Pese a la cercanía, Alemania es una gran desconocida para el viajero español. Más allá de Berlín, Múnich o la Selva Negra, poco sabemos de este enorme país. Baja Sajonia —un estado que, pese a su nombre, está en el norte— está lleno de coquetas ciudades medievales, carriles bici, bosques de hayas y coníferas para hacer senderismo y una costa salvaje y solitaria para amantes de los grandes espacios vacíos. ¡Todo un descubrimiento!
Actualizado por Paco Nadal el 15 de noviembre de 2023.
Sí, Hamelín existe de verdad. Está en Baja Sajonia, a 50 kilómetros al suroeste de Hannover, la capital de estado. En cierta manera podríamos decir que sí es una ciudad de cuento, no solo por la fábula del flautista y las ratas (que tuvo lugar aquí en 1284) sino porque su casco histórico, lleno de casas de entramado de madera del siglo XVI, te hacen sentir dentro de un relato de los hermanos Grimm. Pasear por su calles es sumergirse en una auténtica ciudad medieval llena de rincones apetecibles, sobre todo en el entorno de la plaza Am Markt y la iglesia de San Nicolás. Hay casa fechadas... ¡en 1500! que aún se mantienen como si tal cosa. Lo de la ratas, lejos de ser un problema, se ha convertido en el gran reclamo turístico de la ciudad. Todo el merchandising gira en torno al famoso cuento del flautista de Hamelín. Y cuando digo todo... ¡es todo! Hay peluches en forma de rata, cartelería en torno a las ratas, filetes de rata envasados y hasta un licor popular a base de vodka y de colorante rojo al que llaman sangre de rata. Recomiendo comer en la Rattenfängerhaus (Casa del cazador de ratas), en uno de los edificios históricos e imprescindibles de Hamelín. Está en la calle principal (Osterstr. 28) y ahora es un restaurante indio.
Baja Sajonia, como toda Alemania, está llena de bosques y de senderos para recorrerlos. Los alemanes son grandes enamorados del senderismo y ves a gente de todas las edades en cualquier lugar, con sus botas y sus mochilas, caminando. Weserbergland es un gran parque natural con densos bosques de hayas y coníferas al sur de Baja Sajonia que ocupa un territorio montañoso surcado por el río Weser. Las ciudades principales en su entorno y desde las que se pueden plantear excursiones son Bad Karlshafen, Holzminden, Höxter, Hamelín y Rinteln. Hay muchos senderos señalizados, como los del farallón de Hohenstein. O el que lleva al Weser-Skywalk, un mirador acristalado con excepcionales vistas al Weser, al que se accede cerca de la localidad de Solling. Para alojarte te recomiendo el hotel Romántico Menzhausen, en Uslar, en un edificio de 450 años de antigüedad lleno de encanto.
La gastronomía popular de Baja Sajonia tiene orígenes campesinos y es por tanto contundente. Un amplio grupo de chefs y gastrónomos ha fusionado estas recetas tradicionales con una mirada de autor para crear el sello de calidad Echt! (¡Auténtico!), marca regional que ha engrandecido la cocina bajosajona. Uno de su mayores representantes es el restaurante Graf Everstein, en Polle, cuya sala se abre a través de enormes cristaleras a un paisaje esplendido de llanuras y trigales en el Weserbergland. Su propietario, el reconocido cocinero Uwe Multhoff, ha creado las Weserbergland-Tapas, un menú degustación de recetas tradicionales de la región, presentadas en pequeño formato, al estilo de la tapas españolas.
Otro de los pueblos de casas de entramado de madera mejor conservados de Alemania es esta pequeña localidad de 52.000 habitantes a orillas del río Oker y a 13 kilómetros de Brunswick. Wolfenbüttel se salvó milagrosamente de los bombardeos de la II Guerra Mundial, por lo que su casco histórico luce aún edificios de varios siglos de antigüedad. Además de deambular por sus calles peatonales —llenas de terrazas en cuanto sale un rayo de sol—, hay que visitar el castillo barroco (hoy escuela de secundaria) y la biblioteca Duque Augusto, uno de los mayores almacenes de libros antiguos del mundo, con más de 10.000 manuscritos, incunables y biblias.
Brunswick (Braunschweig, en alemán) es la segunda ciudad más grande del estado de Baja Sajonia, por detrás de Hanóver. Durante la Edad media fue un importante centro comercial de la Liga Hanseática, lo que trajo esplendor económico, artístico y arquitectónico. Por desgracia, las secuelas de la II Guerra Mundial sí fueron importantes aquí, por lo que su casco histórico está muy reconstruido. Eso sí, reconstruido tal cual fue, por lo que la sensación cuando caminas por él es que nada ha pasado desde aquellos lejanos siglos. Esa parte histórica se concentra en torno a dos grandes espacios abiertos, la Burgplatz (plaza del Castillo), donde está la catedral (siglo XII) y el castillo de Dankwarderode, y la Altstadtmarkt (plaza del Mercado de la Ciudad Antigua), flanqueada por muchas casas medievales. Te recomiendo un paseo en barca, patín o kayak por el río Oker, que rodea la ciudad entre arboledas y praderas herbáceas donde van los locales a descansar en cuanto llega el buen tiempo. El embarcadero de OkerTour está en Kurt-Schumacher-Straße 26 a (justo al lado del puente).
