Teruel no solo existe, sino que además hay un montón de cosas que ver y hacer en Teruel y su provincia. Está claro que Albarracín, uno de los pueblos más bonitos de España, es uno de esos sitios imprescidibles de visitar en Teruel. Pero además, en la provincia tiene otros pueblos monumentales cono Alcañiz, Valderrobes o Rubielos de Mora. Parajes naturales como los Pinares de Rodeno o la cascada de Calomarde. Tradiciones tan acestrales como las tamborradas del Bajo Aragón. Y una gastronomía sabrosa y contundente. Razones más que de sobra para hacer turismo por Teruel y su provincia.
Publicado por Paco Nadal el 24 de septiembre de 2021.
Empezamos viaje por el casco antiguo de Teruel capital, sobre cuyo compacto mar de tejas sobresalen como rascacielos de ladrillos y yesería las famosas cuatro torres mudéjares, únicas en su estilo, orgullo de la ciudad. Construidas con funciones defensivas, fueron también utilizadas como campanarios de las iglesias cercanas.La más famosa y visitada es la de El Salvador, el icono de la ciudad, donde está también el Centro de Interpretación de la Arquitectura Mudéjar Turolense; te recomiendo empezar la visita por ella (consulta aquí horarios y precios). Se trata de un bello y estilizado campanario decorado con arcos mixtilíneos, exquisitos paños de sebka y cerámica vidriada en blanco y verde. Las torres de San Pedro y de San Martín están adosadas a las iglesias que les dan nombre y son de planta rectangular divididas en tres cuerpos. Sus frisos de esquinillas con cilindros cerámicos y los arcos ciegos de medio punto entrecruzados nos trasladan a tiempos remotos donde el arte cristiano y el musulmán convivían en paz. La más tardía de las cuatro es la torre de La Merced, levantada en la segunda mitad del siglo XVI. Como las otras consta de tres cuerpos, aunque en este caso, de diferente planta. Ya que estás en la ciudad pásate también a ver la plaza del Torico y el mausoléo de los Amantes de Teruel, que está en la iglesia de San Pedro.
Encerrado en un anillo de murallas de color arcilloso que le confieren una estampa característica, Albarracín sigue siendo “una de las ciudades más bonitas de España”, como la definiera Azorín. La visita imprescindible en todo viaje por Teruel. Albaracín es uno de los pueblos más turísticos y fotografiados, lo que quiere decir que en días punta una riada de turistas recorren sus estrechos viales. Pero aún así sus calles no han perdido un ápice de aquel escenario musulmán, renacentista y barroco que las hicieron famosas. Lo habitual es deambular arriba y abajo por el Portal de Molina, la arteria principal y comercial del pueblo. Deleitarse con las fachadas rojizas de las casas vencidas hacia fuera; llegar a la plaza Mayor y fotografiarse ante las balconadas y soportales que circundan su irregular perímetro; visitar el Ayuntamiento renacentista, y luego seguir hasta la catedral, sede episcopal desde el siglo XII hasta 1850, que conserva un soberbio retablo Mayor del siglo XVI.
Desde Albarracín tienes que ir a ver este paraje, con un color tan característico que no podría pasar desapercibido. Las areniscas del Triásico que afloraron en la sierra de Albarracín, de fuerte color rojizo, fueron modeladas y redondeadas por el agua y el hielo hasta formar una raridad geomorfológica que llama la atención del visitante y de los geólogos. Un escenario de inconfundible color rojo y de perfiles atormentados por grietas, cárcavas, torreones y viseras. Y sobre ese lienzo de piedra colorada, el manto verde y marrón de los pinares de rodeno. ¿Cómo no iba a ser un espacio así protegido y mil veces fotografiado? En realidad este tipo de pino no es el más adecuado para terrenos pedregosos, pero ha conseguido hacerse un hueco en este paraje de areniscas echando raíces entre las gritas, lo que ha contribuido aún más a fracturar el terreno. Todo esto se cuenta en el Centro de Interpretación del Paisaje Protegido de los Pinares del Rodeno, instalado en una antigua casa forestal a 11 km de Albarracín y construida, como no, con piedra rodena. Se llega por la A-1512 en dirección a Teruel. Si quieres una guía profesional, con el tour por las pinturas rupestres de los Pinares de Rodeno recorrerás ese paraje protegido de para descubrir el arte prehistórico de la escuela levantina.
