La capital belga tiene fama de ciudad funcionarial y aburrida. Nada más lejos de la realidad. Además de la Grande Place, una de las plazas más bellas de Europa, hay muchas cosas que ver en Bruselas. Tiene muchos rincones históricos, iglesias, cervecerías, increíbles museos y placitas llenas de ambiente para una visita de dos o tres días. Además, hay actos culturales a diario y atesora el legado de los grandes pintores flamencos. En este post te cuento lo mejor de Bruselas.
Publicado por Paco Nadal el 29 de noviembre de 2022.
Toda visita a Bruselas debe comenzar por esta grandiosa plaza, una de las más bellas y monumentales de Europa. La Grande Place, la plaza mayor de Bruselas es bonita a todas horas (¡también está llena de gente a todas horas!), pero a mí cuando más me gusta y cuando te recomiendo visitarla es a esa hora azul del atardecer, cuando se acaba de encender la iluminación pero aún queda cierta claridad en el firmamento. Entonces, la filigrana en piedra de sus edificios históricos parece más mágica aún y te traslada a tiempos muy lejanos, cuando aquí se celebraban todo tipo de actos públicos, desde ejecuciones a fiestas. El edificio más impresionante de todos es el del lado sur, el Ayuntamiento, construido entre 1402 y 1455. Es el único que queda original de la plaza medieval porque estaba hecho desde sus orígenes en piedra (el resto, de madera, se quemó durante el bombardeo francés de 1695). Tras ese episodio, los diversos gremios de la ciudad e incluso la propia casa real de Brabante fueron reconstruyéndolos en piedra y estilo barroco. Aquí puedes ver una relación de cada una de las casas que completan esta increíble plaza y su historia. Alrededor de la plaza está el Ilot Sacré, el barrio medieval de Bruselas, lleno de terrazas, restaurantes y buen ambiente para el viajero. Una de las posbilidades para tomar un primer contacto con la capital belga es participar en un free tour por Bruselas de 2 horas y media con guía profesional en español. Además, si has elegido diciembre para tu escapada, puedes formar parte de otro free tour navideño por la ciudad, que incluirá, además, la visita a los princpales mercadillos.
Como toda buena ciudad medieval, Bruselas estaba rodeada de una muralla. De hecho, tuvo dos. La más tardía databa del siglo XIV y tuvo 8 kilómetros largo y un foso delante. De ella solo nos ha quedado esta puerta monumental, construida en 1381 y conocida en sus orígenes como la Porte d'Obbrussel. Fue la única que se salvó cuando a partir de 1841 se decidió demoler lo que quedaba de muralla para facilitar la expansión de la ciudad. Antes había sido granero, albergue de mendigos, prisión y archivo municipal. El aspecto que ahora vemos tiene poco que ver con el original; en la remodelación del siglo XIX se le añadieron elementos nuevos, como la fachada, para darle un toque neogótico, tan del gusto de aquella época. Ahora es parte de los Museos Reales de Arte y de Historia y alberga salas de exposiciones temporales. La Porte de Hal está en el boulevard du Midi y es fácilmente accesible en tranvía, metro o bus bajando en la parada Porte de Hal. Información de horarios y precios en su web. Ofrece visitas guiadas.
Es la plaza más animada y concurrida del barrio Marolles, una zona muy popular del centro de Bruselas y también muy de moda entre la gente joven, con muchas galerías de arte y anticuarios. Todos los días —llueva o truene— en la plaza se instala uno de los mercados de pulgas (rastro y antigüedades) más grandes de Europa. Es un buen lugar para pasear, apreciar la multiculturalidad de Bruselas y curiosear entre en la cantidad de puestos que se instalan, llenos de los más peregrinos cachivaches. Hay terrazas y bares, además de algún restaurante muy recomendable en la contigua calle rue des Renads, como l’Ancien Bruxelles, con cocina tradicional belga bruselense.
Un gran espacio público por el que vas a pasar seguro muchas veces durante tu estancia en la capital belga porque es la conexión entre la parte alta y baja de la ciudad. Un desnivel que puedes salvar en el ascensor de Marolles (gratuito). Desde aquí tendrás la mejor vista de la ciudad, con la iglesia de Notre Dame de la Chapelle (donde está enterrado Pieter Bruegel el Viejo) a la derecha; más a la derecha aún, la torre del Ayuntamiento y la Grande Place. Y allá, a lo lejos, la inconfundible silueta del Atomium. La plaza superior del mirador queda dominada por la gigantesca silueta del palacio de Justicia, un edificio megalómano y un tanto absurdo construido por el arquitecto Joseph Poelaert durante el reinado de Leopoldo II, cuyas obras costaron al país diez veces más de lo previsto, obligaron a demoler un barrio entero y trasladar a sus habitantes, ocupa más superficie que la basílica de San Pedro de Roma y está considerado uno de los edificios de piedra más grandes del mundo.
