Jordania es uno de los países más seguros y más turísticos de Medio Oriente. Solo por visitar Petra merecería la pena ir. Pero Jordania tiene otros muchos atractivos. Por ejemplo, el soberbio desierto de Wadi Rum, mi favorito, o Jerash, la ciudad grecorromana. Anota estos otros sitios que te detallo aquí y lee esta útil información sobre el Jordan Pass, la mejor manera de organizarte si vas a viajar a Jordania.
Publicado por Paco Nadal el 01 de enero de 2018.
Petra por sí sola justifica todo viaje a Jordania. Es de esos lugares que por muchas cosas que te hayan contado, nunca te decepciona. Una meca viajera. Cuando caminas por el siq, el famoso desfiladero de 1,2 kilómetros de longitud que da acceso a la ciudad tallada en piedra de los nabateos, piensas en todas las maravillas leídas con anterioridad sobre Petra y hasta parece que se quedan cortas. Cuando por fin el si que se abre y desembocas frente a la celebérrima fachada del Tesoro (en realidad un monumento funerario dedicada al rey Artes IV), entiendes por qué esta ciudad troglodita ha fascinado a los viajeros desde la Antigüedad.
Además de Petra, Jordania atesora -como buen cruce de camino- muchas evidencias de la historia. Y una de las más espectaculares son las ruinas de la ciudad grecorromana de Jerash. Ciudades de este periodo clásico hay muchas, pero Jerash sobresale por lo bien conservado de su patrimonio: caminas por el foro o por la larga avenida flanqueda de columnas que en él desemboca y te crees que estás "en una de romanos"?. Jerash llego a tener más de 20.000 habitantes y fue una de las 10 grandes ciudades romanas del Oriente Medio. Ya se le conocía en tiempos de Alejandro Magno debido a sus tierras fértiles y por estar dentro de una de las principales rutas comerciales.
Otra de las paradas clásicas es en esta ciudad -Madaba- de unos 60.000 habitantes donde se conservan valiosos mosaicos de época bizantina y omeya. El que se suele visitar es el de la iglesia ortodoxa griega de San Jorge. En unas reformas apareció un mapa-mosaico del siglo VI que representa cómo era toda esta zona de Oriente Próximo en aquella lejana época. Están descritas Jerusalén, el delta del Nilo y todas las localidades de Tierra Santa. Pero vamos, tampoco es para tirar cohetes, la visita está bien pero si andas justo de tiempo, es prescindible. Pueden verse otros mosaicos en diferentes lugares de la ciudad.
Ammán no es una ciudad especialmente turística (es moderna y funcional), pero tiene ciertos puntos de interés. Uno de ellos es la Ciudadela de Ammán -donde quedan las huellas de todas las culturas y religiones que han pasado por aquí- , también hay que visitar el teatro romano y darse una vuelta por sus bulevares y callejuelas en busca de un cafetín donde tomar el té o un restaurante donde comer hummus o un buen mansaf (cordero guisado con salsa de yogur).
Si interesante es de día, Petra de noche es pura magia. Varias veces a la semana se organiza una entrada nocturna, con el Siq y la fachada del Tesoro iluminados por velas. Pero la gente suele ser muy chillona e irrespetuosa. Conviene esperar en la fachada del Tesoro a que las hordas se vayan (lo hacen en cuanto acaba el espectáculo musical) y salir después tranquilamente paladeando todo el desfiladero para nosotros solos.
Wadi Rum es el desierto de piedra que ocupa el extremo sureste de la reseca Jordania, fronterizo con Arabia Saudí. Es un desierto de montañas mágicas, islas de arena fosilizada que emergen de la llanura sedienta como gigantes silenciosos. Los tremendos afloramientos de roca emergen de la llanura como ciudades misteriosas de un planeta lejano. Las columnas de arena fosilizada quedan rematadas por cúpulas de aires bizantinos y los colores de la roca y la arena, que van del rojo intenso al nácar acaramelado, parecen incendiarse cada tarde con las tonalidades del ocaso. Es el desierto de Lawrence de Arabia, que recorrió muchas veces durante sus aventuras con la Revolución í?rabe de 1916 a 1918. Lawrence estaba enamorado de este lugar de piedra y arena del que escribió en su libro autobiográfico "Los Siete Pilares de la Sabiduría"? muchas frases halagadoras.
