Nueva Zelanda tiene dos islas. Dos mundos diferentes a apenas tres horas de ferri. Y ambas son interesantes, aunque confieso que mi favorita es la isla Sur. Es el paisaje salvaje que esperas encontrar en el país: las cimas nevadas de los Alpes neozelandeses, fiordos como el Milford Sound, glaciares o bosques húmedos templados que cubren como una selva la costa oeste. Si quieres saber qué visitar en la isla Sur de Nueva Zelanda, aquí va una completa lista de lugares de interés. Y aquí te cuento ¿cuál es la mejor época para viajar a Nueva Zelanda?
Actualizado por Paco Nadal el 07 de febrero de 2024.
No es una ciudad especialmente atractiva, más aún con los destrozos que causaron los terremotos de 2010 y 2011 y que aún no han sido reparados, pero es la capital y ciudad más poblada de la isla Sur y tiene aeropuerto internacional, por lo que muchos viajeros entran al país por ella. Conserva aún algunos edificios victorianos y neogóticos de la época de su fundación (1850), pero es fundamentalmente una ciudad moderna y muy británica. Hay bastante ambiente en Regent Street, una calle peatonal con ambiente mediterráneo de terrazas y bares. También hay mucha animación y vida joven con bares y restaurantes en Oxford Terrace, a lo largo del río Avon y el Bridge of Remebrance. La mayor atracción de Christchurch es su jardín público de 298 hectáreas con cedros, alcornoques gigantes y otras especies introducidas por el hombre en Nueva Zelanda. Christchurch fue el puerto de salida de las expediciones británicas al Polo Sur. De aquí partió Scott para su fatídica intentona. En el museo de Canterbury se conservan muchos objetos y recuerdos de aquellas expediciones.
Dónde: Christchurch.
Situado a 230 kilómetros hacia el interior de la isla, es uno de los lagos más bonitos y fotogénicos del país. La mayoría de viajeros se limita a parar en el pequeño poblado que toma el nombre del lago y caminar hasta un mirador con una pequeña ermita desde el que hay buenas vistas de las aguas turquesas del lago y de la línea de montañas nevadas de la cordillera del parque nacional Aoraki / Mt. Cook al fondo. Si quieres dedicarle más tiempo, existe una red de senderos a lo largo de su costa (folleto en la oficina de Turismo), pesca, paseos en bote y kayak durante el verano, vuelos panorámicos en avioneta y helicóptero, tours a una granja, observación de estrellas (el lago y sus alrededores son unos de los mejores spot del mundo para observar el firmamento) y rutas a caballo. Para comer, te recomiendo Mackenzies Bar Grill, muy bueno.
Dónde: Lago Tekapo.
Aparece a continuación del Tekapo y es más bonito aún —si cabe— que él. Si el día está claro, la visión del lago Pukaki, con el monte Cook al fondo, es todo un espectáculo. No hay más servicios que un centro de visitantes en el mirador, con una tienda donde venden salmón del propio lago, ahumado y en sashimi (¡está buenísimo!). Tiene también varios senderos y diversos miradores a lo largo de la carretera que muere en el Mt. Cook Village.
Dónde: lago Pukaki.