Cerca también de Albarracín – a 14 kilómetros- encontrarás este salto de agua. La sierra es un enorme queso de gruyere calizo lleno de cañones, hoces, cárcavas, simas, surgencias y cascadas. Una de las más espectaculares es ésta de Calomarde, en el río Blanco, un afluente del Guadalaviar. Hay una senda señalizada que lleva desde el pueblo. La cascada en realidad es una serie de resaltes de toba caliza por los que se precipita el río Blanco. Su salto principal tiene alrededor de 10 metros y fue usado antiguamente para mover un molino harinero. En el pueblo de Calomarde merece la pena ver las lápidas romanas que se reutilizaron en la construcción de la iglesia de San Pedro Apóstol. El mismo río Blanco forma un poco más abajo otro accidente producto de la erosión sobre la caliza, el Royo de Calomarde, un arco natural de roca en un punto de la hoz donde el agua se embalsa de forma natural.
Nos vamos ahora a la comarca del Bajo Aragón, cuya capital y segunda ciudad en población es Alcañiz. El Bajo Aragón es una de las comarcas más interesantes de la comunidad autónoma y está llena de sitios que ver. Para empezar nada mejor que Alcañiz, uno de los grandes pueblos monumentales de España. Su castillo es la memoria en piedra de la Orden de Calatrava, que tuvo gran implantación en la comarca. La fortaleza aún domina la población desde un alto y en la actualidad es un Parador de Turismo. Abajo, diseminadas por el casco urbano podemos ver numerosas joyas arquitectónicas del siglo XVI, como el Ayuntamiento, el edificio renacentista más notable de la comarca. Formando un ángulo con él está la Lonja, una logia gótica en forma de soportal porticado en el que se celebraban los mercados públicos. Un elemento arquitectónico que se repite en otros muchos ayuntamientos de Teruel. Una red de galerías subterráneas agujerea el subsuelo de Alcañiz. El hallazgo dejo al descubierto bodegas, galerías, pasadizos y canales de desagüe de diferentes épocas que han servido como refugio, vía de escape y almacenes a los habitantes desde tiempos remotos. La parte más atractiva de este Alcañiz oculto es la antigua nevería, una especie de frigorífico del siglo XVI. Están acondicionadas para las visitas turísticas (en la Oficina de Turismo informan de horarios y precios). Como en otros muchos pueblos turolenses, la Semana Santa de Alcañiz se celebra bajo el atronador sonido de miles de tambores.
La impronta renacentista aparece en cada esquina, en cada palacio, en cada iglesia de esta localidad, capital de la comarca del Matarraña y catalogada como uno de los conjuntos arquitectónicos mejor conservados de España. Al igual que hacían los habitantes de villa cuando la ciudad dependía del arzobispado de Zaragoza, entre 1307 y 1811, el visitante moderno accede a ella por el puente de cuatro arcos que salva el río Matarraña hasta el portal de san Roque. Desde allí se puede seguir hasta la plaza de España, de pequeñas dimensiones, pero cargada de edificios señeros como el Ayuntamiento, obra ejemplar del Renacimiento aragonés, y la Casa Gótica, edificio multiusos a lo largo de la historia: granero, hacienda pública, palacio de justicia. El castillo, construido entre 1393 y 1411 por el arzobispo Fernández de Heredia, fue rehabilitado a finales de los setenta lo que permite hoy disfrutar de la sala capitular y de la gran sala de las Cortes en todo su esplendor. Otros dos pueblos con encanto de la comarca del Matarraña que no te puedes perder son Beceite y Calaceite.
