La Costa Brava es mucho más que playas y calas de aguas transparentes. Pueblos medievales muy bien conservados, actividades de naturaleza, fiestas y buena gastronomía te esperan en esta zona privilegiada del litoral catalán. Pura esencia mediterránea.
Publicado por Paco Nadal el 14 de noviembre de 2017.
Por extraño que parezca, el casco histórico de Girona, uno de los mejores recintos medievales de Cataluña, no ha sido tan publicitado ni loado como se merece. No es extraña por tanto la mayúscula sorpresa que se llevan muchos viajeros cuando se sumergen por primera vez en las estrechas calles del el Call -como se denomina en catalán a las juderías- u observan a vista de pájaro la urdimbre de esta ciudad de piedra desde el adarve de la muralla. La Força Vella, el primitivo recinto medieval, y la contigua Força Nova, la ampliación gremial y burguesa, forman uno de los conjuntos monumentales más importantes de Cataluña. Dominando todo este conjunto histórico desde una posición privilegiada, la catedral de Girona condiciona la línea del horizonte urbano con su silueta blanca, sobria y cuadrangular.
Tossa es sin lugar a dudas el pueblo más bonito e interesante del sur de la Costa Brava. La Vila Vella, la vieja puebla medieval, se conserva aún en perfecto estado en un espolón de piedra que se adentra en el mar, rodeada casi por completo por una sólida muralla almenada. Es la única villa costera de la Edad Media que ha llegado a nuestros días casi intacta en toda Cataluña. Tras pasar el gran portón adovelado aparecen calles estrechas y empinadas de urbanismo típico del medievo, casas de piedras centenarias, muchas de ellas originales de los siglo XV y XVI, aún con ventanas góticas; y viales de cantos rodados por los que solo se puede transitar a pie. La mayoría de espacios están dedicados al comercio y restauración.
Si hubiera que dar un premio al rincón más sorprendente e inesperado de la Costa Brava sería sin duda para esta localidad del municipo de Palafrugell uno de los pueblos más bonitos y mejor conservados del litoral catalán. Lugares como la playa del Port-Bo, con sus casitas bajas encaladas, sus soportales y sus barcas de vela latina varadas en la arena al atardecer traen la imagen soñada con la que todos hemos idealizado alguna vez la Costa Brava. Todo el frente marítimo del pueblo está hecha a base de casitas blancas de poca altura repartidas por las colinas, respetando el estilo mediterráneo. No hay nada que desentone en este urbanismo responsable. El pueblo tiene varias playitas pequeñas (playa d'en Calau, port de la Malaspina, La Platgeta...) unidas por un paseo de madera al que se asoman numerosas terrazas y restaurantes.
Es uno (si no el que más) de los pueblos más turísticos de la Costa Brava, lleno de visitantes en temporada alta hasta límites insospechados. Aún así, hay que ir a conocer este núcleo urbano intacto, que representa como ningún otro el urbanismo medieval de una villa fortificada ampurdanesa. El gran escritor catalán Josep Pla pasaba largas estancias de descanso en esta hermosa localidad. Vivía en una masía a las afueras, pero subía a diario hasta el mirador del Pedró. Se sentaba en una piedra plana que aún se conserva y pasaba largas horas escribiendo. Una vez, en una entrevista, le preguntaron con qué paisaje de los muchos que había visto en sus viajes se quedaría. Pla contestó: "El paisaje que más me ha impresionado es el que se ve desde el campanario de Pals. Es un paisaje que no tiene fallos en sus 360 grados. Un paisaje agrario productivo, que es como han de ser esta clase de espectáculos".
El Alt Empordá y la Costa Brava no se entenderían sin Salvador Dalí. Su Teatre-Museu, en Figueres, donde está enterrado; su casa de veraneo en Port Lligat, y el castillo de Pubol, donde reposan los restos de Gala, forman el llamado Triangulo Daliniano: la mejor ruta para entender al genio del surrealismo. En la vivienda de Port Lligat se conservan las estancias, mobiliario y enseres originales de cuando vivía aquí con su esposa Gala. Hay que hacer reserva previa para visitarla; en temporada alta incluso con muchos días de antelación. El vehículo hay que dejarlo en un aparcamiento disuasorio junto a la carretera de acceso.
