Huesca es la provincia más variada de Aragón. Un viaje de turismo en Huesca supone un tránsito extremo desde los llanura áridas de Los Monegros hasta los glaciares permanentes en los Pirineos. Castillos medievales, algunos de los picos más altos de la península, pueblos con encanto, bosques, el primer parque nacional español y una rica gastronomía aguardan al viajero. Te cuento qué ver y hacer en Huesca y su provincia. Tienes un mapa con la localización de los diversos lugares que te propongo al final.
Publicado por Paco Nadal el 09 de noviembre de 2021.
Aunque muchos viajeros pasen de largo y piensen que no hay nada que ver, la capital provincial merece y mucho una parada. Sobre todo, para maravillarte con su catedral, máximo exponente de la arquitectura gótica de la provincia. Un soberbio templo que destaca sobre todo el barrio antiguo de la ciudad. Lo primero que llama la atención es su portada, una delicada y escultural arquería gótica con catorce estatuas de apóstoles y santos. Magistral es también el retablo Mayor, obra cumbre de la escultura renacentista aragonesa. La torre primitiva tuvo que ser demolida. En su lugar se levantó el bello campanario rematado por un cuerpo de campanas octogonal que ahora vemos. Enfrente está el edificio del Ayuntamiento, un buen ejemplo del plateresco renacentista aragonés, fechado en 1577. Date un paseo por todo el barrio viejo, visita la plaza de la Universidad y sobre todo, siéntate un rato en alguna terraza de la plaza López Allué, más conocida como plaza del Mercado, el epicentro de la vida social oscense. Y no te pierdas en ella la tienda de ultramarinos La Confianza, todo un museo vivo que lleva sirviendo mercancía desde 1871 (dicen que es la más antigua de España).
Situado en la Hoya de Huesca, a solo media hora en coche de la capital, el de Loarre es en mi opinión, uno de los castillos más bonitos de España. ¡Y eso que tenemos castillos para aburrir! Fue construido en el siglo XI, en tiempos del rey navarro Sancho el Mayor, para fortificar la inestable frontera pirenaica frente al enemigo musulmán de la llanura oscense. De forma milagrosa, este castillo altivo y solitario sobre un espolón de roca ha llegado a nuestros días como el mejor ejemplo de arquitectura civil y militar románica. Su excelente grado de conservación se debe a que la frontera entre esoss dos mundos -cristiano y musulmán- se desplazó pronto más al sur y las tropas y los monjes agustinos que lo habitaban lo dejaron para trasladarse al castillo de Montearagón. Loarre quedó relegado a un papel segundón de residencia feudal en un territorio de retaguardia. Una joya de la arquitectura románica europea donde se han rodado numerosas películas, entre ellas The Kindom of heaven, de Ridley Scott, o Miguel y William, de Inés París.
Muy cerca de Loarre (aunque tendrás que bajar a Ayerbe para retomar la A-132) está otro de los lugares más visitados de la provincia de Huesca. Un icono de su naturaleza: los Mallos de Riglos. Unas gigantescas peñas aisladas y de paredes verticales parecidas a mazorcas de maíz que empequeñecen el paisaje. Son en realidad formaciones de gravas cementadas, producto de la erosión sobre las morrenas de los glaciares que bajaban del Pirineo. Los Mallos de Riglos han sido la escuela de generaciones enteras de escaladores españoles, como la de los célebres Rabadá y Navarro, muertos en la pared norte del Eiger (Alpes suizos) en 1963 y a los que está dedicado el monumento de la entrada del pueblo.En sus verticales paredes anida una de las mayores colonias de buitres leonados de toda España. A sus pies se extiende el pequeño pueblo de Riglos, encalado y silencioso, sin apenas ningún elemento que rompa sus hechuras de aldea montañesa. Existe un sendero circular que recorre toda la base de los Mallos y permite conocer la identidad de este territorio singular en la que también abunda otra formación típica de la comarca, las foces o cañones excavados en los paredones calizos.