En la colina donde durante siete siglos estuvo el antiguo castillo y palacio de Coudenberg, residencia de los duques de Brabante, se levantó a principios del siglo XIX este nuevo palacio neoclásico como residencia oficial de los reyes belgas. El actual monarca despacha aquí los asuntos de Estado, aunque vive en otro palacio. Parte de él se puede visitar desde el 21 de julio hasta la primera semana de septiembre (de martes a domingo de 10:30 a 17:00). Junto con la contigua plaza Real y el jardín de Bruselas forman el conjunto monumental conocido como barrio real, en el que se ubican buena cantidad de museos, entre ellos el museo Real de Bellas Artes, con una sala especial dedicada a Bruegel en la que se exhibe una de sus obras icónicas: La caída de los ángeles rebeldes. También está el museo Magritte (con el grueso de su obra), el Belle Vue y el de Instrumentos Musicales.
Bélgica es la patria de la cerveza y Bruselas, su capital. Si te gusta la cerveza tanto como a mí, vas a disfrutar mucho en tu visita a Bruselas. Hay cientos de cervecerías y brasseries pero si solo tienes tiempo de visitar una, no lo dudes: Cantillon, en la rue Gheude, 56. Se trata de una fábrica familiar que lleva produciendo su propia cerveza tipo Gueze-Lambic desde el siglo XIX. Visitas guiadas a la fábrica con degustación cada hora, entre 10.00 y 17.00 (última entrada a las 16:00) por 9,50 €. Cierra miércoles, domingos y fiestas oficiales. El 24 y el 31 de diciembre, última entrada a las 12:30 horas. Previa reserva, en www.cantillon.be. Si no quieres hacer la visita también tienen la brasserie donde degustar sus cervezas y tienda.
Más allá de los grandes espacios urbanos y los monumentos, la capital belga está llena de placitas y rincones más intimistas y de ambiente local que merecen la pena una visita sosegada. Una de ellas es la que está al lado de la iglesia de Notre Dame de Bon Secours (la más barroca de la ciudad), muy cerca del barrio LGTB; cuenta con varias terracitas y bares frecuentados por bruselenses. Otra con mucho encanto es la cercana place de la Vielle Halle aux Blés, con una estatua de Jacques Brel en el centro y también terrazas y restaurantes de ambiente local. También es destacable la plaza del Ágora (Agoraplein), a espaldas de la Grande Place, con varias terrazas y cervecerías y un mercadillo de artesanías los domingos.
Otro templo de las cervezas, con más de 100 tipos diferentes. En la carta tiene el detalle de, además del precio, poner la gradación, ¡porque algunas son tan fuertes como un vino tinto! Un local muy famoso y entrañable, con una decoración cálida, aunque muy turístico por su ubicación: justo enfrente del Maneken Pis. Por cierto, el nombre significa en neerlandés, el almacén de marionetas.
Otro de los lugares imprescindibles de visitar en Bruselas, el Museo Real de África Central. El pasado colonial belga es un periodo controvertido en la historia de un país que tuvo que asumir como propia la aventura personal de su rey, Leopoldo II, quien se hizo con una gigantesca extensión de tierras en el África central, el Estado Libre del Congo, de las que era propietario único; las explotó en un régimen, casi de esclavitud, que provocó millones de muertos. Todo esto y muchos más aspectos del África central, desde la lengua y la música, a la biodiversidad, los recursos naturales, el arte, los rituales y las ceremonias y la historia de los pueblos que lo habitaban se recogen en este interesante museo que, desde 2018, expone su contenido con un renovado concepto museístico mucho más acorde a los tiempos actuales que a los de la “misión civilizadora” con los que se fundó en 1908. Está a 12 kilómetros del centro, accesible con la línea de metro 1 hasta Montgomery y desde allí el tranvía 44 hasta Tervuren.
Un clásico en toda visita a Bruselas es este icono de la ciudad, construido para la Exposición General de Bruselas de 1958. El ingeniero André Waterkyen y los arquitectos André y Jean Polak quisieron hacer un homenaje a la ciencia y a la modernidad reproduciendo una celda unitaria del cristal de hierro (que tiene nueve átomos) pero de 102 m de altura. La estructura está hecha de acero y aluminio y fue un reto tecnológico para su época. Solo están abiertas al público cinco de las esferas. La última alberga un restaurante panorámico bastante caro (hay otro más económico abajo, fuera del edificio). El resto de esferas están dedicadas a una exposición permanente sobre aquella feria mundial de 1958 y a salas de exposiciones temporales (por cierto, una de ellas dedicadas también a Pieter Bruegel). Está a las afueras de la ciudad, en el parque de Heysel, pero se puede llegar en 20 minutos desde el centro en la línea 6 del metro o en las 7 del tranvía. También llegan diferentes autobuses urbanos. Un taxi desde el centro cuesta unos 25 €. Al lado del Atomium está el parque Mini Europa, con representaciones a escala de los principales monumentos del continente. Abierto a diario de 10 a 18.
Con este sencillo mapa podrás orientarte y organizar tus visitas en Bruselas. Verás que en el punto número 7, hemos marcado la Iglesia Notre Dame de Bon Secours como punto de arranque para visitar esas pequeñas y encantadoras plazas de la ciudad. ¡Que disfrutes!