El Camino de Santiago Inglés es una de las grandes rutas jacobeas y la cuarta más transitada por peregrinos. Una ruta que abrieron viajeros del norte de Europa, sobre todo ingleses, que llegaban al puerto de Coruña o de Ferrol en barco —evitando así los peligros de la peregrinación por tierra— y desde allí seguían a pie hasta Santiago de Compostela en un viaje de tres o cuatro días. Un Camino de Santiago diferente, cargado de historia y mucho más solitario y tranquilo que otros caminos ya excesivamente mercantilizados, que atraviesa alguno de los bosques más bellos de la provincia de A Coruña. Hay dos puntos de salida: Ferrol (112 km) y A Coruña (76 km). Te cuento aquí la etapas del Camino Inglés, saliendo desde A Coruña; la aventura se puede completar fácilmente en tres o cuatro días (en este otro post te cuento las etapas del Camino Inglés desde Ferrol).
Actualizado por Paco Nadal el 11 de junio de 2023.
La ruta a Compostela desde los puertos de A Coruña y Ferrol data de los primeros tiempos de la peregrinación. Para los fieles británicos y de otras muchas naciones del norte de Europa era más rápido y, en cierto modo, seguro el viaje por mar que por tierra (aún con todas las inseguridades que implicaba meterse en una rudimentaria nave mercante en aquellos remotos tiempos, a merced de tempestades e infecciones a bordo). La ruta está jalonada de templos y ermitas dedicadas a Santiago el Mayor y de referencias a antiguos hospitales, e incluso también a San Jorge, evidencias de ese 'camino de los ingleses' que fue especialmente transitado entre los siglos XII y XV. Se tiene constancia escrita de la peregrinación a través del puerto de A Coruña, entre otros, del rey noruego Sirgud Jorsalafar en 1108 y de una expedición de cruzados nórdicos en 1217, que pasaron a orar por Compostela antes de seguir viaje a Tierra Santa. La decisión del rey inglés Enrique VIII de romper con la Iglesia de Roma y dar paso a la Reforma anglicana en el siglo XVI cortó de raíz la afluencia de peregrinos británicos por esta ruta, que empezó así a caer en el olvido.
El Camino Inglés empieza en un lugar emblemático: la iglesia de Santiago de A Coruña, un templo románico de la segunda mitad del siglo XII, contemporáneo por tanto de la gran época de la peregrinación. La salida de A Coruña, como la de tantas grandes ciudades en las rutas jacobeas, se hace por territorio muy urbano y poco agraciado. Es el peaje a pagar por la modernidad. Ojo a la señalización, que no siempre es evidente. Será así durante las dos primeras horas, hasta llegar a O Burgo, un enclave histórico, donde aún permanece el viejo puente medieval (aunque muy reformado) que permitía a los peregrinos cruzar la ría. El puente y el cruceiro, más la cercana iglesia templaria, forman una estampa de lo más fotogénica. Tras O Burgo, nos internamos en terreno más rural (aunque aún queda algún polígono industrial), hasta Santiago de Sigrás, en el concello de Cambre, otro precioso conjunto monumental, con una iglesia de orígen románico (siglo XII), aunque muy reformada y transformada en el tiempo, donde a buen seguro encontraban hospitalidad los peregrinos medievales. Tras Sigrás, se pasa por la puerta de algunos de los grandes pazos de la comarca —incluido el de Amancio Ortega, dueño de Zara— hasta llegar a Sergude, final de etapa.
Servicios en Sergude: un albergue de peregrinos público, y nuevo y en muy buen estado, con 30 plazas en literas. Tiene cocina, salón comedor, lavadora y secadora. Cierra a las 22:00 horas. Hay un bar-restaurante cerca donde cenar y desayunar, pero ninguna tienda de comestibles.
La etapa más bonita, y también más dura del Camino, Inglés desde A Coruña empieza con un kilómetro y medio de preciosas carballeiras (robledales que te acompañan desde casi la salida del albergue hasta que empiezan la gran cuesta, tras pasar por el lugar de San Xoán de Sarandóns. Es el de mayor altitud del Camino Inglés y el tramo más duro para los pies. Se salvan unos 400 metros de desnivel durante unos 8 kilómetros de ascenso continuado hasta que, por fin, en una altiplanicie, se une el ramal que viene de Ferrol en As Travesas y poco después se llega al albergue de Bruma, donde quienes no quieran hacer una etapa más larga pueden pernoctar (también, quienes en la etapa anterior se sientan con fuerzas y prefieran alargar la primera jornada hasta aquí). Al lado del albergue está Casa Graña, un restaurante en un edificio con casi mil años de historia que fue un antigua leprosería y en el que las crónicas dicen que una vez pernoctó el emperador Carlos V. Empiezan después los 10 kilómetros más bellos del Camino Inglés. Primero por una carreteritas locales entre maizales y eucaliptos y luego, por corredoiras de techo abovedado por la fronda de los carballos (robles). Una preciosidad de tramo. Se llega así al final de etapa, el albergue de Poulo.