San Juan de la Peña no es solo el más emblemático de los monasterios aragoneses; es también el más original porque no está en ningún llano despejado sino dentro de un abrigo de roca que parece cobijarlo con amor materno. Fue fundado en 1025 por Sancho el Mayor aprovechando una oquedad de la montaña prepirenaica en un paraje solitario y enigmático donde ya se refugiaban eremitas. Poco a poco fue creciendo hasta convertirse en un importante monasterio y primer panteón de los reyes aragoneses y navarros mientras la corona de ambos reinos permaneció unida. Los peregrinos que iban a Compostela por el Camino Aragonés, que más abajo, por el valle, se desviaban los 9 kilómetros de ascenso que separan el río Aragón del monasterio para visitar las reliquias allí conservadas. Una tradición que fue a más con la llegada al cenobio de los monjes franceses de Cluny, una de las órdenes que más contribuyó al desarrollo del Camino de Santiago. Una de las primeras construcciones fue una iglesia mozárabe, levantada hacia el siglo X compuesta por dos naves y otros tantos ábsides, en lo que aún se aprecia la decoración mural románica. Es uno de los lugares más bellos del monasterio. En la segunda planta se haya la cripta real de San Juan de la Peña, donde fueron enterrados nobles y reyes aragoneses y navarros. Pero sin duda el elemento más característico y sugerente de San Juan de la Peña es su famoso claustro, construido bajo el abrigo de roca conglomerada. Es de estilo románico y pese a su profunda restauración aún pueden verse muchos capitales originales del siglo XII y XIII.
Jaca es la capital de la Jacetania, puerta de los Pirineos y otro de los lugares imprescindibles de visitar en la provincia de Huesca. El valle del río Aragón, en el Pirineo oscense, fue siempre un paso pirenaico estratégico, de ahí las numerosas fortalezas que lo jalonan. Pero de todas, la más espectacular es la ciudadela de Jaca, una fortaleza defensiva de forma pentagonal construida por orden de Felipe II en 1592. Su misión era asegurar la frontera ante las revueltas y matanzas que se estaban produciendo en el lado francés durante las guerras de religión entre católicos y hugonotes protestantes. Un puente sobre el foso da acceso a la monumental portada, donde luce el escudo de armas de Felipe II. La puerta comunica con el gran patio central en torno al cual, y en la misma forma pentagonal, se distribuyen los barracones de la tropa y los oficiales. Ciudadelas pentagonales como ésta se construyeron muchas en Europa a lo largo del siglo XVI (en Pamplona quedan restos de otra), pero ésta de Jaca es la única que se conserva intacta. Su excelente estado de conservación se debe en parte a que nunca sufrió asedio ni combate. Y al hecho de que nunca perdiera su carácter militar. El Ejército español lleva en ella más de 400 años. Alberga un museo de maquetas militares y es una de las visitas turísticas clásicas de la ciudad.
Un conjunto de pequeñas iglesias se concentra a orillas del río Gállego, en la comarca oscense del Serrablo, muy cerca de Sabiñánigo. Durante mucho tiempo estuvieron abandonadas y desprotegidas, hasta que los expertos las dataron como la mejor muestra del arte mozárabe que había sobrevivido en las faldas de los Pirineos. Para otros podrían datarse como el primer románico aragonés. Desde mediados del siglo X y hasta finales del XI, los canteros oscenses mezclaron el arte musulmán local con el románico lombardo que llegaba a través de los Pirineos desde Europa para levantar una serie de pequeñas iglesias de una sola nave y ábside circular cuya belleza es comparable a su sencillez. De todas ellas, seguramente, la más bonita sea la de San Pedro, en Lárrade, con su planta de cruz latina y su elegante campanario. La de San Juan de Busa, que no tiene ni campanario ni ábside, es una de las más simbólicas, repleta de elementos decorativos mozárabes. También destacan las rosetas que adornan la fachada de la torre de San Bartolomé de Gavín. Para llegar a ellas tienes que ir de Huesca a Sabiñánigo por la autovía A-23. y una vez en Sabiñánigo, seguir la carretera local que va desde Sabiñánigo a Isún de Basa, Satué y Lárrede.
Una gran masa forestal de hayas y confieras se extiende al final de valle de Hecho, entre los macizos de Peñaforca y Bisaurín, en el Pirineo aragonés. Es la Selva de Oza, una verdadera joya de bosque autóctono pirenaico. El clima atlántico montañoso permite la existencia de este bosque mixto entre el haya, la especie dominante, y el abeto blanco, que aguanta estoico las temperaturas. Para llegar, sigue desde el pueblo de Hecho la carretera A-210 hacia Siresa. Cruzarás la Boca del Infierno, un estrechamiento del río Aragón Subordán en el que las paredes casi llegan a tocarse. A la salida del desfiladero se puede ver un trozo bien conservado de la antigua calzada romana que unía Cesaragusta con la comarca gala del Bearn, así como el complejo monacal de San Pedro de Siresa, una fundación carolingia fechada en el año 830.