Otra cosa que me gusta de Alemania: la increíble red de carriles bici que hay por todos lados. Y el respeto al cicloturista. El país está lleno de aficionados de todas las edades haciendo sus vacaciones sobre dos ruedas. Me gustan muy en especial los carriles bici que van en paralelo a los grandes ríos. El carril bici más largo y famoso de Baja Sajonia es el que va en paralelo al río Weser. Empieza en Hannoversch Münden, que es donde oficialmente nace el Weser por la confluencia del Fulda y el Werra (que también tiene sus propios carriles, ¡una locura!). Cruza la región de Weserbergland, pasa por Bremen y llega al mar en Bremerhaven. En total tiene 515 kilómetros de longitud. En Bremerhaven se puede seguir en paralelo a la costa y empalmar en Cuxhaven con el carril del Elba (lo que haría un total de 1.355 kilómetros ininterrumpidos de ciclovía en paralelo a ríos). La ciudad grande más cercana al inicio del carril es Kassel.
Camino hacia el costa norte te recomiendo una parada en el lago Steinhude, una de las grandes áreas de recreo de la vecina capital, Hanóver, de la que distan 30 kilómetros. El lago es de origen glaciar y tiene una profundidad media de apenas metro y medio. En sus riberas ha crecido una abundante oferta turística, con hotelitos muy integrados en la naturaleza, merenderos y sobre todo, ahumaderos de anguilas, una de las riquezas piscícolas del lago y verdadera delicatessen local. Uno muy apetecible es el ahumadero-restaurante Schweer, en Wunstorf. En medio del lago emerge una pequeña isla artificial en la que Federico de Schaumburg-Lipe, regente del desaparecido principado del mismo nombre, mandó construir en el siglo XVIII Wilhelmstein, una fortificación que se ha convertido ahora en una de las principales visitas turísticas del lago. Se accede en barcas de madera que parten desde las localidades de Steinhude y Mardorf.
A tres horas por carretera del lago Steinhude aparece Cuxhaven, el más famoso balneario de la costa norte alemana. Cuxhaven es un lugar de veraneo tradicional entre los alemanes, con enormes playas, un frente dunar larguísimo y, tras él, otro frente casi tan largo de hoteles de todo tipo. Ubicado en la desembocadura del río Elba, tiene un puerto pesquero aún activo y famoso al que merece la pena ir para comer pescado fresco en alguno de los restaurantes de la zona (muchos de ellos regentados por emigrantes portugueses y españoles que llegaron en la década de los 60 para trabajar en las factorías de pescado). De Cuxhaven es famosa la estampa de las hamacas de madera amarillas que se alquilan en las playa de Dhunen para protegerse de las inclemencias del tiempo. Y también las tremendas mareas que hacen retirarse al mar varios kilómetros, dejando dos veces al día un desierto de arena mojada frente a las costas.
Las enormes mareas bajas de la costa norte son aprovechadas por varias empresas de Cuxhaven para ofrecer la excursión más famosa de la costa norte: el paseo en carros tirados por caballos percherones por la marisma hasta la isla de Neuwerk. La isla emerge unos pocos metros por encima del nivel del mar, a nueve kilómetros de la costa, y está habitada desde hace siglos. Tiene un enorme faro, hoy en desuso, que alertaba de los bajíos a los barcos que se dirigían a Hamburgo o Bremen. En bajamar se puede llegar a ella andando (tres horas) o en carro. Se pasa una hora en la isla (se puede subir hasta la linterna del viejo faro, desde donde hay una vista panorámica del Wadden Sea) y se vuelve antes de que el océano regrese. Yo hice la excursión con Haus Wattenpost, que son además desde hace centurias los encargados de llevar el correo postal a Neuwerk.
Toda esta costa norte de Alemania, desde la frontera con Dinamarca hasta Holanda, forma el Wadden Sea, el mar de Wadden, una de las zonas intermareales más grandes y poderosas del mundo. Casi 400 kilómetros de costa de aguas someras formada por bancos de arena, bajíos, canales y llanuras de fango sujetas al capricho de las mareas. Un ecosistema dinámico en el que viven más de 10.000 plantas y animales perfectamente adaptados a que cada seis horas la marea suba y baje, cambiado por completo el escenario. La parte alemana fue declarada parque nacional hace más de 20 años y todo el Wadden Sea, Patrimonio de la Humanidad en 2009. Uno de los escenarios naturales más sorprendentes del país, especial para los enamorados de los grandes espacios abiertos.
Aproximadamente a unos 45 minutos al sur de Cuxhaven está el municipio de Wurster Nordseeküste, donde se vuelve a repetir el paisaje costero del Wadden Sea y donde también se pueden hacer muchas actividades. Por ejemplo, descubrir el puerto de Wremen, con una flota especializada en la pesca de camarones. O visitar el museo de Pesca en la Marisma o el de Conchas Curiosas. O pasear a pie o en bici por el dique artificial de nueve metros de alto que protege toda la costa norte de Alemania para evitar que las tormentas en marea alta inunden amplias zonas de Baja Sajonia, como ya ocurrió en numerosas ocasiones. Para comer o cenar, te recomiendo el restaurante Zur Börse, en Wremen. Y para alojarte, las encantadoras casas rurales de la familia Dircksen, verdaderos chalés de lujo con una relación calidad-precio imbatible.
La guinda final a una excursión por la costa de Baja Sajonia es este antiguo faro de madera, cerca de la pequeña localidad de Dorum-Neufeld, en el municipio de Wurster Nordseeküste. Fue construido en 1887 para dar servicio a la entrada del puerto de Bremen. Cuando quedó en desuso, una poderosa grúa marina lo levantó tal cual y lo trasladó de una sola pieza varios kilómetros al norte —donde está ahora— para que sirviera de atracción turística. Por dentro se conserva toda la maquinaria original así como la casa y utensilios de los dos fareros que lo atendían.
Como has leído, Alemania es un país sorprendente. Cada estado tiene su peculiaridad. Baja Sajonia es un paraíso para los amantes del senderismo, del cicloturismo y de los pueblecitos de cuento. No te pierdas este vídeo... ¡y que no te lo cuenten!