Una de las visitas ineludibles de la isla Sur. El parque nacional Aoraki / Mount Cook tiene 700 kilómetros cuadrados y acoge 19 de las 20 cimas de más de 3.000 metros de la isla Sur, incluido el monte Cook, que con sus 3.753 metros es el más alto del país. El 40 % de la superficie del parque son glaciares. La única forma de aproximarse por esta cara este de la cordillera de los Alpes neozelandeses es el Mt. Cook Village, una aldea de montaña con los únicos servicios: el Mt. Cook Lodge & Motels (alojamiento de diverso tipo, desde hotel convencional, motel y alberge con cuartos y baños compartidos), el Alpine restaurant, el Sir Edmund Hillary Café y el nada barato pero espectacular hotel Hermitage, con todas sus habitaciones con balcones acristalados mirando al monte Cook (si te puedes permitir este capricho, ¡no lo dudes!). Al Mount Cook Village se viene a caminar y a ver paisajes increíbles de glaciares y picos nevados. Hay excursiones fáciles, como a Hooker Valley (3/4 horas), al mirador del glaciar Tasman (1 hora) o a Governors Bush (1 hora); o más complejas, como la de Mueller Hut, que necesita unas 5 horas (folleto con info de las rutas en los hoteles). Otra actividad recomendable (aunque más cara) es un vuelo escénico en helicóptero sobre el glaciar Tasman; los hay solo con vuelo o con aterrizaje en el glaciar para dar una pequeña caminata por el hielo. La experiencia en el monte Cook es fantástica en un día claro y soleado. Si está lloviendo y con nubes bajas, ahórrate ir porque no vas a ver nada.
Dónde: Monte Cook.
Desde el monte Cook en línea recta hay un paso hasta los glaciares Franz Josef y Fox. Pero no hay forma de cruzar la cordillera por ahí. Así que volvemos a la costa oriental para seguir viaje hacia el sur. El siguiente destino es Koekohe Beach, una playa de la costa este a 38 kilómetros al sur de Oamaru y a 76 al norte de Dunedin, donde afloran unas extrañas formaciones esféricas de piedra. Bolas gigantescas semienterradas en la playa, a veces en grupos y a veces solitarias. Son los Moeraki Boulders. Se sabe que están formadas por barro y limo recubierto de una capa de calcita y que se originaron hace unos 60 millones de años en antiguos sedimentos del fondo marino. Pero el proceso exacto por el que la erosión les dio está forma aún no está del todo claro. Es un lugar curioso para hacerse unas fotos, pero se ve en media hora. Hay que ir en marea baja para verlo bien, en marea alta las cubre el agua por más de la mitad. Aquí puedes consultar la tabla de mareas. Junto al aparcamiento hay un café y tienda.
Dónde: Moeraki Boulders.
Una ciudad que creció con la fiebre del oro de finales del siglo XIX y que llegó a ser de las más prósperas. De esa época son sus dos edificios más emblemáticos y de lo poco que tiene la ciudad para ver: la universidad de Otago (aún en uso) y la estación de tren, un sorprendente edificio de estilo eduardiano decorado con vitrales y mosaicos hechos con miles de teselas. También sigue en uso y de ella salen a diario dos trenes turísticos: The Seasider (vistas panorámicas de Port Chalmers y Careys Bay) y el Taieri Gorge (una manera de llegar a estas bellas gangantas). Consulta horarios y precios, aquí. Lo que sí tiene Dunedin es un gran ambiente joven y universitario. Y muchos bares, restaurantes y clubs con música en vivo en torno a The Octagon, que como su nombre indica es una plaza octogonal (y en pendiente), el corazón de la vida social de la ciudad.
Dónde: Dunedin.
La mayoría de viajeros que pernocta en Dunedin lo hace para visitar al día siguiente la península de Otago, un saliente de tierra que se trae un aire a las rías Baixas, con increíbles parajes y playas enormes y solitarias a las que suelen llegar algunos pingüinos y leones marinos. Sobre un promontorio verás el castillo de Larnach, que en realidad no tiene nada de fortaleza: es la mansión que mandó construir en 1873 William Larnach, empresario y político de la Nueva Zelanda colonial. Tras una completa restauración, ahora está abierto al público como recursos turísticos.
Dónde: península de Otago.
Unos 100 kilómetros al sur de Dunedin (hora y media en coche), aparece este cabo con un faro y magníficos acantilados a ambos lados. Hay pasarelas y miradores desde los que se pueden ver, abajo en las rocas, familias de leones marinos, pingüinos ojigualdos y focas que vienen a sestear a ellas. Los pingüinos se ven mejor en Roaring Bay, una cala a diez minutos caminando desde el faro (está señalizada); llegan a la playa siempre antes del atardecer.
