El encanto de Cusco y sus alrededores es incuestionable. Pero la mayoría de turistas se limita a recorrer la ciudad, las ruinas incas más cercanas -como Sacsayhuamán- más la típica excursión al valle Sagrado y por supuesto una entrada a Machupicchu. Sin embargo, la región está llena de sitios arqueológicos, parajes naturales y rutas senderistas por las que acceder a rincones espectaculares —y poco explotados— de los Andes. Estas son mis recomendaciones por si quieres conocer otro Cusco menos masificado.
Publicado por Ida Plaza el 26 de noviembre de 2018.
En quechua waqra significa cuerno y pukara, fortaleza. Waqrapukara o la fortaleza con forma de cuerno está en el distrito de Pomacanchi, en la provincia de Acomayo, a unos 115 kilómetros de Cusco. Un sitio arqueológico de estampa espectacular que data de la época preincaica y con una rica historia destinado al culto de deidades. Se puede visitar en un día, siempre que salgas de Cusco de madrugada, ya que es necesario primero el traslado en vehículo hasta la comunidad de Wayqui, desde donde se emprende una caminata de siete kilómetros (unas 3 horas y media) hasta alcanzar el sitio arqueológico. Durante el recorrido alucinarás con la imponente geografía de los Andes, además de con la flora (hay orquídeas, cactus y el característico ichu o paja brava) y la fauna (cóndores, águilas, aguiluchos, vicuñas, zorro andino, llamas, alpacas en manadas y gansos andinos). Interesante también viistar las zonas agrícolas de cultivos locales (patatas, habas, trigo, ollucos y ocas) que representan el sustento de las comunidades que habitan este territorio. De paso puedes hacer una parada también en la laguna de Pomacanchi. Una estampa digna de ver. El ingreso a Waqrapukara es libre.
Este desconocido conjunto arquitectónico inca está ubicado al noroeste de la ciudad de Cusco, a 3.550 metros de altitud sobre el valle Sagrado, en la cuenca del rio Urubamba. Se dice que fue el inca Wiracocha quien encargó su construcción para disfrutar de una especie de jubilación tras sus años de gobierno en el Tahuantinsuyo. Huchuy Qosqo significa “pequeño Cuzco” y el nombre no es casual: la estructura tiene una distribución urbana y arquitectónica similar a la de la ciudad de Cuzco (pero en pequeño). También se le conoce como Qaqyaqhawana, que en quechua sería “desde donde se observan los rayos”. Un nombre también acertado porque su ubicación sobre el valle le permite ser testigo directo del espectáculo que se monta cuando las tormentas azotan esta zona. La exquisita arquitectura de adobe y piedra exhibe un excelente trabajo topográfico, cosa a la que ya los incas nos tienen acostumbrados. Los clásicos andenes rematan al borde de los precipicios, cayendo verticales sobre el valle formando así explanadas de uso ceremonial. Es un destino perfecto para hacer un trekking, ya que no hay carretera hasta el yacimiento. El acceso más fácil es contratar un servicio de transporte en Cuzco hasta Lamay (una hora de trayecto) y desde allí seguir a pie los carteles indicadores de Huchuy Qosqo; son dos horas (unos 4,5 kilómetros) de pura subida, pero vale la pena solo por disfrutar de los hermosos paisajes. Si quieres despreocuparte siempre tienes la opción de hacer la ruta con transporte y guía. Te recomiendo aclimatar unos días en Cusco antes de emprender la caminata.
Si un yacimiento arqueológico osara hacerle la competencia a la ciudadela de Machupicchu, sería sin duda Choquequirao. Es el gran tesoro oculto del sur de Perú. Este poderoso y bellísimo complejo arqueológico ubicado en un nudo de la cordillera Vilcabamba, en plenos Andes, a 169 kilómetros de Cuzco, fue una ciudad andina integrada dentro de la red de caminos incas. Aunque su función no está del todo clara, lo más aceptado hoy día es que pudo ser desde un centro cultural y religioso hasta un cruce de caminos estratégico que conectaba la selva con otros lugares del imperio incaico. Fue también un punto de resistencia durante la colonia frente al avance de los conquistadores y sirvió de refugio a los indígenas en el siglo XVI. La belleza de la visita empieza mucho antes de alcanzar la ciudadela y sus andenes, porque llegar a Choquequirao no es sencillo. Hay que caminar 63 kilómetros entre ida y vuelta; un trekking de cuatro o cinco días dependiendo del estado físico. La ruta parte desde el poblado de San Pedro de Cacho, un pueblito colonial de casas de adobe, donde se contratan mulas y guías para la aventura. Durante la visita a la ciudadela te recomiendo apreciar el sistema de andenería y riego, las dormitorios y templos —similares a los de Machupicchu— y la serie de muros de piedra con iconografía de camélidos. El paisaje que rodea la caminata es de vértigo: valles, cañones, cumbres y asentamientos rurales decorados por una vegetación andina subtropical. Si te animas a visitar Choquequirao, te dejo esta ruta organizada para que te resulte más fácil llegar hasta ella.
