«Trekking» a la Ciudad Perdida Teyuna (Colombia)

El acceso a la Ciudad Perdida empieza en La Aguacatera, en la carretera de Santa Marta a La Guajira, en el norte de Colombia, a una hora de Santa Marta. Una pista de 12 kilómetros permite subir en todoterreno a El Mamey, un poblado campesino donde se preparan las mulas que llevaran el equipaje más pesado y donde se inicia la marcha a pie. Tú solo tienes que llevar en la mochila lo necesario para el dí­a; el saco, la comida y las cosas más pesadas las llevan las mulas y las encuentras por la noche en el campamento al que llegues.

 

La única manera de visitar Teyuna es a pie, caminando por trochas abiertas en lo más profundo del bosque tropical húmedo, una selva densa, húmeda y salvaje que pone difí­cil el objetivo. Pero ese es parte de su encanto. Hay que caminar un total de 50 kilómetros –entre ida y la vuelta-, salvando desniveles, sorteando rí­os que pueden doblar su caudal en un minuto, bajo un sol inclemente en ocasiones, bajo un aguacero digno del diluvio universal, en otras.

 

También hay que soportar picaduras de mosquitos y barrizales pegadizos en los que patinas como en el hielo. Esta es una foto de mis botas en una jornada cualquiera del trekking. ¡Ah!... y añádele una humedad del 85% que te mantiene todo el dí­a como si estuvieras debajo de la ducha.

 

La dureza del recorrido se compensa con escenarios maravillosos. Amaneceres apoteósicos en los que el sol deshace con deleite la niebla matutina que se enreda en las copas de los árboles, cascadas que se descuelgan buscando un hueco entre los riscos comidos por la selva, rincones donde el bosque tropical permanece igual que fue hace miles de años y vistas panorámicas desde los collados donde la selva se pierde en el infinito tapizando con mil tonalidades diferentes de verde los perfiles encrespados de las montañas.

 

A lo largo de la ruta hay siete campamentos muy sencillos pero que permiten pasar la noche a resguardo. Son apenas un techado de chapa con camastros y colchonetas (algunos solo tienen hamacas), bancos y mesas más una cocina donde los guí­as preparan la cena del grupo. Hay mantas en todos ellos, pero están llenas de chinches y pulgas; os aconsejo llevar vuestro propio saco de dormir. El trekking de la Ciudad Perdida no se puede hacer por cuenta propia; hay que contratarlo con alguna de las cinco empresas autorizadas. Son estas: Magic Tour, Turcol, Expotur-Eco, Guias y Baquianos y Wiwa Tour (ésta última creada por indí­genas wiwa y kogui). Civitatis también ofrece el trekking de 4 días por la Ciudad Perdida que incluye el transporte de ida y vuelta entre Santa Marta y Mamey, la entrada al Parque Arqueológico de la Ciudad Perdida, el guía de habla española especializado en la historia de los tayronas y la Ciudad Perdida, la estancia de tres noches en un campamento de la Ciudad Perdida, almuerzos y cenas.

 

El trekking no es de dureza extrema, pero sí­ es muy exigente. Hay que tener una mí­nima condición fí­sica. La mejor época es el verano colombiano, es decir, de mediados de diciembre a primeros de marzo, que es cuando menos llueve. La temporada de lluvias fuertes va de octubre a mediados de diciembre; en esa época también se puede hacer (yo lo hice), pero el camino es un barrizal. Julio y agosto son también buenos meses.

 

Al tercer dí­a se llega al pie de la escalera de 1.200 peldaños de piedra que da acceso a la ciudad. El sudor te sale por todos los poros y la ropa está tan empapada como si hubiera llovido, pero el esfuerzo ha merecido la pena. Solo queda media hora de extenuante subida para acceder a la antigua ciudad ceremonial.

 

Entre la espesura de la selva se divisa la primera plataforma circular, luego otra, y otras más. Hemos llegado a la Ciudad Perdida. Una escalinata ceremonial sube hasta la zona más alta, donde estaban los templos y las casas de los mamos (sacerdotes) y mientras asciendes por ella vas tomando conciencia del grado de civilización y de técnicas de ingenierí­a que llegó a tener este pueblo para construir hace mil años semejantes estructuras en un lugar tan fragoso. Como los tayrona construí­an sus viviendas con materiales vegetales no ha quedado vestigio de ninguna, solo de las plataformas circulares sobre las que se asentaban, así­ como la red de caminos, muros y canalizaciones de agua que mantení­an la ciudad.

 

Teyuna, la Ciudad Perdida de los tayrona, se extendí­a por unas 30 hectáreas en una ladera boscosa de la Sierra Nevada, a 1.200 metros de altitud. Fue construida hacia el año 700 y llegó a albergar más de 2.500 personas. Los españoles nunca subieron hasta aquí­, pero las guerras y las enfermedades diezmaron a los tayronas que se extinguieron paulatinamente hasta que hacia 1600 la ciudad quedó abandonada, cayó en el olvido y el bosque tropical húmedo se apropió de ella. Teyuna paso casi 400 años debajo de una capa de barro y vegetación hasta que en la década de los 70 unos huaqueros, expoliadores de sitios arqueológicos, la descubrieron de forma casual. Como si de un viaje a íÍtaca se tratara, lo maravilloso de Ciudad Perdida no es solo verla sino llegar hasta ella. La aventura es el camino.