El de Ansó es el último valle del Pirineo de Aragón por occidente y eso le confiere un carácter especial. Aquí se conserva la fabla ansotana, una rica tradición de vestuario regional, magníficas casonas de piedra y tejado de lajas de arcilla cocida y un excelente patrimonio natural. En la iglesia de San Pedro hay un pequeño museo de trajes ansotanos. En este templo, el edificio más voluminoso del pueblo, se firmó en 1375 el famoso Tratado de las Tres Vacas para acabar con las disputas de pastos entre el Roncal y el Bearn, que dio origen a la fiesta homónima en la muga roncalesa., aparte de arte sacro, se pueden contemplar diferentes tipos de trajes típicos. Al norte de Ansó está Zuriza, uno de los mejores hayedos del Pirineo. Para llegar, desde Huesca sigue la A-132 hasta Puente la Reina de Jaca, luego toma la A-1602 en dirección Ansó
Ordesa, el más célebre de los parques nacionales españoles, fue creado el 16 de agosto de 1918 (el segundo espacio protegido de España, tras la montaña de Covadonga) para salvaguardar uno de los ecosistemas más bellos y singulares de la cordillera pirenaica. 15.000 hectáreas de valles de origen glaciar, varios picos de más de 3.000 metros, espesos bosques de hayas y otras frondosas, 65 especies distintas de aves y 32 de mamíferos son la tarjeta de visita del espacio natural que más visitas recibe en el Pirineo (lo que ha obligado a poner unas cuotas diarias de acceso). Aunque la entrada más conocida y popular es por Torla, donde está el Centro de Visitantes, el parque nacional de Ordesa y Monte Perdido ocupa también el valle de Pineta, parte del cañón de Añisclo y la sierra de las Cutas. Un mundo vertical y de alta montaña dominado por el macizo de Monte Perdido (3.355 m), en el que el visitante puede ver, como en un libro a cielo abierto, todos los pisos ecológicos de la cordillera pirenaica, desde las cimas desnudas de roca, donde el agua de lluvia y deshielo se filtra por multitud de cavernas, hasta el fondo de los valles cubiertos por densos bosques, donde el agua reaparece para formar bellas cascadas.
El río Yaga, un afluente del Bellós, excavó poco después de su nacimiento una de las gargantas más espectaculares y desconocidas del Pirineo central. Fisuras de más de 200 metros de profundidad que el río talló aprovechando las fracturas del terreno. Buena parte del desfiladero está incluida en el parque nacional de Ordesa. Si quieres visitar estas gargantas, desde Escalona sigue la misma dirección que en el post anterior hacia el cañón de Añisclo (la HU-631), pero nada más empezar toma un desvío a la derecha que marca Puértolas y Escuaín. Una vez en esta última aldea, sigue una senda que desciende por un bonito bosque de hayas hasta la surgencia del río Yaga. Escuaín es un típico ejemplo de núcleo rural pirenaico perdido entre cantiles y gargantas. Desde el pueblecito sale otra senda que conduce a dos miradores naturales sobre las gargantas del río, donde es fácil ver volar a algún quebrantahuesos, un ave osteófaga extinguida en casi toda Europa que mantiene en los Pirineos uno de sus últimos bastiones naturales.
Un desvío de la carretera A-138 entre Aínsa y Bielsa a la altura de Escalona da acceso al valle del río Bellós y al cañón de Añisclo, estrecha garganta que desagua en el Cinca y que forma alguno de los parajes más sugerentes y atractivos del Pirineo central. La carretera principal sigue el curso del río Bellós, pegándose como una lapa al acantilado, sorteando cascadas, congostos y altas paredes de roca. A veces la cinta de asfalto resulta tan estrecha que no caben dos coches a la vez, lo que ha obligado a regular el tráfico en verano y en épocas de afluencia masiva; en esas circunstancias, la dirección obligatoria de subida es la que llevamos, desde Escalona hacia Fanlo, y la de bajada se desvía por Buerba y Vió, dos atractivos núcleos pirenaicos en la margen derecha del Bellós. Se va ascendido entre encinas, tilos, avellanos, arces, pinos, bojes y otras especies autóctonas de la vegetación pirenaica. Tras San Urbez, un ramal lateral lleva a Nerín, aldea colgada en los perfiles de la sierra de las Cutas que a buen seguro estaría abandonada hace años de no ser por el poder revitalizador del turismo. Merecería la pena subir aunque solo fuera por las fenomenales panorámicas que ofrece sobre valle del río Bellós. Carretera arriba otro desvío lleva a Fanlo, la capital del valle y una de las localidades más deliciosas de todo el Alto Aragón, no tanto por su monumentalidad como por su ubicación. Aunque el turismo y las segundas residencias ya empiezan a alterar el entramado urbano original estropeando parte de su encanto, sus calles aún muestran la más sencilla y deliciosa arquitectura pirenaica aragonesa.
