Mallorca, la más grande de las Islas Baleares, es uno de los lugares más turísticos del Mediterráneo. Hay mucho que ver en Mallorca: sus playas y aguas transparentes, la catedral de Palma, pueblos con encanto como Deià o Valldemossa… Todo ello la han convertido en un destino de fama internacional. Pero más allá de esos tópicos, Mallorca es, sobre todo, una isla de naturaleza exuberante, la síntesis de todas las esencias del Mediterráneo. En este post te cuento nueve lugares para visitar en Mallorca relacionados con la naturaleza, ya sea en superficie, subterránea o submarina.
Actualizado por Paco Nadal el 23 de diciembre de 2022.
Si vas buscando esa otra Mallorca natural, más allá de las calas, las playas y el hedonismo que la han hecho famosa, tienes que empezar tu visita por el Pla. El Pla es la Mallorca rural de olivos, algarrobos y molinos de viento. La gran llanura del sur de la isla delimitada por la línea imaginaria que traza la carretera entre Palma y Alcudia. La mejor manera de abarcar el Pla es subir hasta el monasterio de nuestra señora de Cura, una montaña entre Algaida y Llucmajor, desde la que se domina una magnífica panorámica de la isla mallorquina. A la montaña se le conoce como la de los tres monasterios, por los tres recintos sagrados que alberga. El de Santa María de Gracia, levantado hacia el año 1.500 bajo una oquedad de la pared; la ermita de San Honorat y el famoso santuario de Nuestra Señora de Cura, que domina la cima. Cura es uno de los lugares emblemáticos de la cultura mallorquina, muy relacionado con el escritor y humanista mallorquín Ramón Llul. En el interior del monasterio se conserva el Aula de Gramática en la que se enseñó latín y humanidades desde mediados del siglo XV. Para llegar, toma desde Palma la MA-15 dirección Manacor; tras Algaida, hay un desvío señalizado a la derecha que lleva el Santuari de Cura.
La sierra de la Tramuntana, Patrimonio de la Humanidad, es uno de los tesoros ecológicos de Mallorca. Se extiende desde el suroeste de la isla hasta el extremo norte, en la bahía de Pollença, donde se rinde por fin ante la evidencia del Mare Nostrum. Se podría decir que la Tramuntana es la percha geológica sobre la que se cuelga este islote de ensueño que es Mallorca. La sierra divide a Mallorca en dos mundos bien diferentes. Frente a los campos suaves del Pla, la costa norte aparece como un terreno quebrado, montañoso y aislado en el que se conservaron en mayor medida las señas de identidad de la isla, tanto paisajísticas como arquitectónicas. Una buena ruta para adentrarse en ella es salir de Palma por la autovía PM-1 en dirección Andratx, para ver los acantilados y playas de la esquina más occidental de la isla: Port d’Andratx, Sant Elm y la isla de Dragonera. A partir de Andratx la ruta sigue la C-710, una carretera estrecha y de montaña que recorre toda la fachada marítima del norte de la isla. Es una ruta lenta y con muchas curvas, pero permite deleitarse con el placer de la conducción y disfrutar de unas vistas increíbles. Olivos y algarrobos salpican los campos ocres mientras que muros de piedra seca, un tipo de construcción muy típico de las Baleares.
Uno de los lugares más salvajes y bellos de la isla. El cabo Formentor se adentra en el Mediterráneo como un baluarte de piedra que defendiera el extremo norte de la isla mallorquina. Casi 170 metros de pared vertical que quitan el hipo. Para señalizar tan acusado accidente y aprovechar una atalaya natural tan ventajosa se inauguró en 1863 el faro de Formentor, una construcción de base cuadrada rematada por una torre cilíndrica de 24 metros de altura desde la que se divisa toda la costa de Pollença y, en días claros, hasta la isla de Menorca. La carretera que recorre el cabo y las vistas desde el faro son una de las mejores experiencias visuales que el viajero se puede llevar de la isla de Mallorca. A 88 km de Palma por la MA-13, vía puerto de Pollença.
El archiduque Luis Salvador, hijo de los grandes duques de Toscana y miembro de la familia imperial austrohúngara, llegó a Mallorca en 1867. Tenía 20 años y se enamoró de tal manera de la isla (y de alguna isleña, en concreto), que pasó largas temporadas en ella y le dedicó buena parte de su vida y su fortuna. Quizá su legado más mediático son las mansiones que reformó o construyó, como Son Maroig o S'Estaca (actualmente propiedad del actor Michel Douglas), pero también se preocupó por la naturaleza. Para disfrutarla mandó construir esta senda que asciende desde Valldemossa hasta el pico Teix por los más bellos paisajes y acantilados de la sierra de Tramuntana, una de las obras de ingeniería civil en la que más empeño puso el archiduque. Su recorrido permite descubrir un mundo cargado de aromas mediterráneos a romero y tomillo que nada tiene que ver con la Mallorca más tópica de playas y grandes hoteles. El sendero del Archiduque tiene ocho kilómetros de longitud para los que se necesitan 2 horas y 45 minutos y es circular, con salida y llegada en Valldemossa. Nace al final del Carrer des Olivers, a las afueras de Valldemossa.
