Los ríos Saja y Nansa bajan casi paralelos desde la Cordillera por el occidente de Cantabria y van a desaguar en las rías de Suances y Tina Menor. Aunque son dos realidades distintas, forman una comunidad de intereses turísticos para promocionar una de las comarcas más desconocidas y menos desarrolladas de Cantabria. El Saja-Nansa alberga algunos de los bosques autóctonos mejor conservados de Cantabria, buena parte de ellos en el alto Saja, dentro de la Parque Natural Saja Besaya. Además de cañones tallados a pico, como las gargantas de Lamasón, en la cuenca del Nansa. Y pueblos por los que parece no haber pasado el tiempo, como Tudanca y Bárcena Mayor.
Actualizado por Paco Nadal el 16 de abril de 2023.
Para acceder a la comarca del Saja-Nansa te recomiendo que vayas por la autopista A-8 y tomes la salida 269 hacia N-634/Los Tánagos/Pesués. Desde allí, sigue las indicaciones a Muñorrodero, el primer pueblo del valle del Nansa. Desde el pueblo puedes hacer la senda fluvial del Nansa, una ruta peatonal que utiliza viejos caminos de pescadores para avanzar siempre pegada al río por bonitos parajes con bosque de ribera. Tiene siete kilómetros y termina en la Central Hidroeléctrica de Trascudia, en Camijanes (Herrerías).
Dónde: Muñorrodero.
Sigue ya siempre en ascenso por la CA-181 (tras Puentenansa se convertirá en la CA-281), que va en paralelo al Nansa. En Puente del Arrudo cruza a la otra margen del río para llegar a esta aldea donde la antigua ferrería y molino que daba servicio a la zona ha sido rehabilitada y puesta en valor para dar o conocer como eran estos ingenios hidráulicos de la segunda mitad del siglo XVIII. Toda la maquinaria funciona y hay vistas guiadas.
Dónde: Ferrería de Cades.
Horario y entradas: hay una buena oferta de horarios en función de la época del año. Te recomiendo que prepares tu visita consultando su página oficial.
Si desde Cades, en vez de volver a la carretera principal del Nansa, sigues remontando el río Tanea por la CA-856 en dirección Venta de Fresnedo y Sobrelapeña nos internamos en las gargantas de Lamasón, uno de los parajes más desconocidos y sorprendentes de la cuenca del Nansa. El desfiladero acaba en Sobrelapeña, donde hay un buen mirador y desde donde otra carretera inicia un fuerte ascenso hasta el collado de la Hoz, la separación de aguas entre el Nansa y el Deva. Antes de alcanzar el alto merece la pena parar en Lafuente para ver la ermita románica de San Juliana. En la bajada hacia el Deva se pasa por el mirador de Santa Catalina, en Piñeres, una de las mejores vistas panorámicas de los Picos de Europa. La carretera termina en La Hermida, en el desfiladero del mimo nombre, que da acceso a Potes y Liébana.
Dónde: gargantas de Lamasón.
De vuelta a la CA-181 y el valle del Nansa se llega a una de las joyas de la mancomunidad y la cueva turística más importante de Cantabria. Una generosísima inversión ha permitido acondicionar para las visitas esta cavidad natural, descubierta a principios de siglo pasado cuando se abrían unas galerías en la cercana mina de zinc y plomo de La Florida. El Soplao es un gran libro abierto de geología, con espectaculares formaciones de calcita de todo tipo, forma y color. Se accede por un símil de tren minero a través de la galería minera hasta conectar con la red kárstica y seguir el recorrido (una hora de duración) a pie. Junto a la recepción hay una cafetería acristalada y un pequeño parque escultórico que recuerda la actividad minera en la zona. Descúbrela en una visita guiada con origen en Santander.
Dónde: Cueva El Soplao.
Horario y entradas: dada la diversidad de horarios según la temporada del año, lo mejor será que planifiques tu visita a esta impresionante cueva con la información que facilitan en su página. Eso sí, recuerda que en el texto te he dejado el enlace de la visita guiada organizada desde Santander.
