Si te gusta el vino, la montaña, el descenso de barrancos y las ciudades monumentales, esta comarca de Huesca, a pie de monte del Pirineo, te encantará. Somontano se ha hecho famosa por la calidad de sus vinos, pero, además de eso, tiene otros muchos encantos para pasar un fin de semana de turismo activo y rural. Te los detallo en este post.
Actualizado por Ida Plaza el 26 de octubre de 2023.
Es la capital del Somontano y del vino. Y una base perfecta para empezar a explorar la comarca. Barbastro es una urbe monumental fundada en el siglo IX que tuvo años de expansión y bonanza económica en el siglo XVI. Hay dos Barbastro muy bien diferenciados. Sobre La Peñeta, una roca que se eleva sobre la llanura, se despliega el Barbastro más antiguo, el del barrio de Entremuros, heredero de la primera ciudad amurallada musulmana, con el típico entramado de calles estrechas, frescas y torticeras de diseño medieval. Una delicia hoy en día para pasear. Con la bonanza que trajo el siglo XVI, la ciudad rompió el corsé de las murallas y se expandió hacia la llanura. Nacía así la plaza del Mercado, espacio rectangular y porticado que aún hoy sigue siendo el centro de la vida social barbastrense. También, el paseo del Coso, la gran avenida donde pasear o tomar el aperitivo los días soleados, y algunos de sus edificios señeros, como el palacio Argensola (reconvertido en centro cultural de la ciudad) y el palacio Baselga, ambos en la antigua calle Mayor, de claras influencias renacentistas e italianas. Entre ambos espacios, cercanos pero separados en el tiempo, se alza la catedral, la joya monumental de Barbastro y el museo Diocesano. Ambas visitas imprescindibles: en las siguientes fotos te hablo de ellas.
Dónde: Barbastro.
El solar donde se alza la imponente catedral de Barbastro –una simbiosis entre gótico y renacimiento– era ya un lugar sagrado allá por el siglo X. Aún pueden verse muros de la mezquita aljama hispano musulmana en el interior del templo. Si te gusta la arquitectura religiosa, disfrutarás con el juego de pilastras fasciculadas, los vanos apuntados y la soberbia crucería de nervadura de las bóvedas, donde 485 preciosas rosas de madera policromada recrean un cielo estrellado. Un gótico casi puro. El retablo mayor es una pieza fundamental en la imaginería religiosa renacentista en Aragón. A los lados se abren diversas capillas, las más ricas en adorno aportadas por familias nobles de la localidad. Mención especial a las tablas del retablo de San Victorián y al pantocrator bizantino que data del siglo XIII. La torre exenta del campanario, de planta hexagonal y rematada en el siglo XVII, se ha convertido en el emblema de la ciudad y feliz hogar de las cigüeñas.
Dónde: calle Palacio, 1.
Horario: de martes a jueves, de 11:00 a 13:00 y de 16:00 a 18:00 horas. Viernes, de 11:00 a 13:00 y de 16:00 a 19:00 horas. Sábados, de 10:00 a 13:00 y de 16:00 a 19:00 horas. Domingos, de 11:00 a 14:00 horas.
Entrada: general, 4 €. Menores hasta 11 años, gratis. Entradas disponibles en este enlace.
Anexo al complejo catedralicio está el palacio Episcopal –con más de 500 años de historia–, un edificio renacentista del siglo XIV de mampostería de ladrillo y rematado por una galería de arcos y un gran alero es la sede del actual museo Diocesano. Este edificio rehabilitado con buen gusto es un espacio contemporáneo de agradable museografía que resume el arte de todo el territorio aragonés. En total, mil años de cultura occidental: desde los albores del románico hasta el barroco.
Dónde: plaza del Palacio, 1.
Horario: de martes a sábado, de 10:00 a 13:00 y de 16:00 a 19:00 horas. Domingos, de 11:00 a 14:00 horas. Cerrado el 1 y 6 de enero, Viernes Santo, 1.º de mayo, 4 y 8 de septiembre y 25 de diciembre.
Entrada: general, 4 €. Menores hasta 11 años, gratis. Entradas disponibles en este enlace.
Un local muy recomendable para probar la gastronomía somontana y comprar productos locales es La Bodega del Vero, en pleno centro de Barbastro, un espacio gastronómico donde darle gusto al cuerpo y al alma. El encanto y buen gusto de los anfitriones te enamora: sentimientos y gastronomía fundidos en uno. ¿Su historia? Una antigua fábrica de chocolate reconvertida en bodega que esconde en su interior un restaurante. La familia Mur, a la cabeza de este negocio, ha conseguido empapar con una sensibilidad especial este local que ofrece, tanto en tienda como en la carta de su restaurante, exquisitas materias primas locales, con una variedad de productos frescos. Un ambiente íntimo y de luz especial. Un lugar para degustar, sin prisas y con pausa.
