Bretaña, el extremo occidental de Francia, es una región histórica muy ligada al mar y a la navegación. Además, tiene una fuerte personalidad, lengua propia y una gastronomía muy particular. Bretaña está llena de pueblecitos encantadores de calles peatonales y casas de entramado de madera.
Actualizado por Paco Nadal el 10 de febrero de 2023.
El pueblo más turístico y popular de la costa sur de Finisterre nació en una isla muy cercana a la costa, que se fortificó en el siglo XIII. Aunque las sólidas murallas y todo el sistema defensivo que ahora vemos —y que permanecen casi intactos— se deben a la remodelación que hizo en el siglo XVII el famoso ingeniero militar Vauban. Concarneau es el vivo ejemplo de la gentrificación: todo el casco viejo amurallado está al servicio del turismo. Pero aún así resulta muy agradable pasear por sus calles y ver la actividad del puerto y de toda la bahía desde lo alto de las fortificaciones. Hay un museo de la pesca —el mismo puerto de Concarneau sigue siendo muy activo— y varias pastelerías donde vende las famosas kouign amann, tartas de mantequilla ligeramente hojaldradas típicas de Bretaña, y su versión mini: los kouignettes. Para comer, en el restaurante del Hotel Les Sables Blancs, con una excelente terraza con vistas a la bahía.
El pueblo es famoso por uno de sus más ilustres vecinos: el pintor post-impresionista Paul Gauguin, que vivió aquí temporadas entre 1886 y 1894. Pero Gauguin no fue ni el primero ni el único de los artistas del XIX que se fijó en las bellezas rurales y la luz de este bucólico pueblecito en la desembocadura del río Aven, en la costa meridional del departamento de Finisterre, no muy lejos de Quimper. De hecho, aquella afluencia de pintores dio origen a la denominada escuela de Pont-Aven , una corriente estilística de la que Gauguin es su máximo exponente. Pont-Aven sigue siendo un pueblo bucólico, precioso, por más que todos sus locales se hayan reconvertido ya al negocio turístico. Para un homenaje gastronómico, La Taupinière, cocina tradicional bretona de calidad en una encantadora casita en el bosque a las afueras de Pont-Aven
Situado en la ribera del canal Nantes-Brest, en el distrito de Morbihan, Malestroit es uno de los pueblos más famosos y visitados de Bretaña. Buena parte de su fama se la debe a su coqueta plaza mayor (aunque de grande solo tiene el nombre), donde encontrarás además muchos restaurantes y brasseries que instalan terrazas al aire libre en cuanto el tiempo lo permite. No te pierdas su interesante iglesia y las muchas viviendas medievales de entramado de vigas de madera que aún resisten en excelente estado de conservación.
Encrucijada de vías fluviales, Redon es una ciudad de unos 9.000 habitantes con un centro histórico cuajado también de edificios del siglo XVI con las típicas fachadas de entramados de madera. Muchas de ellas dan a la Grande Rue de Redon, la calle principal, y están tan torcidas y asimétricas que parece que se fueran a desplomar. Lo curioso es que, mientras las líneas de la fachada han perdido el paralelismo, no ocurre lo mismo con las ventanas. Es debido a que esos vanos fueron abiertos mucho más tarde: las ventanas originales de una casa medieval eran demasiado pequeñas para un gusto más moderno. En Redon hay que visitar las iglesia de Saint-Sauveur, lo que queda de una abadía románica en torno a la cual creció el pueblo. También el viejo puerto fluvial de Saint Jacques y el depósito de sal, un edificio del siglo XVII donde se almacenaba este preciado material. Precisamente en el puerto, con vista al canal, está La Minoterie, un buen restaurante para comer en su agradable terraza.
Tiene uno de los mejores cascos urbanos medievales de Bretaña, lleno de casitas de entramado de madera de los siglos XVI y XVII apoyadas unas en otra para no verse derrotadas por la ley de la gravedad. Por eso es también otro de los pueblos archiconocidos y architurísticos del golfo de Morbihan. Especialmente bonitas son la plaza de Puits y la calle Saint-Michel. El viejo castillo del siglo XII fue reconvertido en palacete por el pintor norteamericano Alfred Klots tras lo cual pueblo empezó a ser conocido como centro bohemio y de artistas.