Servicios en Bruma: un albergue público que ocupa el antiguo hospital medieval de peregrinos, completamente modernizado. 22 plazas. Cocina y salón. Lavadora. Al lado está Casa Graña, un restaurante histórico y con muy buena cocina donde se puede desayunar y cenar. ¡Ojo! No aceptan tarjetas, dicen que por falta de cobertura de móvil. Mejor llevar efectivo. La señora María, la dueña, es todo un personaje. No hay tienda de comestible cercana.
Servicios en Poulo: un albergue público en la antigua casa rectoral. 42 plazas, salón, cocina, lavadora. Al lado está la casa rural Antón Veiras, un sitio lleno de encanto y con muy buena cocina. Tiene 6 dormitorios (alguno, cuádruple) y servicio de desayunos y cenas. No hay tienda de comestibles en los alrededores.
Esta larga etapa puede ser divida en dos mitades casi iguales, haciendo noche en Sigüeiro, donde hay todo tipo de servicios y varios albergues privados. Se sale de Poulo como se entró, por preciosas corredoiras, algunos puentes medievales y zonas muy rurales y perdidas. Es otro de los tramos bellos de este Camino. A estas alturas la señalización es ya perfecta, con mojones de piedra y señalización kilométrica. La llegada a Sigüeiro es algo monótona, por una interminable recta en paralelo a la autovía, aunque la sensación mejora en el último kilómetro, donde volvemos a sumergirnos en una corredoira auténtica. Como te decía, en Sigüeiro tienes todo tipo de servicios. Luego viene uno de los bosques más bellos de toda la travesía, el bosque de Sionlla, unos 8 kilómetros antes de Santiago. Y tras él, la entrada a la gran ciudad que, como todas, es urbana y prescindible. Hasta que por fin aparece —imponente— el final de toda ruta jacobea, el gran espacio escénico tallado en piedra hecho para impresionar a fieles de todo el mundo: la plaza del Obradoiro.
Servicios de Sigüeiro: no hay albergue público, pero sí varios privados. Entre ellos y muy recomendables: Albergue Camiño Real, con 22 plazas en habitaciones compartidas más una vivienda de uso turístico de 6 plazas. Y Sigüeiro Hostel, que funciona como un pequeño hostal, con 18 plazas en habitaciones dobles o de uso individual. También, Albergue Mirás, nuevo, con 14 plazas, de los dueños del restaurante homónimo. Albergue Ultreia et Suseia (teléfono 638 177 894), con 12 plazas y Albergue Quinta Andaina, con 18 plazas. En el pueblo hay bares, restaurantes y tienda de comestibles, además de todo tipo de servicios.
El gran atractivo del Camino de Santiago Inglés, ya sea desde Ferrol o desde A Coruña, es que es una ruta jacobea aún sin explotar, con los servicios justos para facilitar el tránsito del peregrino, pero sin la masificación, el mercantilismo y la romería en que se han convertido ya otros caminos. Lo resumiría como el Camino Francés de hace 20 años, cuando aún podías caminar en soledad durante muchos kilómetros, la hospitalidad de las gentes locales era sincera y no había una máquina de vending, un cartel de 'se llevan mochilas' o un negocio en torno al caminante cada 100 metros. A cambio, la parquedad de servicios hace más compleja la ruta. Es cierto que ya existe al menos un albergue público en cada final de etapa, además de casas rurales y albergues privados a lo largo del camino. Pero, por ejemplo, no hay tiendas de comestibles al final de esas etapas, lo que obliga a cargar con la cena o a hacerla en algún restaurante. Y hay pocos sitios donde parar a tomar un café o un almuerzo a media mañana. A cambio, los soliloquios, la comunión con la naturaleza y la contemplación están más que aseguradas. Que tampoco son malas compañeras de viaje.