Montañosa, pero a un paso de la costa, la comarca de la Axarquía es una de las de mayor carácter de la provincia de Málaga. Fue el último refugio de los moriscos malagueños antes de su expulsión por Felipe III. Esa larga permanencia dejó una impronta en la arquitectura, el paisaje y las tradiciones que aún hoy modela la comarca. Embrujo morisco entre la montaña y el mar.
Actualizado por Paco Nadal el 30 de diciembre de 2022.
Capital de la Axarquía y una de las principales ciudades del antiguo reino nazarí, Vélez-Málaga es una urbe grande y populosa, a mitad de camino entre el mar y la montaña y con muchos servicios para el turista. La parte más interesante de la ciudad es el casco viejo, ubicado en la zona alta, entre el cerro del castillo y la plaza de la Constitución, con calles pausadas y de marcado sabor andaluz. A un lateral de la plaza se levanta la iglesia de San Juan Bautista, de origen mudéjar. En el otro ángulo de la plaza de la Constitución, frente a la iglesia, se ven los lienzos de la antigua muralla hispanomusulmana del siglo XIII que cerraba la medina. Se conserva también uno de los cuatro accesos con que contaba el recinto, la Puerta Real, protegida por un gran torreón de ladrillo de mampostería donde aún se ven huellas de los viejos arcos de medio punto musulmanes. Por la calle principal, la calle Real, se sube hasta lo alto del cerro donde aguardan la iglesia de Santa María, levantada sobre la mezquita aljama, y la Fortaleza, los restos del que fuera una de los principales castillos nazaritas.
A una media hora de Vélez-Málaga por la A-7 se llega a este pueblo perfecto de estampa morisca, uno de los más famosos y turísticos de la Axarquía y de la Costa del Sol. En Frigiliana parece como si todos los elementos interpretaran la coreografía que de ellos se espera: el muro encalado, la maceta de geranios, la calle empedrada, el rincón fresco y oscuro de una calleja... Una impecable estampa andaluza descubierta hace ya mucho tiempo por el turismo internacional, que llega desde la cercana costa en oleadas todos los días a bordo de autobuses. Frigiliana y su área fueron el último enclave musulmán de la provincia de Málaga, una particularidad que se nota aún en sus calles y costumbres. El paseo debe iniciarse en la plaza del Ingenio, donde es necesario dejar el coche. Allí está la Casa del Apero, edificio multiusos que alberga la oficina de Turismo y el museo de Arte Naïf, además de una sala de exposiciones temporales y una interesante muestra permanente de arqueología. Desde la plaza del Ingenio hay que subir por la calle de Hernando el Darra para seguir a la derecha por unas escaleras que lleva la calle de la Amargura y más tarde a la plaza de la Iglesia, un remanso amplio y horizontal en este dédalo de calles estrechas y empinadas. Desde la plaza se puede seguir por la calle del Torreón hasta completar un círculo y volver a la plaza del Ingenio atravesando todo el barrio morisco, esencia arquitectónica de un pueblo que pese la invasión turística conserva lo mejor de sus encantos.
Después de un trayecto por sinuosas carreteras de montaña, la llegada a Cómpeta impresiona. La villa aparece al fondo como una mancha compacta y blanca que se desliza de arriba abajo por la ladera terrosa de la sierra de Almijara. Solo el espigón ocre del campanario, que sobresale 30 metros por encima del suelo, pone una nota de color en el uniforme mortero de cal. La población sigue dedicada a las tareas agrícolas y muy en especial a la producción del famoso vino de Cómpeta, un caldo dulce cuyas excelencias vienen dadas por el proceso de fabricación, en el que se utilizan cuatro kilos de uva para cada botella; uvas que se dejan secar al sol y, tras el prensado, pasan dos años en barricas de roble francés. Además, es importante también la variedad de uva, moscatel por supuesto, y el grado de insolación que reciben en unos suelos pizarrososo y pobres en materia orgánica. El vino dulce de Cómpeta es el heredero de una rica tradición de vinos malagueños, muchos de ellos desaparecidos, y puede comprarse en casi todas las tiendas y restaurantes y directamente en las Bodegas Almijara.
A 4 kilómetros de Cómpeta aparece Canillas de Albaida, blanco también, por supuesto, pero con un casco urbano menos agraciado que el primero. Aún así, sus calles tienen el encanto de la tranquilidad y el sosiego de un pueblo serrano. Resulta agradable el paseo a pie hasta la plaza de la iglesia, por calles por las que no cabe un coche, y sentarse en este espacio rectangular y muy recogido, con la sencilla fachada del templo a un lado y la fuente a otro.
Los más interesante de Árchez es su campanario mudéjar, considerado uno de los mejores de la comarca. Un esbelto minarete de 15 metros de altura, levantado en el siglo XII, que ha llegado millagrosamente intacto hasta nuestros días. Una especie de túnel del tiempo asociado ahora a la iglesia de la Encarnación. Fue restaurado en 1989 y declarado monumento nacional. El mudéjar, el arte de los musulmanes que fueron autorizados a vivir en las zonas reconquistadas, es, según el historiador Menéndez Pelayo, el único arte verdaderamente español. En esta zona de la Axarquía se han conservado algunos de los más bellos ejemplos del mudéjar andaluz. En Árchez encontrarás villas en la montaña que, si puedes permitírtelas, pueden darte un buen descanso.