Lo normal entre los turistas que visitan Jordania es dar un paseo de un par de horas en todoterreno por una esquina del desierto, hacerse unas fotos en un par de dunas y en otros tantos miradores, comprar algunas baratijas en una tienda de beduinos y seguir viaje. Craso error. Para descubrir la esencia del desierto de Wadi Rum hay que viajar de forma más pausada, internarse entre esas alta torres de arenisca, escuchar el silencio, oler el viento, palpar sus arenas rojas, sentir en la piel la soledad de unos escenarios calcinados durante millones de años. Recomiendo contratar un guía para hacer senderismo por el desierto y quedarse a dormir en alguno de los campamentos de haimas que hay en el interior.
El topónimo Aqaba remite también a Lawrence de Arabia. Pero la que encontrarás se parece poco a aquel poblado costero que tomaron al asalto Lawrece y sus beduinos. Hoy Aqaba es una floreciente ciudad portuaria, la única salida al mar de Jordania. Un trocito de 24 kilómetros que el reparto de fronteras con tiralíneas que se hizo tras las II Guerra Mundial legó al reino hachemita para que tuviera un puerto en el Mar Rojo.La ciudad en sí no vale gran cosa, es moderna y trazada con tiralíneas como todas las de estas costas. Pero se ha convertido en un gran centro de vacaciones por sus bondades como balneario y sobre todo por su buenas cualidades para el buceo y snorkel. Los fondos marinos de Aqaba son un mosaico en miniatura de todas las excelencias del Mar Rojo. Esta es una excursión organizada de cuatro horas para hacer snorkel en el Mar Rojo y explorar estos fascinantes fondos.
El Mar Muerto, otra visita obligada en Jordania para hacerse la típica foto leyendo el periódico mientras flotas y untarse de barro bíblico. Pero es más una curiosidad histórica que un paisaje espectacular; de hecho, el entorno decepciona. No se ven velas, ni barcas, ni puertos, ni redes ni pescadores en sus orillas. Es una sensación extraña, un mar al que le han quitado parte de su iconografía. Es entonces cuando te percatas que de verdad estás delante de un muerto muy muerto. Tiene casi un 35% de sal, nueve veces más que cualquier océano. Y esto es debido a dos factores: apenas tiene aporte de agua dulce (es un mar en el que no desemboca ningún río) y el elevado calor contribuye a evaporar la poca que queda. Es el punto emergido más bajo del planeta: 406 metros por debajo del nivel del mar. En sus riberas han florecido grandes complejos hoteleros, con piscinas y actividades diversas, los favoritos para las vacaciones de jordanos y otras naciones fronterizas.
Jordania fue siempre tierra de paso, un punto estratégico en las rutas entre Bagdad y Damasco y Medina y Kufa. Los califas de la dinastía omeya construyeron entre los siglos VII y VIII numerosas fortalezas para defender esas rutas. Hoy se conservan las ruinas de una veintena de ellas, la mayoría al sur de Ammán, en un desierto llano, pedregoso y monótono. No eran solo castillos en el sentido estricto de la palabra, servían también como casas de postas y graneros. Uno de los mejor conservados es el de Qusayr Amra, declarado Patrimonio de la Humanidad. Otros no son más que ruinas de adobe.
Según el Antiguo Testamento, Moisés, tras guiar a su pueblo durante 40 años por el desierto, y habiéndosele prohibido el acceso a la Tierra Prometida, vio ésta desde lo alto de un montículo antes de morir. Se supone que este punto es la cima del monte Nebo, una colina de 800 metros de altitud en el valle del Jordán. En época bizantina se levantó aquí una iglesia, pero fue reconstruida en el siglo XX por los franciscanos; es la que hoy preside la colina. Por fortuna se conservaron los mosaicos originales. Sinceramente: el lugar no merece la pena, más allá de la circunstancia histórica. Y ni ésta es segura: los libros sagrados no dicen dónde quedaba exactamente la montaña de Moisés.
Como has leído Jordania es mucho más que Petra. ¡En este vídeo tienes ideas para recorrer lo mejor de Jordania en una semana!