Vale, sí. Nos comemos las eses y nuestro dialecto parece el euskera del sur. Pero los murcianos somos gente cojonuda, amable y abierta que disfruta a tope del buen clima mediterráneo y acoge a cualquier forastero con un abrazo chillao. Más allá de nuestro curioso acento, hay muchas situaciones y momentos del año para vivir a tope la ciudad de Murcia y sentirse murciano, aunque sea por un ratico.
Actualizado por Paco Nadal el 03 de enero de 2023.
Las calles del centro de Murcia están plantadas con naranjos que, al llegar al primavera, inundan de olor a azahar todos los rincones urbanos. El momento olfativo es especialmente intenso en Semana Santa, cuando ese azahar se mezcla con el olor de los cirios, del incienso y de las flores de los pasos y a los murcianos les entra una flojera sentimental que les hace amar aún más su tierra. Ningún momento más especial para vivir esta experiencia que viendo una procesión nocturna en la plaza de Belluga, mientras las velas y faroles de los pasos se recortan contra el imafronte barroco de la catedral.
No puedes aspirar al título de murciano si no pasas más de vez que de cuando por el eje plaza de Las Flores - plaza de Santa Catalina - plaza de San Pedro para ver y ser visto y para disfrutar del aperitivo de mediodía, que en esta ciudad no es tradición, es devoción. Nos podrán quitar el agua... ¡pero no el apertitvo! Además, hay que pedir una marinera (rosquilla con ensaladilla y una anchoa en salmuera por encima). Y comérsela con la mano... ¡y sin que se rompa la roquilla! Si se te rompe, olvídate, tampoco llegarás a ser murciano. En el post 12 bares cojonudos para salir de tapas por Murcia, te cuento más.
El colofón de las Fiestas de Primavera de Murcia es esta cabalgata indescriptible e inclasificable en la que varias carrozas, inspiradas en dioses del Olimpo clásico, recorren la ciudad lanzando a los espectadores millones de juguetes. Los murcianos lo celebramos todo dando. La tradición manda que señores y señoras muy sesudas y serias, de probada rectitud en la vida diaria, pierdan esa noche los papeles y se desmelenen, zarandeen y pugnen por pillar un pito o un balón de plástico que no vale ni 50 céntimos, pero que esa noche loca adquiere el valor de la kriptonita. Al final, entre el olor a pólvora y bengala, se quema la sardina cuaresmal en el Plano de San Francisco.
El martes siguiente al Domingo de Resurrección, durante las Fiestas de Primavera, se celebra el Bando de la Huerta, el gran día de exaltación huertana en la que hay que hacer como hacen miles de murcianos y murcianas: vestirse con el traje típico y recorrer las calles en busca de alguna de las barracas que las peñas instalan con gastronomía típica de la ciudad y su vega.
La ciudad crece a un ritmo endemoniado, pero todavía es posible salir a pie desde pleno centro, tomar el paseo del Malecón y, en veinte minutos de agradable caminata, verse fuera del perímetro urbano e inmerso entre bancales y acequias de la huerta del Segura. Si haces, además, un alto en un bareto que hay justo al final del paseo, junto a la estatua de don José María Muñoz, y te tomas un quintico de Estrella Levante y algo de pasto seco, tus créditos para adquirir la murcianía subirán como la espuma. Por cierto, don José María fue un filántropo que donó dos millones de reales para los afectados de la riada de Santa Teresa (1879). En previsión de que sus paisanos no se acordaran de ello cuando muriera, se encargó él mismo la estatua de bronce y la colocó para inmortalizar su generosidad.
La ciudad vive de forma muy intensa la Navidad. Se instalan mercadillos de artesanía y dulces navideños, así como numerosos belenes, una tradición artesana que llegó a Murcia de la mano del escultor Salzillo. Pero el sonido más genuino de la Navidad en Murcia es el de las Campanas de Auroros, hermandades piadosas cuyo origen se remonta al siglo XVII que cantan villancicos y piden aguinaldos por las calles y salen en las noches de canto o despiertas —desde la medianoche hasta el alba— a cantar salves a la Virgen María en sus distintas advocaciones, a Cristo y a los Santos. Hoy día, la Despierta de la Aurora se celebra solo en ocasiones señaladas, como la víspera de la festividad de San José, durante el mes de mayo o coincidente con la festividad Purísima y la Navidad. Escucharlos al pie de la fachada de la catedral o de la iglesia de Nuestro Padre Jesús, frente al museo Salzillo, te pone los pelos de punta.
Esta reliquia de la gastronomía española —la receta es romana, muy retocada luego por los árabes— se conserva únicamente en Murcia. Una aportación local al fast food de calidad del que se dice que es “regalo para gente rica y apaño para la pobre”, porque igual funciona en una comida elegante que en un refrigerio rápido. Por cierto, si quieres darte un homenaje gastronómico recuerda el post que te mencionaba en el punto 2, 12 bares cojonudos para salir de tapas por Murcia.
Un paseo por estas dos calles de la Murcia medieval en una mañana de domingo de primavera es la mejor manera de empezar a establecer relaciones sociales en la ciudad. Todo el mundo acude aquí para ver y ser visto. Ambas son vías peatonales de larga historia, que guardan en cada poro el sentir y el vivir de una urbe sosegada. Al final de Trapería está la plaza de Santo Domingo, donde el denso entramado medieval se esponja y la ciudad se relaja. La reciente peatonalización de la avenida de Alfonso X culmina un gran sueño para los parroquianos: hacer del centro histórico un lugar para el caminante y no para el coche.
Tras las fiestas de septiembre, la patrona de la ciudad es cargada de nuevo a hombros para ser devuelta en romería a su santuario. Uno de los momentos festivos del año que merece hacerse de manera tradicional: a pie desde la ciudad, detrás de la imagen, para festejarlo luego en la explanada del valle con una comida huertana.
Si con estas nueve situaciones y momentos anteriores aún no te han dado el carné de murciano, ve al mercado más cercano, compra un kilo de habas tiernas (que no estén revenías) e invita a tus amigos a devoralas así, en crudo, convenientemente acompañadas de bonito en salazón, salchica de pellizco o un tomatico raft bien aliñado. Hay pocos placeres gastronómicos que superen al de coger unas habas tiernas del bancal y comerlas con deleite crudas, que es como se comen en la huerta de Murcia. Los expertos dicen que son una gran fuente de vitaminas B1 y B9, de gran importancia para el correcto funcionamiento del sistema nervioso, y que contienen una gran cantidad de manganeso, mineral con acción antioxidante que ayudar a la cicatrización de las heridas y a la absorción de algunas vitaminas. Pero nosotros en realidad las comemos así... ¡porque están buenísimas, pijo!