Dónde: calle Romero, 13.
El Somontano es la gran zona vitivinícola del prepirineo aragonés. Situada en el centro geográfico de la provincia de Huesca, tiene unos suelos pardos calizos muy bien aireados, una temperatura suave y una insolación apropiada para el cultivo de la vid. Por eso, la tradición del cultivo de la uva y su transformación en vino viene de tiempos inmemoriales. Las uvas autóctonas de la D.O. son la moristel y la parraleta, pero también se cultiva tempranillo, cabernet-sauvignon, merlot, syrah, pinot noir y garnacha tinta para los tintos y macabeo, garnacha blanca, alcañón, gewürztraminer, riesling, sauvignon blanc y chardonnay para los blancos. Los expertos dicen que los del Somontano son vinos muy peculiares y diferentes a otras denominaciones de Aragón, generosos de graduación, ricos en aromas frutales y adecuada acidez. ¡Y yo me fío siempre de los sabios, sobre todo en cuestiones enológicas! En el conjunto de San Julián y Santa Lucía, muy cerca del paseo del Coso de Barbastro, se encuentra la sede del Espacio del Vino de la Denominación de Origen, el Consejo Regulador de la D.O., la tienda del vino, la oficina de turismo y el restaurante El Trasiego. Es decir, el centro neurálgico del enoturismo del Somontano, con todo tipo de información sobre la D.O.y las actividades vinculadas al mundo y la cultura del vino en Barbastro. Por cierto que en El Trasiego se puede comer o tapear con éxito garantizado. Aquí los productos de temporada y proximidad son los protagonistas. Una auténtica delicia. Mi recomendación, no te pierdas el postre estrella de la casa: la torrija caramelizada con toffee, nueces y helado. De escándalo.
Si te gusta el enoturismo, Somontano es tu sitio. Hay unas 4.000 hectáreas dedicadas al cultivo de la vid y más de 30 bodegas. Por eso se creó la Ruta del Vino Somontano, una propuesta que reúne todo lo necesario para poder disfrutar de este territorio. En su web encontrarás bodegas, restaurantes, alojamientos, museos y todo tipo de actividades para organizarte. Hay propuestas para todos los gustos: tanto si prefieres las bodegas más tradicionales o las de vanguardia como si viajas en pareja, con amigos o en familia. Especial mención al Bus del Vino, una propuesta que ofrece distintas experiencias enoturistas desde marzo hasta noviembre para viajar por los sentidos del Somontano y que parte desde Zaragoza o desde Huesca.
Visitar Somontano y no dedicar tiempo a conocer alguna de las 32 bodegas que dan prestigio a esta zona vitivinícola sería un error. Una de las más famosas son las bodegas Enate. Aquí, el arte y el vino coinciden en un punto sublime: la creación. Para ellos el vino es una forma más de arte. Por eso mantienen una importante colección de arte contemporáneo español, que se refleja en las etiquetas de sus vinos. Otra recomendable es la bodega Sommos. La línea futurista de su arquitectura no te dejará indiferente. Sus propuestas de actividades abarcan desde catas y maridajes hasta paseos en segway por sus viñedos. ¡Toda una aventura! Las bodegas Meler: con una gran historia familiar a las espaldas y hoy a cargo de tres hermanas de la nueva generación. La familia Meler ofrece visitas personalizadas a la bodega (un antiguo establo vacuno lechero) con espléndidas vistas al Pirineo. Aquí todo es a la vieja usanza. Te recomiendo probar el Mwa de Meler. Las bodegas Blecua son las que producen la gama más alta de vinos de las prestigiosas bodegas Viñas del Vero. Blecua se ubica en una preciosa casa del siglo XIX. Su sala de barricas es digna de ver. En esta bodega todo es exquisito. Te recomiendo probar el Clarion, su vino blanco bandera.
Dicho está que en el Somontano hay buen vino. Pero es que, además, se come muy bien. De la huerta hay que probar el tomate rosa —uno de los mejores tomates del mundo— los cardos, las borrajas y los espárragos morados. De embutidos y quesos, no te puedes perder la longaniza de Graus ni la visita a un taller quesero en la localidad de Radiquero. En primavera y otoño las setas silvestres y hongos son una delicia. Y el invierno traerá la trufa negra, porque las sierras del Prepirineo aportan las condiciones óptimas para el crecimiento de esta exquisitez. De su patrimonio olivarero se rescatan aceites virgen extra excepcionales y poco conocidos. De hecho, en este territorio se siguen cultivando 19 tipos de oliva —una gran diversidad si las comparamos con las que se cultivan en el resto de la península— entre las que resaltan la alquezrana, la negral o la verdeña. Las almazaras ofrecen visitas guiadas, con la opción de hacer degustaciones. Una muy entrañable y recomendable es la visita a Torno de Buera, una antigua almazara del siglo XVIII restaurada como espacio museístico. Suficientes razones para saborear Somontano ¿verdad?