Dónde: Nugget Point.
Poco antes de Queenstown (a 25 km por la carretera 6) hay que parar en este puente metálico sobre el río Kawarau donde se fundó en 1988 la primera empresa comercial del mundo de bungee jumping (salto al vacío sujetado por una cuerda elástica a los pies). La creó A.J. Hackett, uno de los cinco pirados estudiantes de Oxford que, en los años 70, después de ver un documental de cómo saltaban al vacío de forma ritual los aborígenes de la isla de Pentecostés (Vanautu, Pacífico Sur), se decidieron a emular la hazaña. Les multaron por ello. Poco después, Hackett diseñó una cuerda elástica, la patentó y hoy es uno de los hombres más ricos de Nueva Zelanda. Cosa que no te extraña cuando pasas un rato apostado en el puente Karawau –donde la pequeña caseta con la que empezó se ha transformado en un circo comercial con tienda y toda la parafernalia de un gran show— y ves lanzarse cada dos minutos a un turista (mayoritariamente chino) ávido de emociones fuertes tras pasar por caja y dejarse 205 dólares neozelandeses (132 euros). Si te gusta descargar adrenalina, este es el sitio.
Dónde: Kawarau Bridge.
La que para muchos (entre los que me incluyo) es la ciudad más bonita de Nueva Zelanda se levanta a orillas de un lago, rodeada de montañas y en un entorno idílico. Las casitas de planta baja y cuidados jardines se alinean en una empinadísima ladera, como si escalaran. Aunque la vida social y turística se circunscribe a la cuadrícula comercial que hay abajo, en el llano, junto al lago. Queenstown es bella, pero está gentrificada, tomada por el turismo 11 meses al año (mayo es el único mes flojo). El esquí en invierno y los deportes de aventura de todo tipo el resto del año, llenan la ciudad de visitantes. Queesntown es la capital de los deportes de aventura de Nueva Zelanda. Una especie de Sodoma y Gomorra de la adrenalina: usted traiga dinero que nosotros le damos mil formas de gastarlo, desde parapente a skydiving indoor o descenso en una especie de bobsleigh de secano. Tienes que subir en el funicular para disfrutar de las vistas panorámicas de la ciudad y sus alrededores. Y deambular por al agradable paseo en torno al lago, el escaparate hedonista de la ciudad. ¿Te apetece conocer la ciudad sobre las ruedas de una bici o de un segway?
Dónde: Queenstown.
A escasos 20 kilómetros de Queenstown, Arrowtown es un típico pueblo de la fiebre del oro de la segunda mitad del siglo XIX, uno de los más famosos y turísticos de la isla Sur. Se fundó en 1860 y conserva una calle mayor, Buckingham Street, flanqueada de bonitas casas victorianas, algunas tan peculiares como la antigua farmacia o el edificio de Correos. Pero todo está destinado al turismo, todas las tiendas venden souvenirs y objetos enfocadas al visitante, que suele pasar poco tiempo en el pueblo. Hay un museo y una oficina de turismo. Alquilan bicicletas para dar paseos por los carriles que bordean el río Arrow.
Dónde: Arrowtown.
Si hay una visita imprescindible en la isla Sur es a este fiordo de la costa oeste. El más bello (y uno de los dos únicos accesibles junto con Doubtful Sound) de los muchísimos fiordos del parque nacional Fiordland, que cubre toda la salvaje costa suroeste. Para abrirlo al turismo hubo que construir una carretera de 120 kilómetros desde Te Anaun cuyo solo recorrido ya justifica la visita. A Mildford Sound se va para hacer una excursión en barco de unas dos horas de duración por el fiordo, en la que se ven cascadas, montañas picudas labradas por la erosión que se levan desde el mar hasta 1.500 metros, algunas focas y un paisaje, en general, de postal. Aunque más increíbles aún son esos paisajes desde una avioneta de alguna de las compañías que oferta vuelos panorámicos. Tienes toda la información de cómo llegar a Mildford Sound y qué hacer allí en este otro post.
