo hacerla en, al menos, dos días. Hay alojamiento en Cuevas de Almanzora, Almería capital, Velez Rubio y Macael.