Dos degustaciones obligadas para los más dulceros. La primera: los deliciosos pasteles Biarritz —la joya de la corona de la pastelería Albás—, un imprescindible en una visita a Barbastro. La familia Albás elaboró durante más de ocho décadas con gran éxito estos deliciosos pasteles. Tras una jubilación sin relevo generacional, se llegó a un acuerdo con los propietarios para no abandonar la elaboración del producto ni perder la receta secreta. Hoy en día este es uno de los dulces más típicos, característicos y emblemáticos de Barbastro. Si te gustan las almendras, no debes perderte un Biarritz. La segunda: no puedo dejar de mencionar los helados de Elarte. Esta heladería artesanal nacida en Guara solo tiene productos frescos y naturales en su obrador. El resultado, unos helados increíbles. Además de tener los sabores clásicos, hacen apuestas innovadoras como helado de albahaca o de melocotón con vino. Interesante.
Es la villa más monumental y mejor conservada del parque natural de la Sierra y los Cañones de Guara y del parque cultural del río Vero. Nace en época musulmana —de ahí su topónimo, Alquézar, de al-Qsar— al pie de un castillo bien pertrechado en lo alto de una colina, cerrada por tres de sus costados por los barrancos del río Vero. De visita indispensable es la colegiata de Santa María La Mayor, un pulcro edificio románico que junto con el castillo formaba el recinto fortificado de la villa. Abajo se despliega el pueblo en forma de media luna, para adaptarse al terreno. Un laberinto de calles morunas con aromas de judería y de mercadillo medieval, sobre todo en la Plaza Vieja, donde desembocan todas las calles y donde se puede contemplar todo un muestrario de columnas y capiteles en sus soportales, dedicados durante años al mercadeo. Bonito bonito, como se diría allí. A sus pies corre el río Vero, cuyo cañón es el más sencillo y por tanto el más visitado de la sierra de Guara. Si decides visitar Alquézar te recomiendo degustar las chiretas en Casa Pardina, un plato típico de Somontano cuya base son las tripas de cordero rellenas de carne, sal, ajos y arroz y cocidas en caldo de verduras. Un placer para los amantes de casquería. Ana y Mari son hermanas y el alma de este restaurante. Para alojarte te recomiendo Villa de Alquézar, un hotel muy agradable ubicado en un edificio histórico en pleno centro.
Dónde: Alquézar.
El parque natural de la Sierra y los Cañones de Guara protegen un ecosistema muy especial de sierra prepirenaica. Además de ser una gran reserva ornitológica, la cantidad y variedad de sus cañones (más de 80) la han convertido en el mejor lugar de la península para practicar el barranquismo, una modalidad de montañismo que usa cuerdas y trajes de neoprenos para seguir el curso de los ríos de alta montaña por el mismo sitio que circula el agua, sorteando cascadas, saltos, pozas, caos de bloques y estrechamientos. ¡Adrenalina en estado puro! Una de las bondades de Guara es que tiene cañones para todo tipo de deportistas. El más sencillo es el del río Vero, que aún así exige una mínima preparación física. De tipo medio son el Formiga, el Gorgochón y los Oscuros del Balcés. Más exigente y para gente preparada, el Mascún superior y las Gorgas Negras. ¡No todo iba a ser beber y comer en Somontano! También hay aventura y contacto con la maravillosa naturaleza. Además del descenso de barrancos, hay cabida para el senderismo, rutas en BTT, escalada, vías ferratas, baños en pozas, ríos y embalses y deportes acuáticos. Encontrarás un montón de empresas de aventura que ofrecen descenso de barrancos en Guara; una recomendable es Guías de Bierge. Nunca te metas en uno de estos cañones sin experiencia ni material adecuado. Déjate llevar por guías especializados.
El parque cultural del río Vero es un singular espacio reconocido por sus valores naturales y culturales. Durante todo el año se pueden visitar los monumentos históricos y las numerosas cuevas de arte rupestre declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, con muestras de periodos paleolítico, levantino y esquemático. Recomendable la visita al Centro del Arte Rupestre en Colungo, en este enlace encontrarás información sobre las posibles visitas guiadas y un app muy útil para conocer e interpretar el patrimonio arqueológico y rupestre.