Dónde: Milford Sound.
Si hay un lugar que refleja la perfección de los decorados naturales de Nueva Zelanda es este lago de aguas azules rodeado de montañas nevadas donde parece que todo está hecho por ordenador: los prados de mullida y recortada hierba, la quietud del lago, la belleza de las cimas nevadas, los bosques que lamen las orillas, las preciosas mansiones, la gente feliz (al menos, en apariencia)… Nació como pueblo minero y ahora es un famoso lugar de veraneo y de segunda residencia para los habitantes de Queenstown, de la que dista 67 kilómetros.
Dónde: Lago Wanaka.
Ha llegado el momento de viajar a la salvaje costa oeste. Hay pocas formas de salvar la formidable cordillera de los Alpes del Sur. Y una de ellas es la carretera que va de Wanaka a Haast por el paso Haast, cruce histórico de las montañas usado ya por los maoríes. La cinta de asfalto atraviesa soberbios bosques lluviosos protegidos bajo la figura del parque nacional Mount Aspiring. Una zona muy verde que anuncia ya la humedad y la vegetación de la costa oeste. Hay varias cascadas y miradores a lo largo de la ruta hasta que se llega a Haast, un pequeño asentamiento ya casi en el litoral dónde encontrarás un par de cafés, tienda, algún alojamiento sencillo. Ojo, todo cierra muy temprano.
Dónde: Paso Haast.
Son el gran atractivo de la costa oeste de la isla Sur. Dos glaciares que bajan del mismo macizo del monte Cook, pero por la ladera occidental. Una vez pasado Haast, la carretera gira, se pone en paralelo al litoral y avanza por uno de los tramos más salvajes y bellos que he visto en toda Nueva Zelanda. A la derecha, el denso bosque templado húmedo, ecosistema que crece en latitudes medias con muchas precipitaciones por estar cerca de océanos y que es el tipo de bosque que cubre buena parte del oeste de Nueva Zelanda. A la izquierda, el bravío mar de Tasmania rompiendo contras los acantilados. Sólo por atravesar esta zona merecería la pena el viaje. Se llega primero a Fox Glacier Village, la villa surgida en la desembocadura del glaciar Fox. Y un poco más allá, a Fran Josef Village, que hace las mismas funciones en la entrada del otro glaciar.
Dónde: glaciar Franz Josef / glaciar Fox.
Los amantes de los viajes en tren tienen en este recorrido turístico entre Christchurch y Greymouth una oportunidad de cruzar el país el ferrocarril. Se basa en la antigua línea express entre esas dos localidades, que en 1987 cerró sus viajes regulares para reconvertirse en tren turístico. El recorrido dura algo más de cuatro horas y la mejor época para hacerlo es de abril a septiembre, cuando aún hay nieve en los pasos de montaña, especialmente en el Arthur's Pass; aunque la experiencia siempre es fascinante. Se hace en vagones panorámicos. Puedes reservarlo online en esta web. Greymouth es un antiguo pueblo minero, hoy tranquilo y aburrido, sin mucho que ver. Exceptuando la cervecería Monteith's, famosa en todo el país y con solera centenaria. Te recomiendo comer aquí y pedir alguna de sus pale ale o la cerveza de la casa, la Original Monteith's. A 15 minutos de Greymouth siguiendo la carretera hacia el norte hay dos estupendos miradores con vistas a unos pináculos muy fotogénicos que emergen del agua.
Dónde: Greymouth.
