En España hay 15 parques nacionales, espacios protegidos de altísimo valor ecológico que abarcan todo tipo de ecosistemas, desde lagunas mesetarias a desiertos de lava y bosques del Terciario. Estos son algunos de los más singulares.
Publicado por Paco Nadal el 01 de enero de 2018.
Aigüestortes es el paraje más atípico de la morfología pirenaica. Hace unos 60 millones de años la convulsión geológica del Mesozoico hizo aflorar en superficie el granito de las profundidades de la Tierra, un tipo de roca dura y poco erosionable muy distinta a la caliza que domina en el resto de la cordillera. Las posteriores glaciaciones se encargaron de modelar la negra superficie granítica hasta dar forma al escenario encantando que ahora conocemos. Circos de paredes escarpadas, valles en forma de U, un caos de piedras de todo tipo como producto de las morrenas y dos centenares de lagos convierten a Aigüestortes en un ecosistema único en España. El agua, la verdadera protagonista del parque, fluye y se embalsa de mil modos diferentes, inventando en cada accidente geográfico una nueva manera de emboscarse. Más información de Aigüestortes, aquí.
La singularidad del parque nacional marítimo-terrestre de las Islas Atlánticas es que es marino y está formado por tres archipiélagos -Cíes, Ons y Sálvora- más la isla de Cortegada. Las Islas Cíes son una delicia natural. Un precioso archipiélago deshabitado y medio salvaje formado por tres islas -Monteagudo, Faro y San Martiño- a la salida de la desembocadura de la ría de Vigo. Un reducto del ecosistema litoral gallego que ha resistido de puro milagro. En sus dunas, playas y acantilados perive el matorral de especies autóctonas formado por toxos, xestas y torviscos. Anida la mayor colonia del mundo de gaviotas de patas amarillas amén de otro importante número de gaviotas oscuras y cormoranes. Las Ons están en la boca de la ría de Pontevedra. Y Sálvora, la más rocosa e inhóspita, en una posición similar pero en la contigua ría de Arousa. Cortegada queda dentro de la ría de Arousa, muy cerca de tierra. Si exceptuamos ésta última, los otros tres archipiélagos (Cíes, Ons y Sálvora) pertenecen a un mismo sistema orográfico y dada su posición transversal al eje de las rías y su ubicación, a la entrada de las mismas, cumplen un papel fundamental protegiendo a las rías de los temporales y facilitando la vida y la actividad pesquera en el interior de las mismas. Solo se puede llegar a las islas con las navieras autroizadas, que son: Naviera Mar de Ons, Cruceros Islas de Ons y Cruceros Rías Baixas. Más información sobre el parque nacional de las Islas Atlánticas, aquí.
El Parque Nacional de la Caldera de Taburiente corona la isla de La Palma con su gigantesco embudo de piedra. El origen de este espectacular accidente geográfico es aún confuso pero la versión más generalizada sostiene que una serie de volcanes submarinos levantaron La Palma hasta unos 3.000 metros de altitud y más tarde la erosión del agua y los hundimientos geológicos fueron excavando este formidable cráter hasta formar un abismo de vértigo que los visitantes recorren por un sendero muy aéreo que bordea toda su cima o por otro que se interna desde el mar hacia la espesura de sus profundidades por el barranco de las Angustias. Mientras arriba, en la cresta, todo es negra y desnuda roca volcánica, abajo en el barranco, un manto casi tropical formado por pinos canarios, bejeques, helechos, cedros, tajinastes y otros endemismos que ponen una nota de verdor entre el monótono color de la lava. Más información sobre la Caldera de Taburiente, aquí.
Le llaman el Serengueti español -por su parecido con las sabanas herbáceas de Á?frica- y fue el más controvertido de los parques nacionales durante su creación. Es también uno de los más desconocidos y menos frecuentados. Ocupa un paraje de excepcional valor ecológico entre las provincias de Ciudad Real y Toledo, donde se alterna la montaña con la llanura cerealista. Conviene empezar la visita por el Centro de Interpretación de Casa de Palillos, en la carretera que va de Pueblo Nuevo del Bullaque a Santa Quiteria. Al parque sólo puede accederse a pie por alguno de los dos circuitos preparados al efecto en Gargantilla y en Navas de Estena o en un todoterreno de la empresa autorizada para prestar este servicio. Desde cualquiera de esa maneras podremos disfrutar de los dos tipos de paisaje que modelan Cabañeros: las rañas, llanuras donde se taló la vegetación autóctona para cultivar cereal, y las llamadas sierras, relieves montañosos donde asoma el bosque de encina, quejigo, alcornoque y madroños. Más información sobre este parque, aquí.
El más pequeño de los parques nacionales españoles (si contamos sólo su superficie terrestre, no la marina) fue el primero en alberga un ecosistema mixto marítimo-terrestre. Creado en 1991 para proteger un conjunto de islotes calizos a poco más de una hora de navegación de Mallorca, cobija una importante colonia de aves marinas y una rica flora endémica pese a su azarosa historia. La isla fue refugio de piratas, para combatir, a los cuales se levantó el castillo que aún domina sus cresterías. Y mucho más tarde, en 1808 se convirtió en prisión natural para los soldados franceses capturados en la batalla de Bailén, ya que no había cárceles suficientes en España para retenerlos. Estuvieron casi seis años a la intemperie en Cabrera, donde tampoco había condiciones, y más de la mitad perecieron. Luego la isla principal y sus 19 islotes satélites fueron utilizados como campo de tiro del ejército español, lo que a la larga resultó beneficioso porque evitó su colonización inmobiliaria. Aunque la morfología es la típica de una isla calcárea mediterránea -en realidad Cabrera no es más que la prolongación de la sierra de Levante mallorquina, que volvió a emerger del agua- el hecho de que nunca haya sido habitada de manera estable y prolongada hace que de ella un ecosistema inalterado, ejemplo de lo que debieron ser las otras baleares y pitiusas antes de la llegada del hombre. Más información sovre el parque marítico-terrestre de Cabrera, aquí.
La isla de La Gomera, además de un magnífico ejemplo del vulcanismo que dio origen al archipiélago canario, alberga uno de los bosques más peculiares de España: la selva húmeda de laurisilva, vestigio relicto de los bosques que en el Terciario poblaron toda la cuenca mediterránea y que apenas han sobrevivido en Sudamérica y en las escarpadas laderas de algunas islas macaronesias (Canarias, Azores y Cabo Verde) gracias a la envoltura de nieblas que ascienden desde el Océano e impregnan las cumbres de estas islas. En contra de lo que muchos creen, la laurisilva no es un árbol, sino un tipo de bosque formado por grandes árboles cuyas hojas tiene una cubierta de cera que les protege del clima húmedo y cálido en el que crecen, como el laurel, de lo cual toma el nombre. Pero en un bosque de laurisilva se pueden encontrar además de laureles también tilos, perseas, prunus, castaños, tejos, brezos arbóreos y rododendros. Es el monteverde, como llaman los canarios a la laurisilva. Y para protegerlo se creó en 1981 el parque nacional de Garajonay. Más información sobre el parque, aquí.