Elegante, señorial y bañada por una luz especial, Santander es una de las grandes ciudades turísticas del Cantábrico. Un honor que viene de lejos, porque a finales del siglo XIX la nobleza y la alta burguesía ya la habían adoptado como ciudad balneario a la que ir a tomar los baños de ola.
Actualizado por Paco Nadal el 14 de abril de 2023.
La plaza del Ayuntamiento, en el centro de la ciudad, es un buen lugar para empezar una ruta por la capital cántabra. Es el gran cruce de los caminos urbanos, lugar de encuentro y de citas los fines de semana por la noche. El edificio que alberga el consistorio se terminó de construir en 1907, con el mismo aire señorial y clasicista que acompaña a toda la ciudad. A su alrededor se despliega el centro comercial y numerosas calles peatonales.
Dónde: plaza del Ayuntamiento.
El primer templo santanderino llama la atención en primer lugar por su humilde porte. No es una altiva catedral gótica y ni un recargadísimo templo del barroco gallego o levantino. Sus orígenes son una pequeña iglesia levantada hacia el siglo VIII para albergar los restos de los santos San Emeterio y San Celedonio en lo que entonces era una islita cercana a la costa. El edificio actual empezó a construirse a principios de siglo XII. La austeridad de la fachada de la catedral de Santander contrasta con lo que se considera la joya del conjunto catedralicio: la cripta o parroquia del Cristo. Se trata de una iglesia (dentro de la propia catedral) con tres naves de transición del románico al gótico a la que se accede por dos vanos tardorrománicos; tiene decoración con motivos vegetales y gruesos muros que soportan el resto del edificio más moderno o iglesia alta.
Dónde: calle Somorrostro, s/n.
Horario: de 10:00 a 13:00 y de 16:30 a 19:30 horas.
Entrada: 1 €. Menores de 14 años, personas con diversidad funcional y peregrinos, entrada gratuita. Los domingos, la entrada es libre. La visita turística incluye el acceso al claustro de la catedral y a su Iglesia baja El Cristo. Si deseas reservar tu visita, puedes hacerlo a través de este enlace en la página oficial del templo.
Es el gran eje peatonal y viario de la ciudad. El escaparate por el que el Santander señorial y elegante se mira al mar. Hay siempre gente de paseo, ritmo urbano, heladerías y terrazas que animan una calle con vida propia. A un lado se abre la bahía de Santander, siempre espectacular. Al otro, una línea de fachadas modernistas de tonos cremas convertida en el icono de la ciudad. Una de estas fachadas, reconocible al momento por el gran arco que lo sustenta, es el edificio Banco de Santander, proyecto del arquitecto Ricardo Bastida que no fue completado hasta 1960. El paseo así como los jardines que lo engalana están dedicados a la figura de José María de Pereda, gran escritor cántabro que recogió y ensalzó en sus novelas el costumbrismo y el sentir de la región. Un monumento con un busto suyo y grabados alusivos a sus principales obras preside los jardines. En los parterres crecen árboles de cada una de las especies que se dan en Cantabria.
Dónde: Paseo de Pereda.
La plaza Porticada es de planta cuadrada y estilo neoherreriano y surgió de la nueva planificación urbana tras el incendio de Santander. En ella se celebraban las actuaciones del Festival Internacional de Santander hasta 1990, año en que se trasladaron al nuevo Palacio de Festivales; no obstante, la plaza se sigue usando aún como escenario alternativo al aire libre. Es otro de los carrefour obligados de los paseos urbanos por el casco histórico de la ciudad. Hay algunos conjuntos escultóricos. Uno de ellos es el monumento a Pedro Velarde, héroe cántabro de la Guerra de Independencia, que estuvo en el paseo Pereda y en 2007 se remozó y trasladó a esta plaza, que oficialmente lleva el nombre plaza de Velarde. Otro es el pórtico del cuerpo central, con grandes columnas que soportan sendas estatuas de un hombre y una mujer desnudos, obra de Agustín de la Herrán Matorras. La plaza es peatonal.
Dónde: plaza Porticada.