Tal vez uno de los caminos más desconocidos del valle Sagrado, pero que en los últimos tiempos ha ido cobrando importancia por ser una excelente alternativa al tan solicitado Camino Inca. La ruta a Lares encierra una experiencia inolvidable y ofrece mayor disponibilidad a la hora de la reserva. Es conocido también como el circuito de las tejedoras porque las comunidades andinas que atraviesa son famosas por la tradición de sus tejidos y todo lo que esa técnica conlleva. Al haber recibido menos turismo que otras zonas del valle Sagrado, este valle de Lares mantiene más autenticidad. Es posible apreciar de cerca las costumbres y estilo de vida del poblador andino: cultivos, pastoreo y producción textil. Es un trekking de dificultad media que empieza habitualmente en la población de Calca, a unas dos horas por carretera al norte de la ciudad de Cusco. Se necesitan tres días/cuatro noches para completarlo. A lo largo de toda la caminata se observa la cordillera en su máximo esplendor: picos nevados, restos arqueológicos, lagunas, baños termales y pueblos andinos de cultura quechua. Recomendable aclimatación previa, pasando unos días en Cusco. Hay empresas que lo organizan combinándolo con un desplazamiento final en tren desde Ollantaytambo para visitar la ciudadela de Machupicchu.
Más conocida como la montaña de los Siete Colores o Vinicunca (cerro de colores, en quechua) este nevado de 6.372 metros de altura es la quinta montaña más alta del Perú. Pero tranquilo, la propuesta no es llegar a la cumbre. El Ausangate es un apu de gran importancia dentro de la cosmovisión andina, pues se le atribuye el origen del agua. La peculiar pigmentación de sus laderas se debe a la presencia de diversos minerales y rocas que, por una de esas casualidades geomorofológicas, sedimentaron como un sándwich de varias tonalidades. Hoy es una de las excursiones más demandadas de la región. Se ubica a 100 kilómetros al sudeste de la ciudad de Cusco, en el distrito de Pitumarca, provincia de Canchis. Hay dos formas de visitarla. Una es en una excursión organizada de un día partiendo de Cusco y la otra, mediante un trekking (exigente) de varios días, recorriendo antiguas trochas incas, atravesando pueblos de agricultores y disfrutando de los nevados, de los cañones andinos y de los valles donde pastan llamas y vicuñas. Para ambas opciones te recomiendo haber hecho una correcta aclimatación previa de al menos de cuatro días en Cusco y alrededores. La temporada ideal para visitar esta montaña de colores abarca de abril a octubre y las temperaturas pueden oscilar entre los -5°C y 22°C.
El Salkantay, esa gran montaña salvaje, sagrada y hermosa de 6.271 metros de altitud, es todo un icono dentro de la geografía andina y una joya para los amantes del trekking. Conocida por su alta dificultad técnica entre los andinistas, sin embargo ofrece trekking bellísimos y de dificultad asumible por la red de senderos de sus laderas y valles. La más solicitada: una caminata de cuatro/cinco días que se inicia habitualmente en Mollepata, sobre el río Apurímac —a 90 kilómetros, dos horas y media, de Cusco— y termina en Chilca (en el kilómetro 76 de la línea férrea a Machupicchu), sobre el río Vilcanota. Desde ese punto se puede seguir en tren hasta la ciudadela de Machupicchu. El nivel de dificultad del trekking al Salkantay es similar al del Camino Inca clásico. Durante el recorrido se van viendo como telón de fondo dos picos imponentes, el Umantay y el Salkantay, que dominan un paisaje típico andino punteado por la fauna autóctona de la zona —desde vizcachas y alpacas hasta cóndores—. Un pedazo de aventura para amantes de la naturaleza y de los lugares pocos trillados. Aquí te dejo la opción de ruta organizada, por si te da más tranquilidad. La mejor época va de abril a octubre.
Una excursión poco habitual aún entre los turistas que te llevará por el sudeste de Cusco, visitando lagunas andinas y pequeños ojos de agua, así como campos de cultivo en el soberbio entorno de las cordilleras. Sus nombres son Pomanchi, Acopia, Asnaqocha y Pampamarca y cada una tiene su particular atractivo, ya sea por la fauna que la rodea, el pueblo local que habita cerca, los recursos minerales de sus aguas o el propio entorno natural que la envuelve. Por si acaso, aviso que Asnaqocha en quechua significa laguna maloliente y aunque las razones del olor sean por razones naturales, que no te coja desprevenido. Se visitan por carretera, pero hay que contratar un transporte en Cusco. Otra alternativa, es siempre coger un tour con los servicios de transporte y guía incluidos. Además de las lagunas, te recomiendo la visita al puente de Queshuachaca, declarado Patrimonio de la Humanidad. Es un vado de casi 29 metros de largo de época incaica sobre el río Apurimac confeccionado solo con ichu, un pasto vegetal típico del altiplano. Una joya de la ingenieria de caminos inca que desde aquellos lejanos tiempos hay que renovar y reparar cada año (en junio) con nuevas fibras de ichu, ritual que dura cuatro días y que está a cargo de artesanos de las comunidades cercanas; toda una tradición que perdura con el paso de los siglos.
Es el resultado del deshielo del nevado Humantay, de ahí la belleza del color verde turquesa de sus frías aguas. Ubicada en el distrito de Mollepata, en la provincia de Anta, a unos 100 kilómetros de Cusco, se transita junto a ella durante el trekking al Salkantay, pero también es accesible en excursión de un día, saliendo de la ciudad de Cusco. Aunque implica un madrugón de órdago, merece la pena. El vehículo pasa por los poblados de Mollepata, Challacancha y Soraypampa; luego hay que dejar el coche y seguir a pie dos horas (siete kilómetros, aproximadamente) hasta alcanzar la laguna. Es recomendable aclimatarse previamente a la altura; la exigencia de la caminata es media y la pendiente va aumentando poco a poco. Pero la recompensa de ver la laguna con el imponente nevado Salkantay de fondo justifica todo esfuerzo.