El litoral mallorquín está circunvalado por una red de senderos (Sa costera) que fueron utilizados tradicionalmente por carboneros, pescadores o carreteros. Estas sendas pegadas a los acantilados constituyen la mejor manera de acercarse a los escabrosos parajes costeros de la isla, en especial a los de la zona norte, cuya complicada orografía impide en la mayoría de los casos el acceso con vehículo. Uno de ellos es este sendero que une Es Port des Canonge y Banyalbufar, una coqueta población agrícola al noroeste de la isla, que crece entre terrazas abancaladas y muros de piedra seca, tan tradicionales en la construcción mallorquina, a los pies de la Mola de Planici. Un paseo muy sencillo y cómodo (10 kilómetros de longitud), sin apenas desnivel al que los locales conocen como Sa Volta des General y que permite inmiscuirse en los más profundos secretos de los acantilados de la costa norte mallorquina. Es Port des Canonge está a 23 km de Palma. El sendero nace en el aparcamiento situado al final de la carretera asfaltada, junto a la rampa que baja al puerto y la playa. Es un sendero lineal, por lo que o se prevé un coche de vuelta al final o de deshace a pie el camino.
Como ejemplo de las muchas calas y playas salvajes que tiene la isla recomendaría esta que, más que una una playa al uso, es la desembocadura del espectacular barranco de Pareis y divide en dos los acantilados de la costa norte mallorquina. El riachuelo que baja por la quebrada va a unirse al mar en una cala de piedrecillas redondeadas y apariencia sobrecogedora en el silencio húmedo y verdoso que forman las enormes paredes de más de 200 metros de altura que la cierran. El Torrent de Pareis tiene unos tres km de longitud y se ha convertido en una excursión clásica para los amantes del senderismo en la isla. Por sus condiciones orográficas y climáticas tan especiales alberga unas 300 especies de plantas, de las que unas 30 son endémicas de las Baleares. El recorrido es de cinco km, con un desnivel acumulado de 630 m, que obligan a caminar entre cuatro y cinco horas. Para acceder, desde Escorca, en el norte de la isla, sigue por la carretera del pantano de Gorch Blau; allí toma el desvío a Sa Calobra. Luego, tras pasar un túnel, aparece un sendero que da acceso al barranco.
Mallorca es uno de los destinos favoritos para la observación de aves, porque su privilegiada situación en medio del Mediterráneo la convirtió en un paso estratégico en todas las rutas migratorias. Más de 350 especies de aves usan la isla como refugio habitual o como zona de descanso en su peregrinar entre Europa y África. Las mejores épocas para la observación de aves son primavera y otoño. Para saber más de esta actividad y cuáles son las especies según la temporada te recomiendo visitar el Centro Ornitológico La Gola, ubicado en un pequeño humedal que se restauró en el Port de Pollença, el primer centro ornitológico de turismo ornitológico de Baleares.
Como buen territorio calizo, Mallorca está horadada por infinidad de cuevas y simas. Muchas de ellas tan grandes y bellas que se convirtieron hace tiempo en un recursos turístico más. Te sonarán por ser la más famosas y por su lago subterráneo, las cuevas del Drach, en Portocristo. Y quizá también las cuevas de Artá, en un acantilado de la playa de Canyamel. Pero además de estas, hay otras muchas cuevas naturales accesibles para visitas turísticas, tan interesantes como aquellas y menos masificadas, como las cuevas de Campanet, con restos paleontológicos, las cuevas del Hams y sus increíbles formaciones arborescentes y las cuevas de Génova, cercanas a la ciudad de Palma.
Mallorca es un paraíso también para los amantes del submarinismo. Podríamos delimitar la costa en tres sectores. El litoral suroeste (bahía de Palma / Calviá / costa suroeste) es conocido como la costa de la Calma por la suavidad de las corrientes y la bonanza del tiempo. Esto unido a unos fondos poco contaminados hace que abunden los puntos de inmersión. El más original es la isla del Sec, en la bahía de Palma, un islote al que acude a diario un minisubmarino cargado con turistas que observan la abundante vida . Otra isla cercana al litoral es Porrassa, con fondo a 14 metros y condiciones muy buenas para iniciación, como también lo es la isla del Toro –aunque aquí los fondos bajan hasta 40 metros–, la Punta Cautius, la Punta de s’Estaca y El Vallecito, una inmersión fácil y de poca profundidad. Imperdonable sería también no hacer las inmersiones en la isla Dragonera, una de las zonas más inmaculadas de Baleares, con fondos vírgenes y aguas cristalinas. El lugar más atractivo es la cueva Dragonera, en la cara norte. La boca está a unos 18 metros de profundidad y en su interior se desarrolla una zona con cámara de aire que permite quitarse el equipo. En la costa sur y la reina de las inmersiones en esta zona del litoral mallorquín es la isla de Cabrera (ver despiece). Ya en la costa este es aconsejable sumergirse en el Cap Llebeig, conocido también como la inmersión de los meros por la media docena de gigantescos ejemplares que esperan dócilmente a los visitantes a unos 25 metros de profundidad. En la costa este abundan las calas con paredes acantiladas y cuevas de fácil acceso, con inmersiones para todos los niveles, como Cala Ratjada, el bajo de las Morenas, la cueva del Congrio o la cala de Porto Cristo. Finalmente, en la bahía de Pollença, frente a los fondos arenosos y poco atractivos de la vecina bahía de Alcudia, se revela como uno de los lugares más atractivos para el buceo en el norte mallorquín. Cuenta con aguas muy limpias, visibilidad media de 25 metros y gran cantidad de especies mediterráneas, desde meros a barracudas, sargos y morenas.
Estos lugares que marco en el mapa son mis imprescindibles en la naturaleza mallorquina. Espero que en cuanto los visites sean también los tuyos. ¡Buen viaje!