La ruta del Mudéjar tiene parada obligatoria en esta pequeña localidad donde, de nuevo, el arte de los canteros almohades traspasa el tiempo para deleitarnos con otro delicado minarete. Humilde, modesto y sin pretensiones, el alminar de Salares —hoy anexo a la iglesia parroquial— conserva aún toda la fuerza de la autenticidad para transportarte al siglo XIII. Doce metros de altura total en mampostería de ladrillo, con decoración de azulejos, arquerías y ventanas que son la máxima expresión de un arte nacido de la mezcla de influencias islámicas y cristianas. El último cuerpo se le añadió en el siglo XVI para albergar las campanas. Salares es uno de los pueblos menos castigados por las nuevas construcciones de la ruta. Un paseo por sus calles da una idea aproximada de cómo fueron estas aldeas hace siglos. Cerca de la iglesia puede verse la Casa del Torreón, una humilde vivienda que aprovecha restos de un antiguo bastión de la muralla y que también evoca con facilidad tiempos pasados. También en Salares puedes encontrar alojamiento para tu ruta.
Otro largo tramo de carreteras estrechas y pegadas a la ladera lleva hasta esta localidad de original nombre, Canillas de Aceituno, donde se encuentra una iglesia de Rosario que deja ver aún —en la fachada que da a la calle del Olivo— los tres arcos por donde se accedía a la vieja mezquita. Amén de otro excelente artesonado mudéjar en al nave principal. Y es que, en estos pueblos de la Axarquía, la huella morisca sigue indeleble en cada esquina. Como por ejemplo en el aljibe árabe, a la entrada del pueblo, o en la Casa de la Reina Mora, conocida también como de los Diezmos, antigua oficina de tributos desde la que se controlaba el mercado de seda y hielo, dos de los pilares de la economía local antaño.
Es el pueblo más afamado y bien conservado de la Axarquía occidental. Ya desde lejos barrunta interés, porque su estampa, subido en lo alto de una crestería, es impecable. Una vez que se alcanza la cima del cerro y se deja el coche en el aparcamiento disuasorio de las afueras –imposible acceder con él por estas callejas– se inicia un descenso a pie en la historia del urbanismo medieval. El Ayuntamiento ha preparado una ruta señalizada con paneles de azulejos que habla de la historia y de los lugares de interés de la localidad. Uno de ellos es sin duda el castillo, apenas unos pedazos de la antigua alcazaba formados por dos torres, la Tahona y la Tahoncilla, y restos de murallas. El edificio más antiguo de la villa es la iglesia de la Encarnación. En cualquier caso, lo mejor de la visita de Comares es deambular por esas callejuelas de muros de argamasa blanqueados durante siglos, geranios y buganvillas. En algún momento se pasará bajo alguno de los dos arcos musulmanes que aún quedan en pie en pleno centro urbano. También será fácil llegar a la plaza de las Pandas de Verdiales, uno de los miradores del pueblo donde una estatua recuerda a estas bandas musicales típicas de los montes de Málaga. La Panda de Comares nació en 1967 por empeño del párroco, don Luciano. Un hotelito muy recomendable, con buen restaurante y excelente vistas a la Axarquía, es El Molino de los Abuelos.
Uno de los rasgos culturales más importantes de los montes de Málaga son las pandas de verdiales, cuadrillas de músicos que cantan fandangos bailables al son de una pandereta con cintas de adorno, violines, platillos, castañuelas y almireces. Mucho se ha especulado sobre su origen, que en cualquier caso es muy antiguo y anterior al flamenco. Para algunos autores, pueden tener raíces moriscas; otros como José Manuel Caballero Bonald, opinan que «se trata de un fandango arábigo-andaluz que asimiló en un determinado momento, por influjos de vecindad, algunos caracteres del flamenco». Incluso entre los ritmos de pandas de diferentes pueblos hay diferencias considerables. A finales de julio se celebra en Comares un importante encuentro de verdiales. También durante ese mes se celebra otro festival provincial itinerante, que cada año tiene por sede un pueblo malagueño.
Desde Canillas se puede bajar al valle del río Vélez, a la altura del embalse de Viñuelas. Desde allí, las carreteras A-356 y A-355 llevan hacia el rincón septentrional de la Axarquía, con pueblos también de interés y tipología morisca, como Alcaucín, donde hay que ver la iglesia del Rosario y los restos del castillo de Zaila. En Periana el espectáculo es el propio casco urbano, además de su famoso anís y sus no menos cualificados melocotones. Alfarnatejo, ya lindando con las llanuras olivareras del interior se publicita como los 'Pirineos del Sur', tal es el cúmulo de elevaciones y quebradas que dan forma al municipio, el más alto de la Axarquía; un lugar que ni pintado para la caminata y la contemplación de la naturaleza.
La Axarquía es la comarca más oriental de la provincia de Málaga. Aunque linda con el mar, sus sitios de mayor interés están en el interior. Es una zona muy montañosa, con carreteras en buen estado, pero muy sinuosas. Conviene tenerlo en cuenta a la hora de calcular tiempos de un lugar a otro.