Es una de las regiones más singulares de Francia. Ubicada en el oeste del país y abierta a la furia del Atlántico, Bretaña es el mar, el viento, el graznido de las gaviotas, puertos cargados de tradición, marinos legendarios y acantilados. Una especie de Galicia francesa. Al final del post, encontrarás un mapa con los emplazamientos que detallo.
Actualizado por Paco Nadal el 31 de enero de 2023.
Una de las penínsulas más salvajes del occidente bretón, cerca del pueblecito de Plogoff. Antes hubo cerca del cabo varias construcciones, incluidos hoteles, muy poco respetuosas con el entorno. En 1989 se derribaron y se construyó un poco más alejado de la punta un nuevo aparcamiento y un centro de visitantes integrados en el paisajes y más acordes a la arquitectura de la zona. Es una de las zonas naturales más famosas de Bretaña, declarada parque natural y visitada al año casi por un millón de turistas. Se puede hacer un circuito senderista circular rodeando todo el cabo que deja ver acantilados sorprendentes y sobre todo, el faro de la Vielle, que señaliza esta zona de fuertes vientos y tremendas corrientes. Los vendavales son tan fuertes que crecen escasas especies vegetales muy adaptadas por su bajo porte. El faro se inauguró en 1881 y, mientras estuvo servido por un farero, los relevos de personal constituían todo un reto por las fuertes corrientes de la punta.
Otra de las zonas salvajes y de paisajes espectaculares del oeste de Bretaña. Hay varios pueblecitos marineros donde alojarse, como el propio Crozon, Roscanvel, Lanveoc o Camaret-sur-mer, uno de los más bonitos y agradables. La península tiene una ubicación estratégica para la defensa del puerto de Brest, tradicional base de la flota francesa, por lo que toda la costa está jalonada de fortificaciones. Hay muchas de la Segunda Guerra Mundial, incluido un museo de la Batalla del Atlántico en Krebonn. Aunque el más famoso es la torre Vauban, en el puerto de Camaret-sur-mer, construida por el famoso ingeniero militar de Luis XIV, Sébastien Le Prestre, marqués de Vauban. Especialmente fotogénicos son el Cap de la Chévre, al sur de Morgat, uno de los más salvajes de la península, y la playa de Veryac'h, en Camaret-sur-mer. Para dormir, el APAS-BPT Camaret, situado en un lugar muy especial, cerca de la punta de Pen Hir.
Otra pequeña punta arenosa cerca del pueblo de Fouesnant, en la costa sur, en la región de Cornualles, con largas y solitarias playas y una zona intermareal bellísima. Cerca queda la pointe de Mousterlin, un antiguo pólder (zona ganada al mar para desecarla y dedicarla a la agricultura) que, una vez regenerado como marisma, ofrece un paisaje único de dunas, carrizales y canales de aguas salobres donde vive y anida una importante población de aves. Para dormir, os recomiendo el pequeño hotelito de La Pointe, casi en el extremo de la punta de Cap Coz, con una situación privilegiada y vistas al mar por las dos fachadas.
Hace 6.000 años, otros franceses de la Edad de Piedra también eligieron para veranear la costa sur bretona. Sus evidencias quedaron esparcidas en Carnac, el mayor conjunto megalítico del mundo. Aquellas gentes de las que nada se sabe levantaron extraños alineamientos de menhires de granito de los que quedan en la actualidad unos 3.000, colocados en cuatro grandes alineamientos, el mayor de los cuales alberga 1.100 piedras. El más grande de los menhires aún en pie de Carnac tiene seis metros de altura visible; pero hay otro derribado en la cercana Locmariaquer, el 'gran menhir roto', que tuvo 20 metros de altura y un peso de 350 toneladas. ¿Quién los levantó? ¿Cómo los tallaron y alzaron? ¿Para qué los hicieron? Misterios que jamás lograremos responder. En la Oficina de Turismo de Carnac te pueden dar otros muchos datos para organizar tu visita.
Morbihan significa pequeño mar en bretón. Y es que algo así aparenta este golfo de la costa meridional bretona, de unos 20 km de largo por 15 de ancho, unido a mar abierto por un estrecho canal de apenas un kilómetro. Esto y las fuertes mareas de la zona generan grandes marismas y llanuras intermareales donde anidan y encuentran refugio multitud de aves marinas. Es un paraíso para los ornitólogos. Y también para los amantes de la vela deportiva, ya que las aguas someras y el resguardo de las tormentas que genera su morfología lo ha convertido en un lugar ideal para la práctica de deportes náuticos. A él dan los puertos de Vannes (que puedes conocer con una visita guiada), Port-Blanc y Port-Navalo, y el encantador pueblecito de Auray (el de la foto), entre otros.
Se trata de una obra colosal de ingeniería que cruza longitudinalmente toda Bretaña y que se sacó de la chistera Napoleón, en 1803, para romper un hipotético asedio naval británico a la plaza de Brest. El canal Nantes-Brest fue excavado a pico y pala por prisioneros de guerra durante más de 40 años, pero nunca se usó con fines militares. Sus 360 kilómetros de longitud y las 236 esclusas que lo regulan se han convertido ahora en un extraordinario reclamo turístico. Se puede recorrer en bicicleta aprovechando el camino de sirga que se construyó en paralelo al canal. La ruta es completamente llana. O también se puede recorrer en esos barcos-vivienda que puedes pilotar tu mismo, tan famosos de los canales franceses. De una u otra manera se atraviesan los solitarios y silenciosos campos de la Bretaña interior, por onduladas plantaciones de cereal, campos de manzanos, bosques de ribera, abadías e iglesias góticas que hacen despuntar sus agudos campanarios entre las curvaturas de la campiña y pueblecitos de trazado medieval tan bien cuidados que parecen sacados de un cuento. En este otro post te cuento todos los datos prácticos para hacer el canal en bicicleta.