El nacimiento del río Pitarque, un afluente del Guadalope, es una de las porciones más salvajes del norte de la sierra de Gúdar. Desde la aldea de Pitarque nace una senda de cinco kilómetros señalizada con marcas rojas y blancas que lleva hasta el nacimiento. Se pasa por la ermita de la Virgen de la Peña y también por estrechos y profundos barrancos. El ambiente húmedo y oscuro anuncian la inminente llegada a la surgencia: una gruta por la que el agua brota para drenar varias pozas y cascadas. Toda una sorpresa natural en el Maestrazgo turolense, entre gargantas y riscos de una tierra desnuda y áspera, alejada de cualquier circuito tradicional o carretera medianamente transitada. Muy cerca están los Órganos de Montoro, en las cercanías de la localidad de Montoro de Mezquita, donde la fuerza de la naturaleza levantó unos estratos calizos hasta colocarlos de manera vertical.
Otro de los más afamados recintos monumentales de la montaña turolense. Y con razón. Todo el casco histórico es un catálogo de edificios civiles y eclesiásticos de gran valor arquitectónico y perfectamente rehabilitados, que abarcan desde el periodo renacentista al pleno barroco. El Ayuntamiento, un resumen de las mejores técnicas del renacimiento aragonés del XVI, alberga en su patio interior una lonja soportada por columnas toscanas. Dentro del recinto intramuros está también la iglesia de Santa María la Mayor, el principal templo de Rubielos, una construcción barroca con una sola nave. Tiene una interesante portada de rejería que cierra la pila bautismal, excelente muestra de los trabajos en forja que hicieron famosa a esta localidad del Maestrazgo. Del viejo recinto de murallas solo quedan dos puertas, una de ellas, la San Antonio, conserva el primer cuerpo de arco apuntado, cubierto con bóveda de cañón.
Si puedes hacer coincidir tu viaje con la Semana Santa, no te arrepentirás. Podrás asistir a uno de los grandes espectáculos de esa semana de Pasión en España. Yo lo viví en la Villa de Híjar. Eran la 12 de la noche, Jueves Santo. Miles de cofrades con túnicas negras abarrotan la plaza Mayor. Era la señal esperada durante un año para "la rompida". El silencio sepulcral dio paso al atronador redoble de cientos, miles, de tambores y bombos que no cesarían de sonar en los dos días siguientes. Igual que ocurre cada Jueves Santo en Alcañiz, en Alcorisa, en Calanda, en Albalate del Arzobispo, en Andorra, en Híjar, en Puebla de Híjar, en Samper de Calanda y en Urrea de Gaén, los nueve pueblos que componen la Ruta del Tambor y del Bombo del Bajo Aragón. Una tradición que se remonta al siglo XVI y que para disfrutarla hay que armarse de paciencia y no ser muy delicado de oído. Y saber, a la hora de escoger alojamiento, que el ruido no cesa en toda la noche. Cada uno de los nueve pueblos de la ruta tiene una hora distinta para la “rompida”, siempre entre Jueves Santo y Viernes Santo, así como un toque particular y un color distinto para sus túnicas. El Sábado Santo a las dos de la tarde, los tambores y los bombos cesan sus redobles como si fueran uno solo. Y a soñar con el año que viene.
Si viajas con niños (e incluso sin ellos) no puedes perderte este gran parque cultural y de ocio en torno al mundo de los dinosaurios. El por qué está aquí es porque la provincia es rica en yacimientos paleontológicos y se han encontrado restos de hasta 10 especies de grandes saurios que vivieron en esta comarca entre el Cretácico y el Jurásico. Alguno incluso lleva el nombre de pueblos turolenses, como el Galvesaurus herreroi. El parque central está en Teruel capital pero tiene otras siete sedes en otras tantas localidades donde hay yacimientos. Dinópolis es mucho más que un parque de atracciones, lleva a cabo una gran labor científica y divulgativa y seguro que no te decepcionará.
La provincia de Teruel es muy grande, no te confíes. Desde la capital a Valderrobres y la comarca del Matarraña hay 180 kilómetros. Albarracín está más cerca, a unos 38 km de Teruel. Planifica bien tu ruta.