La catedral de Granada es una de las visitas imprescindibles de la ciudad. Se trata de una de las más excelsas obras del Renacimiento español y lo primero que llama la atención de ella es la ausencia de una gran plaza monumental que realce su fachada, al gusto del barroco. El primer templo granadino está literalmente embutido entre estrechos callejones, en un laberíntico entramado urbano que recuerda a la Granada medieval en la que nació. De hecho era una catedral 'ciega' hasta que a finales del siglo XVII se abrió la pequeña plaza de las Pasiegas, que ni siquiera tiene anchura suficiente para abarcarla en su totalidad. Al final de este post te doy todos los datos prácticos para tu visita.
Actualizado por Paco Nadal el 17 de julio de 2023.
La idea de una gran catedral que engrandeciera Granada como símbolo de la expansión de la Cristiandad la tomaron los Reyes Católicos en 1501, ya que la Mezquita Mayor, que había sido convertida en sede catedralicia tras la caída de la ciudad en manos cristianas, se había quedado pequeña. Pero la falta de recursos y sobre todo el interés de Isabel y Fernando en terminar primero la Cripta Real, que debía ser su panteón funerario, hizo que la obras no empezaran hasta 1523, reinando ya su nieto Carlos V. El proyecto inicial de estilo gótico del maestro Enrique Egeas es pronto abandonado por otro del arquitecto de moda en la época, Diego de Siloé, que bebe ya de las nuevas tendencias del Renacimiento. En 1561, cuando apenas se había terminado la techumbre de la cabecera se abrió al culto. Tardó 180 años en terminarse.
La portada de la catedral que ahora vemos no es la original proyectada por Siloé, sino la trazada por el pintor, escultor y arquitecto granadino Alonso Cano en 1667 y ejecutada después por diversos maestros mayores, ya que Cano murió en el verano de ese mismo año. En vez de la típica fachada retablo, Cano ideó tres grandes puertas a modo de arcos de triunfo con un medallón en relieve sobre el arco central que representa a la Encarnación. A finales del siglo XVIII se le añadió toda la decoración iconográfica y ornamental: la Visitación y Asunción sobre las puertas laterales en estilo rococó; cuatro medallones elípticos con los evangelistas sobre los pilares del primer piso y las cuatro esculturas que rematan el friso.
Siloé concibió el templo con dos torres gemelas de 80 metros de altura, pero solo se construyó una que, además, no llegó a concluirse, ya que el original tenía cuatro cuerpos, el último de ellos de forma octogonal. Pero debido a deficiencias estructurales los intentos por añadirlo, uno en 1590 y otro en 1636, resultaron vanos y al final quedó como la vemos, con solo tres cuerpos cúbicos. Aún así, es la referencia visual desde cualquier punto de la ciudad y su icono más reconocido.
La capilla Mayor es una verdadera joya de la catedral granadina, que sobrecoge por su tamaño y riqueza ornamental. Tras otro arco de triunfo, se abre la gigantesca bóveda de 45 metros de altura y 22 de diámetro que Diego de Siloé proyecto para engrandecer la imagen de María. La parte alta de la bóveda está decorada con vidrieras hechas entre 1554 y 1561 por maestros flamencos. Debajo de ellas, siete grandes cuadros firmados por Alonso Cano que representan la vida de la Virgen. En los laterales podemos ver estatuas orantes de los Reyes Católicos. El templete que cubre el altar mayor es reciente, esculpido en plata por José Navajas en 1926. En época de Carlos V se pensó preparar esta capilla como panteón de los reyes españoles pero al final su hijo, Felipe II, decidió que este estuviera en El Escorial madrileño.
La verdadera dimensión monumental del edificio proyectado por Diego de Siloé se aprecia en su totalidad cuando el visitante se adentra en el bosque de columnas que sustentan las cinco naves del cuerpo central del templo. Su color blanco y su sencillez de líneas contrastan poderosamente con el recargado esplendor dorado de la capilla Mayor. Su estilo clasicista, al más puro renacimiento italiano, habla de la influencia que tuvo en Siloé sus estancias en Italia. Tiene 115 metros de largo por 67 de ancho. Dos órganos gemelos del siglo XVIII cierran por ambos lados la nave central. Hubo un coro de madera tallada en medio de la nave, pero se trasladó en 1926 tras la capilla Mayor para dejar limpia la vista en el patio de columnas de manera que todas las perspectivas dirigieran la atención de los fieles hacia la capilla Mayor.
Las capillas de las naves laterales y la girola son en su mayoría barrocas. Cabe destacar la del retablo del Nazareno (lateral derecho, justo detrás del antiguo acceso a la Capilla Real) que, en realidad, es un soporte para exhibir los mejores cuadros que tenía la catedral: hay varias obras de José Ribera (El Españoleto), otros de Alonso Cano y un San Francisco de Asís atribuido a El Greco.
Para Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, los Reyes Católicos, Granada fue su ciudad fetiche, pues con esa conquista lograron culminar su proyecto de unificación de los reinos peninsulares, además de acabar con 777 años de presencia del islam en España. Por eso quisieron que sus restos mortales quedaran para siempre en Granada. Para ello dispusieron una excelsa Capilla Real, que es un iglesia en sí misma en estilo gótico isabelino, adosada —cuando se comenzó a construir— a la antigua mezquita mayor musulmana, que por aquellos tiempos se había reconvertido en primer templo cristiano. Isabel murió el mismo año de firmar el inicio de las obras, en 1504, y Fernando en 1516, cuando el edificio estaba muy avanzado, pero no concluido. Ambos fueron enterrados en la Alhambra hasta que su nieto, Carlos V, terminó la Capilla según los deseos de sus abuelos y trasladó aquí sus restos mortales, así como los de su padre, Felipe el Hermoso. Muchos años después se terminó la catedral, así que aunque ahora sea una capilla lateral de esta, en realidad es una catedral adosada a la Capilla Real, y no al revés. La entrada se efectúa por el exterior y con un ticket diferente al de aquella.
Dentro sorprende la elaborada reja de hierro forjado que separa la nave central del crucero; tras ella aparecen las esculturas yacentes de Isabel y Fernando, en mármol de Carrara, talladas en Génova y traídas por barco (son las de la derecha, según se entra). A la izquierda de estas, otras dos figuras yacentes: la de su hija Juana la Loca y su marido, Felipe el Hermoso. Unas escaleritas bajan hasta la cripta, donde están los féretros originales de estaño. También están los de su hija Juana, su yerno Felipe y los de su nieto Miguel, que hubiera reinado en vez de Carlos V de no haber muerto a los 2 años. Impresiona la austeridad y frialdad de estos ataúdes con el esplendor recargado de los mausoleos en mármol de arriba.