Fue uno de los accesos históricos del ducado de Bretaña, situado al este del territorio, a orillas del río Vilaine. El burgo creció en torno a un castillo mandado construir por el rey Roberto I en un promontorio que se alza sobre el río. Es la misma fortaleza, mejorada y ampliada en siglos posteriores, que hoy domina la silueta de Vitré. Sin duda, otro de los pueblos más turísticos de Bretaña gracias a su bien cuidado urbanismo de su barrio medieval, que creció amparado por las murallas del castillo. Para un homenaje gastronómico, con cocina francesa de calidad, Le Petit Bouchon, uno de los restaurantes más famosos de la localidad.
Situado en la costa norte, es uno de los puertos históricos desde donde los pescadores bretones zarpaban hacia Terranova o Islandia en busca del bacalao. Saint-Maló tiene el mejor de todos los cascos urbanos amurallados de Bretaña. Un lugar muy especial en el que se percibe en el aire y en cada detalle la larga tradición marinera de la villa. Desde lo alto de esas murallas almenadas, las mismas que llevan protegiéndo Saint-Maló desde el siglo XIII, se comprende además la magnitud de las mareas que tienen lugar en esta zona. El nivel del mar puede fluctuar hasta 13 metros. Cuando la marea baja, el escenario se transforma. Y todas las islas, islotes, acantilados, puertos, radas y bahías dejan ver por abajo sus intimidades como sentinas oscuras, cual barcos clavados en la arena sobre una quilla de negro alquitrán. Para probar las ostras y otras delicias de la gastronomía local, Le Millésime (calle des Cordiers, 11), un reputado local en la parte intramuros de Saint-Maló.
Otro pueblo encantador, catalogado como 'Cité d'art et d'Historie'. Las casas que los comerciantes enriquecidos con la fabricación de telas para velas levantaron en torno a la plaza principal y las calles adyacentes siguen siendo un maravilloso ejemplo de arquitectura civil bretona. Todo el centro histórico es peatonal y está lleno de flores y terrazas de bares y restaurantes en cuanto llega la primavera. Es famosa la romería de Saint Ronan (La Grande Troménie), que se celebra cada seis años en julio; la próxima será del 2 al 6 de julio de 2025. Interesantes, la iglesia de Saint-Ronan y la contigua capilla du Penity. Para cenar, el restaurante del hotel Le Clos de Vallombreuse, en la vecina localdad de Duarnenez, a 9 km de Locronan.
Vannes, una de las ciudades más antiguas de Bretaña, fue la primera capital del ducado de Bretaña, mucho antes que Nantes. De aquella época —y de las posteriores de enriquecimiento gracias a las manufacturas para barcos— queda parte de la muralla que la rodeaba, varias puertas, palacios, una enorme catedral y multitud de edificios civiles de entramado de madera que dan al centro de Vannes su peculiar aspecto. Situada en un entrante del golfo de Morbihan, Vannes es una ciudad para pasear lentamente, fijándose en los mil y un detalles de esas fachadas centenarias, sobre todo en las de las calles des Halles y St. Salomon, las dos más bonitas de la localidad. Para probar la auténticas especialidad culinaria de Bretaña —los crêpes y las galettes— nada mejor que la Crêperie du Port.
Quimper, la capital de la provincia de Finisterre, a una hora por autopista al sur de Brest, tiene una de las iglesia más bonitas de Bretaña. Magnificada, además, por el entorno casi medieval de casas de entramado de madera que rodean el templo, construidas entre los siglos XV y XVII, y que aún engalanan el casco viejo de Quimper. El gótico excelso de las dos torres de la catedral rivaliza con unas soberbias vidrieras que son iluminadas desde dentro por las noches, convirtiendo al templo en un gigantesco diorama de colores mágicos para disfrute de quien pasea por la calles medievales de Quimper. Como curiosidad, la girola y el altar mayor están descentrados respecto a la nave principal. Para comer algo diferente, Le Riad, cocina árabe en el 18 de la rue Sainte Catherine. Para alojarse, recomiendo el hotel Ty Mad, en la cercana localidad costera de Douarnenez, a 22 kilómetros de Quimper.
Aquí tienes el plano para tu ruta por los 10 pueblos más bonitos de la Bretaña francesa. ¡Bon voyage!