Santander es una ciudad con una luminosidad especial. Y esa luz parece que vive en especial en el tramo del paseo marítimo donde se alza este palacete modernista construido a principios de siglo XX como sede de Aduanas. Situado al final de los jardines de Pereda, es una de las zonas más deliciosas de la ciudad para ir a pasear y disfrutar de la bahía en una tarde soleada. El edificio se utiliza ahora como sala de exposiciones. Junto a él atracan las pedreñeras, las barcas que cruzan la bahía. En verano es frecuente ver bajar de ellas a los peregrinos que transitan por el Camino de Santiago del Norte, que se ahorran así, como los antiguos viajeros, dar toda la vuelta a la bahía.
Dónde: calle Muelle de Calderón.
Junto al palacete del Embarcadero podemos ver un grupo escultórico con cuatro chavales, uno de ellos en posición de lanzarse al mar. Es el monumento a los raqueros, niños y jóvenes de los barrios humildes de la ciudad que merodeaban por el paseo marítimo y se lanzaban al agua con una destreza increíble para recoger las monedas que les tiraban los turistas. Era uno de los pasatiempos del verano y se formaban grandes corros para verlos tirarse al mar y bucear en busca de la dádiva. Pero no era una actividad fácil ni autorizada: había que ser el más rápido para llevarse el trofeo y para esquivar a la policía, que se los llevaba detenidos hasta que vinieran sus padres a por ellos.
Dónde: paseo de Pereda, 34.
Se trata de un pequeño saliente de roca que separa las dos playas del Sardinero en la pleamar. Fue urbanizado y ajardinado a finales del siglo XIX y constituye aún hoy el mejor balcón sobre el inmenso arenal del Sardinero. Hacia el norte se ve la interminable Segunda Playa, con su línea de nuevas edificaciones y al final, el parque de Mataleñas, detrás del cual se alza el faro de Cabo Mayor. Al sur se ve la plaza de Italia, detrás de la Primera Playa, donde están el Gran Casino, el hotel Sardinero y otros edificios emblemáticos. Forman el skyline costero más conocido de Santander como ciudad balneario. Más al fondo se elevan las chimeneas y tejados oscuros del palacio de la Magdalena. Hay buenas sombras y bancos donde sentarse a paladear estas vistas.
Otra de las imágenes emblemáticas de Santander es la del Palacio de la Magdalena elevándose con majestuosidad sobre una península cubierta por bosques y prados de un verde inmaculado y libre de cualquier otra construcción. La península de la Magdalena, un saliente de roca privilegiado que defiende el acceso al puerto de Santander, fue utilizado desde época romana como zona de defensa de la rada; en ella estaban emplazadas las baterías costeras. Debido a esa condición militar nunca se urbanizó. A principios del siglo XX el Ayuntamiento de Santander convocó una colecta popular para construir en la península una residencia veraniega para el rey Alfonso XIII. El resultado fue el Palacio Real de la Magdalena, un gran edificio ecléctico con fuertes influencias inglesas y francesas, según proyecto de los arquitectos Javier González Riancho y Gonzalo Bringas Vega. Alfonso XIII y Victoria Eugenia lo utilizaron para veranear desde 1913 hasta su abdicación en 1931. Fue el propio monarca el que ordenó la reforestación de la península con los bosques de coníferas que ahora vemos.
Dónde: palacio de la Magdalena.
Horario y entradas: hay una gran diversidad de entradas para la visita al palacio. Te recomiendo que entres en este enlace, dónde, además, podrás comprar la que te interese. Verás la disponibilidad de horarios al pulsar en la compra de entrada.
Emblema de una época, el Gran Casino del Sardinero nos recuerda con sus blancas y neoclásicas formas un estilo de vida y de veraneo ya desaparecidos. El edificio actual es de 1916 y sustituyó al original de 1870, que era el centro de la vida social de la realeza y la alta sociedad santanderina. Fue dedicado desde sus orígenes a casino de juego, así como a variedades y espectáculos. Tras la Guerra Civil permaneció cerrado hasta que una costosa remodelación en 1978 le devolvió su antiguo esplender. Hoy es un casino de juego.
Dónde: Gran Casino Sardinero.