La Costa Brava está llena de playas maravillosas. Difícil decantarse por una. Pero si hubiera que hacerlo podría ser sin duda este enorme arenal abierto y salvaje que se ha convertido en meca de los amantes del kite surf y el wind surf. Aunque tiene diversos nombres, según por donde se acceda, es el mismo arenal que se prolonga durante 40 kilómetros desde Sant Martí d'Empuries, al sur, hasta Empuriabrava y el parc dels Aiguamolls, al norte de Sant Pere. Solo siete de esos kilómetros quedan dentro del término municipal de Sant Pere Pescador. Un enorme y precioso espacio litoral de arena fina donde siempre hay un hueco libre, incluso en temporada alta. La playa de Sant Pere fue uno de los primeros lugares donde se empezó a practicar el kitesurf en España; llegan tantos aficionados que ha habido que acotar la práctica de este deporte de deslizamiento a solo dos zonas concretas en ambos extremos: uno de la playa de Cortal de la Devesa y otro en playa Can Martinet.
Un lugar hechizante, formado por rocas negras y amenazantes que aumentan las sensación de fin del mundo. El Cap de Creus - a ocho kilómetros de Cadaqués por una sinuosa carretera- es el extremo más oriental de España. El lugar donde primero amanece de toda la península ibérica además de un punto misterioso y lleno de magia en el que confluyen los Pirineos y el Mediterráneo. Protegido bajo la figura de parque natural y reserva marina, Creus supone un baño de solitud en medio de la masificada Costa Brava. El faro es hoy un centro de interpretación. La antigua casa de carabineros se ha reconvertido en un bar-restaurante en el que alquilan también habitaciones muy sencillas, rodeado de toda la magia y la paz de los lugares extremos.
Una retorcida carretera de montaña sube desde El Port de la Selva hacia el monasterio de Sant Pere de Rodes, uno de los complejos monacales más importantes del Ampurdán y de toda Cataluña, levantado en esta zona abrupta del cabo de Creus a partir del siglo IX. Aún hoy cuesta creer cómo los monjes benedictinos lograron construir un edificio de semejante envergadura en la ladera de una montaña, a 520 metros de altitud, y en la muy lejana Edad Media. Sant Pere de Rodes fue uno de los centros de poder político, económico y eclesiástico de Europa entre los siglos XII y XIII.
Una de las excursiones clásicas al interior desde la Costa Brava es al estany de Banyoles, el lago natural más grande de la península ibérica: tiene 1,18 kilómetros cuadrados de superficie y una profundidad máxima de 62 metros. Se alimenta de aguas subterráneas provenientes de acuíferos de la Alta Garrotxa. Las orillas del lago son el lugar perfecto para ir a pasear, descansar o bañarse en una jornada veraniega. Hay un carril bici y un paseo con bancos y grandes árboles además de un buen número de hoteles y restaurantes con terrazas. Entre los juncos nadan patos y cisnes y en las orillas se despliegan aún les pesqueres, casetas de baño con indudable encanto decimonónico.
Aunque no está en la costa, la comarca de La Garrotxa es otras de las excursiones típicas desde la Costa Brava, por su cercanía y por su interés natural y monumental. Uno de esos pueblos monumentales es Besalú, que debe su fama al soberbio puente medieval fortificado que salva el Fluvií , todo un emblema de la comarca. El vado de piedra data del siglo XI y pese a todas las reformas y destrucciones que ha sufrido conserva aún su impronta románica. Las torres fueron añadidas en 1395, durante el reinado de Pedro IV. Está trazado en ángulo porque los ingenieros aprovecharon así las rocas naturales del cauce para instalar los pilares, en vez de hacerlo sobre el lecho del río. En época medieval había que pagar un portazgo por atravesarlo. Besalú fue capital de un condado propio y conserva uno de los cascos históricos interesantes y compactos de toda la provincia de Girona.
En la Costa Brava se celebran más de 50 festivales veraniegos de música y artes escénicas. ¡Impresicindible asistir a alguno de ellos! Uno de los más antiguos y elitistas es el de Peralada. Tiene como escenario los jardines del castillo y programa desde ópera a jazz, pasando por música clásica, ballet, rock y cantautores. Otros festivales importantes son el de Cap Roig, el Son del Món (Roses), el de Porta Ferrada (Sant Feliu de Gíxols) o el Jazz Festival de L'Estartit.
Desde Llafranc (municipio de Palafrugell) una carreterita sube hasta el faro de Sant Sebastiá, un lugar privilegiado de la Costa Brava. Junto al faro (construido en 1857) se conserva una antigua casa de postas del siglo XVIII que daba servicio al camino de Francia por el litoral y que aún hoy mantiene su función: ahora es un restaurante muy popular donde probar, por ejemplo, un arroz con cabra (bogavante) para chuparse los dedos con una de las vistas más privilegiadas de esta parte del litoral catalán.