Hasta el siglo XVI, Aínsa fue una ciudad próspera que explotaba su condición de eje natural de caminos pirenaicos. Diversos avatares políticos y económicos obligaron a buena parte de la población a emigrar. Y los que quedaron se fueron bajando al llano, más cerca de la carretera. Por eso el casco antiguo, doblemente amurallado, quedó a salvo de modernizaciones y reformas urbanísticas que hubieran malogrado lo que hoy se considera el entorno medieval mejor conservado del Pirineo aragonés. La estructura urbana del viejo Aínsa es muy simple: dos plazas, dos calles que las unen en una ida y vuelta sin fin, una iglesia y, enfrentado a ésta, un castillo. El elemento que más destaca entre todo este entramado medieval es la iglesia de Santa María, antigua colegiata que atrae por la sencillez de líneas y armonía de unos espacios desnudos que sólo los canteros románicos sabían crear. Ni una sola columna ni un solo contrafuerte sustentan la bóveda de cañón del templo, a pesar de que alguna de sus piedras tiene más de metro y medio de largo y varios centenares de kilos de peso. El claustro, construido posteriormente, quizá entre los siglos XIV y XVI, no tiene forma cuadrada, como sería de esperar, sino que ajustó como pudo su planta irregular al exiguo espacio que quedaba entre la torre, la muralla y la iglesia.
Roda de Isábena se hizo famosa en finales de los años 70 cuando el famoso ladrón de obras de arte Erik el Belga expolió su catedral. Muchos españoles se enteraron a raíz de ese suceso que Roda de Isábena tenía uno de los templos más hermosos del Pirineo, joya del arte aragonés que acogió el primer obispado del Condado de Ribagorza, además de un casco histórico digno de un decorado medieval. En torno a esa catedral, levantada por canteros aragoneses y navarros hacia 957, se aglutinó buena parte de la reconquista de lo que luego sería el condado y reino de Aragón. Aún hoy muestra una magnífica mezcla de estilos. Desde la cripta visigótico-mozárabe, perteneciente a la primera fase constructiva del templo, hasta la torre y el atrio de estilo barroco y sobre todo la nave principal, de estilo románico-lombardo. La joya es el claustro, construido en el siglo XII según los patrones románicos.
Guara es una sierra prepirenaica a la que se acede desde Barbastro. Es famosa por los barrancos que la atraviesan, una de las mejores zonas de Europa para la práctica del barranquismo. Pero ademas de este deporte, Guara ofrece una fauna, flora y recursos naturales muy particulares. Y pueblos singulares. Rodellar, al pie de los cañones de los ríos Alcanadre y Mascún, es uno de los más encantadores, con sus sencillas casas de muros recios. También Adahuesca, donde está uno de los centro de interpretación e información de la sierra. Aunque el más famoso y visitado es Alquézar, que con sus calles medievales es otro de los pueblos con más encanto de Huesca. El conjunto de colegiata y castillo es el monumento más visitado de Alquçezar. Abajo se despliega el pueblo en forma de media luna para adaptarse al terreno, un laberinto de calles morunas con aromas de judería y de mercadillo medieval, sobre todo en la plaza Vieja, donde desembocan todas las calles y donde se puede contemplar todo un muestrario de columnas y capiteles en sus soportales, dedicados durante años al mercadeo. La completa rehabilitación de sus viviendas, todas de ladrillo mudéjar y teja de adobe, logra componer una de las estampas urbanas más bellas de Aragón. Alquézar es el centro turístico de la sierra por excelencia, capitalidad que se nota en el ambiente de sus calles, los muchos negocios de recuerdos y hostelería que ofrece y la cantidad Y está también la entrada a las Pasarelas del Vero (información y venta de entradas, aquí) un recorrido por pasarelas metálicas ancladas a las paredes de este río que permiten hacer una ruta senderista muy accesible para todos los públicos por el interior de uno de los cañones más famosos de Guara.
Huesca es sin duda la provincia más variada de Aragón. Además, en sus límites se levanta el macizo central del Pirineo, con las cimas más altas y los valles más famosos, entre ellos los protegidos bajo el figura del Parque Nacional de Ordesa. Estos serían 14 lugares imprescindibles que no deberías perderte, aunque hay muchos más.