Es una de las mejores playas urbanas de España y emblema de Santander gracias a sus excepcionales condiciones para el baño, su arena limpia y dorada y sus excelentes vistas a la bahía. El Sardinero fue la playa chic de la época dorada de finales del XIX y principios del XX, frecuentada por la alta burguesía y las clases más pudientes (mientras que el pueblo llano, que no podía pagarse el desplazamiento hasta allí ni los altos precios de las casetas de baño, se conformaba con ir a San Martín y Puertochico). En realidad es un arenal continuo que se extiende entre la península de La Magdalena y el parque de Mataleñas, pero recibe varios nombres. El tramo más meridional, entre el aparcamiento y los jardines de San Roque, se conoce como playa de La Concha. Luego viene la Primera Playa del Sardinero, separada por los jardines de Piquío de la Segunda Playa del Sardinero, que con un kilómetro de extensión es el tramo más largo de todos. Hay un paseo marítimo a lo largo, multitud de servicios, un alto grado de ocupación en verano y un excelente ambiente durante todo el año.
Dónde: playa del Sardinero.
El último de los salientes que marca la entrada de la bahía es cabo Mayor, sobre cuyos acantilados se instaló en 1839 el faro homónimo que señaliza la entrada a la ensenada santanderina. Tiene un fuste cilíndrico de piedra de sillar de 30 metros de alto que reposa sobre un tambor octogonal. Su silueta es parte inconfundible de la bahía de Santander y un elemento muy querido por las gentes de la zona, tanto por lo que supuso el faro en sí para la seguridad marítima como por el bello entorno sobre el que se alza, con una geomofología muy abrupta en la que se mezclan grandes acantilados de más de 50 metros y pequeñas calas y playas muy agradables en verano. Las vistas son excepcionales en días claros. En 1935 se construyó al lado una nueva casa para los torreros. Hoy es el Centro de Arte Faro de Cabo Mayor y en sus salas alberga exposiciones.
Dónde: Faro de cabo Mayor.
Las fachadas y balcones de la calle Castelar no tienen nada que envidar a las del paseo de Pereda. Es otra de las zonas de ocio al aire libre de la ciudad, con numerosos bancos donde sentarse a pasar el rato y espacio para pasear y correr, siempre con el Puertochico a un costado. Puertochico fue el puerto de pescadores de Santander hasta que en 1940 la actividad se traslado al nuevo Barrio Pesquero. En aquellos tiempos las barcas, los marineros, el ir y venir de cajas y aparejos, de mujeres cargadas con carpanchos de sardinas daba un tipismo a la zona que fue recogido por numerosos pintores y literatos.
Dónde: calle Castelar.
Las pedreñeras son las famosas barcas que cruzan la bahía de Santander todo el año, desde tiempos inmemoriales, uniendo Somo y Pedreña (de ahí el nombre) con la capital. Es la manera más bella de aproximarse a la ciudad o de tener una panorámica de ella. Si el día está claro, la fachada marítima de Santander nos regalará una de las vista más hermosas del viaje, con los edificios modernistas del paseo Pereda, el blanco reluciente del palacete del Embarcadero y el palacio de la Magdalena elevándose portentoso sobre los bosques y prados de la península componiendo un cuadro perfecto. Salen frente al palacete del Embarcadero.
La plaza de Cañadío es uno de los espacios urbanos con más vida y ambiente de Santander. De forma irregular, situada entre las calles Daoíz y Velarde y Gómez Oreña y con la iglesia de Santa Lucía a un costado, Cañadío es el entorno perfecto para ir de tapeo a mediodía en una ciudad donde la costumbre de la tapa está muy enraizada; los bares de la plaza y su entorno ofrecen algunas de las mejores barras de pinchos de Santander. Aunque no exenta de problemas (por los ruidos y molestias a los vecinos) Cañadío es también el referente de la noche santanderina y el lugar que casi todo el mundo elige para quedar antes de empezar la ronda nocturna. Otra zona muy buena para el tapeo es Puertochico, el barrio contiguo al puerto deportivo.
Dónde: plaza de Cañadío.
En este mapa vas a encontrar las localizaciones de de los sitios que ver en Santander. Espero que te resulte últil. El punto 13 no lo encontrarás: será tu paseo en una pedreñera.