A 45 kilómetros al norte de Greymouth aparecen las Pankeke Rocks, unos acantilados de roca caliza muy erosionada que con el oleaje provocan soplidos de agua a presión; lo que aquí llamamos bufones y son habituales en la costa asturiana, por ejemplo. Un sitio curioso para hacer una parada, aunque se ve en media hora caminando por unas pasarelas de madera sobre los acantilados. Mejor verlo en marea alta. El hotel más cercano está en la playa de guijarros que hay antes de los acantilados; un lugar precioso y con mucha energía (aunque la atención del personal del hotel dista de ser amable). 15 minutos más al norte, por la misma carretera, está la entrada al Truman Track, una pequeña senda que en 15 o 20 minutos cruzando un denso bosque templado da acceso a otra bahía espectacular, también con acantilados.
Dónde: Punakaiki.
Se trata de un pequeño parque marítimo terrestre con preciosas playas y bosques húmedos tras ellas. Solo se puede acceder por mar, no hay acceso por carretera. Los barcos salen de la localidad de Kaiteriteri, cerca de Motueka, en la costa norte, y van haciendo paradas en las diversas palyas. Si tu idea es caminar por alguno de los muchos senderos, compras el billete para bajarte en una playa determinada y que te recojan más tarde en otra. Así puedes organizar la ruta a tu gusto. El parque cuenta también con cuatro cabañas refugio en la costa y otras cuatro del interior. Puedes usarlas para hacer rutas senderistas de más de un día, llevando toda tu impedimenta; obviamente no hay donde comprar alimentos y bebida en el parque. En esta web tienes toda la información para reservar senderos y cabañas en el parque nacional Abel Tasman. Se ven muchas aves. Y también algunas especies invasoras, como las avispas germánicas, los jabalíes, la cabra montés o las zarigüellas, que ahora son una plaga. 200 voluntarios trabajan todo el año en programas de erradicación.
Dónde: parque nacional Abel Tasman.
Ciudad pequeña y agradable con una cuadrícula de casco histórico en torno a la calle Trafalgar, que es también la zona comercial. Y un pequeño waterfront en la zona de la playa con terrazas y restaurantes. Y poco más; Nelson se ve en un par de horas. Es un buen centro de operaciones para visitar el parque Abel Tasman.
Dónde: Nelson.
Es la ciudad portuaria de la costa norte donde se toman los ferris para la Isla Norte. El pueblo tiene poquito que ver, hay un museo naval, un acuario y varios restaurantes donde comer mientras esperas a que salga el barco. Pero está rodeada por los los Malborough Sound, una zona costera de preciosas rías y ensenadas, con paisajes espectaculares y muchos senderos, entre ellos uno de los más famosos de la isla Sur: el Queen Charlotte Track.
Dónde: Picton.
Para descubrir en condiciones todos los sitios descritos en esta ruta por la isla Sur te recomiendo como mínimo entre 15 y 18 días. Se puede hacer en menos, pero no merece la pena venir hasta el confín del mundo para pasar de puntillas por los lugares. Además, Nueva Zelanda es un destino sobre todo de naturaleza, que te asaltará en cada curva, en cada esquina. Planearás ir de A a B en cierto tiempo, pero tardarás el doble porque en todo el trayecto te irán apareciendo lugares tentadores en los que parar a hacer una foto o a sentarte en la hierba y disfrutar del espectáculo. En Christchurch basta una noche, igual que en Dunedin. Pero te recomiendo dos o tres al menos en Queenstown. Dos noches en el monte Cook y otras dos al menos en los glaciares Fox y Franz Josef. El fiordo Milford Sound se ve en un día, así como el parque nacional Abel Tasman.
Como has leído, Nueva Zelanda, es un país de naturaleza salvaje. Pero más allá de eso, lo que he descubierto es un país joven, casi perfecto, con una calidad de vida envidiable y que ha hecho de su aislamiento en el fin del mundo una seña de identidad. ¡Ojo! si ves este video te entrarán unas ganas irrefrenables de visitarlo.