Bretaña está llena de pueblecitos encantadores, tanto en el interior como en la costa. Uno de ellos es Malestroit, a unas dos horas en coche desde Nantes. Malestroit está al pie del canal Nantes-Brest y se debe hacer un alto en su coqueta plaza mayor (aunque de grande solo tiene el nombre) para reponer fuerzas en alguno de sus restaurantes y brasseries. También es famoso Rochefort-en-Terre que, aunque queda separado unos 10 kilómetros del canal, justifica el desvío porque tiene uno de los mejores cascos urbanos medievales de Bretaña, lleno de casitas de entramado de madera de los siglos XVI y XVII, apoyadas unas en otra para no verse derrotadas por la ley de la gravedad. Un excelente alojamiento rural es Le Manoir des Eperviers, una casona centenaria a las afueras de Lorient.
Ocupa unas 40.000 hectáreas de marismas y pantanos entre Saint-Nazaire, al sur, y La Roche-Bernard, al norte. Brière es un paraíso para los amantes de la ornitología: más de 250 especies de aves han sido censadas en la región. Se han censado en Brière más de 3.000 casas tradicionales bretonas con techo de paja, un patrimonio arquitectónico perdido en otras zonas más turísticas. La mayor concentración está en Kerhinet —a mitad de camino entre Saint Nazaire y Herbignac por la D47—, una aldea tradicional donde todas las viviendas tienen esa característica techumbre y al que no está permitido el acceso en coche. Si quieres ubicarlo en Google Maps, este es el enlace.
El plato nacional bretón tiene un nombre: crêpe. Más que los quesos o las ostras o los cruasán, si hay un alimento que defina la dieta no solo de Bretaña sino de toda la Francia septentrional es esta masa fina hecha con harina de trigo. Hay más de 1.500 creperias por toda Bretaña. ¿El secreto? Hacer la masa en el momento de freír y hacerla muy fina, pero sin que se rompa. En la alta Bretaña se les llama galettes, y en este caso son de blé noir (trigo sarraceno), una poligonácea parecida al cereal pero sin gluten. Una de las creperias más populares y famosas de Bretaña es La Frégate, del chef Christophe Beuriot, en un edificio de 1650 en Le Faou, pequeña localidad costera a media hora por autopista de Brest, en pleno parc d'Armorique.
Aunque en al actualidad no pertenece a la región de Bretaña, sino a la de los Países del Loira, Nantes fue la capital histórica del ducado de Bretaña y aún cuenta entre sus muchos atractivos con el imponente castillo desde el que los duques bretones influyeron en la política real durante siglos. Nantes es hoy una ciudad grande pero elegante y señorial, con una mezcla perfecta entre el legado medieval y las más avanzadas tendencias urbanas. De su patrimonio histórico destaca la Place Royale, que sirve de nexo de unión entre la parte vieja y nueva de la ciudad (fue edificada a partir de 1790) o el ya mencionado castillo de los duques de Bretaña (abierto al publico a diario). La modernidad queda reflejada en la curiosa transformación de la vieja zona portuaria en la Isla de las Máquinas, un parque de atracciones diferente a todos ambientado en la vida y obra de uno de sus vecinos más universales: el escritor Julio Verne, que nació aquí en 1828. Nantes es además una buena puerta de acceso a Bretaña gracias al vuelo directo que Air Nostrum opera a diario desde Madrid y que en una hora escasa te pone a las puertas de todo el oeste de Francia.
Se denomina así a una porción de acantilados en la costa norte de Bretaña donde los caprichos de la geología pintaron los redondeados domos de granito de una tonalidad rosada, muy poco usual en una roca ígnea plutónica. De hecho solo hay dos zonas costeras más en el mundo con este tipo de roca, una en China y otra en Córcega. El tramo bretón tiene unos 10 kilómetros, entre las localidades de Perros-Guirec y Trégastel, en el departamento de Côtes-d'Armor. Es muy recomendable también la Pointe des Châteaux, una península entre la isla de Bréhat y la localidad de Perros-Guirec. El envoltorio se antoja espectacular: cresterías y roquedos puntiagudos emergen con la bajamar, islotes desperdigados entre el oleaje, gaviotas, una placentera sensación de lejanía, la grandiosidad de los espacios abiertos... Un paisaje tremendamente celta que recuerda mundos paralelos: Escocia, Irlanda, Galicia. En este enlace tienes la ubicación de la costa de Granito Rosa.
Situado a 144 kilómetros de Nantes, el château de Josselin es uno de los más impresionantes de la Bretaña interior. El castillo pertenece a la misma familia, los duques de Rohan, desde hace seiscientos años y está aún habitado por el último duque, que ocupa el primer piso de la fortaleza. Se trata de un castillo de origen medieval al que el conde Alain IX de Rohan añadió en el siglo XV un palacio considerado una obra cumbre del Renacimiento bretón. Para poder financiar su costoso mantenimiento, sus actuales propietarios decidieron abrir a las visitas turísticas los jardines y la planta baja, en la que se pueden ver cuadros, mobiliario y piezas de arte que hablan del poder que llegaron a atesorar los duques Rohan. Información para visitas, aquí, pero ten en cuenta que, durante el invierno, el castillo se cierra al público.
Espero que con este mapa puedas orientarte bien a la hora de planificar tu recorrido por Bretaña. ¡Buen viaje!