Unos 20 km más arriba de Puentenansa, por una carretera realmente mala, aparece Tudanca, uno de los pueblos con mayor encanto de Cantabria. El núcleo queda abajo de la carretera, hay que desviarse un kilómetro y medio para llegar al aparcamiento. Desparramado cuesta abajo en una ladera, Tudanca muestra aún lo mejor de la arquitectura montañesa, desde la humildad de unas cuadras a la hidalguía de las casonas blasonadas. Porque a diferencia de otros pueblos-museo, Tudanca está aún viva, en uso. Hay huertos rodeados por muros de piedra, portalones de maderas vencidas, bajeras que huelen a picón y estiércol, macetas que decoran ventanas de sillería y una quietud milenaria que llevó a Unamuno a escribir «en la paz solemne de aquellos eternos parajes, bajo la mansa cúpula del cielo, sostenida por las cimas montañosas, ocurre pensar si son otros los vivos que fueron los muertos». Don Miguel estuvo aquí invitado por el vecino más famoso de Tudanca, el escritor José María de Cossío, que aunque vallisoletano de nacimiento, encontró en una casona del siglo XVIII de este pueblo, la Casona de Tudanca (tienes más información debajo de este texto). En la plaza hay un par de mesones donde probar cocina tradicional montañesa. Y desde el pueblo salen numerosas rutas de senderismo (hay carteles indicadores). Una de ellas es el Camino Real del Nansa, que durante tres horas, avanza a lo largo del río pasando por pueblos y lugares del valle.
Dónde: Tudanca.
La carretera CA-281 continua en ascenso más allá de Tudanca en busca del puerto de Piedrasluengas, que comunica con Cervera de Pisuerga (Palencia). Es una pista asfaltada aunque muy estrecha y de firme irregular que progresa por los escenarios más virginales del valle de Polaciones, en el alto Nansa. Prados de intenso verde, bosques autóctonos de roble y haya, riachuelos y pequeñas cascadas nos hacen olvidar los parches y curvas de la carretera. Se pasa por el mirador de la Cohilla y, poco antes de coronar el puerto, por el mirador de Cruz de Cabezuela, donde se alza un monumento que simboliza el encuentro entre un lebaniego y un purriego (habitantes de Liébana y Polaciones, respectivamente), ya que los dos emblemáticos valles se tocan en este collado. Un desvío lleva a Cotillos, el segundo pueblo más alto de Cantabria (1.143 metros).
Dónde: puerto de Piedrasluengas.
Es uno de los pueblos con más encanto de la ruta, ya en el valle del río Saja. En el pequeño pero agradable caserío con viviendas de planta baja cubiertas de teja y balcones adornados con flores, destaca el palacio de los Mier (llamado también de los Cossío). Se trata de un gran edificio barroco con cuerpo central con tres arcos de medio punto y los escudos nobiliarios de las familias Mier, Cossío y Calderón, flanqueado por dos torres. La iglesia de San Roque, de estilo barroco, fue construida a finales del siglo XVII por encargo del indiano Pablo Fernández Calderón. Una pista de tierra sube hasta la ermita de la Virgen de las Lindes, un pequeño santuario con buenas vistas del valle y a donde sube una romería cada mes de agosto. Antes de llegar al collado de Carmona se pasa por el mirador de la Asomada del Ribero.
Dónde: Carmona.
Se accede a la cuenca río Saja por este valle de Cabúerniga, cuya capital, Valle, es el gran centro de servicios. Es asímismo otro de los cascos urbanos que más arquitectura popular conservan de la comarca. Aparecen de nuevo algunas fachadas blasonadas, como la de la Casona Augusto González Linares, una típica casa montañesa de planta cuadrada y tres plantas de altura, en la que nació en 1845 este insigne zoólogo y geólogo. En la cercana aldea de Terán destacan las antiguas escuelas públicas del valle, un curioso edificio neoclásico con un acceso en forma de pórtico con frontón ornamental.
Dónde: valle de Cabuérniga.
La carretera CA-280, que remonta el valle del Saja, transita ahora por deliciosos paisajes de montaña verde con intensa actividad ganadera. Pasado Fresneda, un desvío indica a Bárcena Mayor. Tómalo, pero antes merece la pena subir a Los Tojos, uno de los pueblos más altos del valle. Construido a lo largo de un cerro, Los Tojos es una pequeña localidad montañesa que ofrece suficientes servicios para al viajero. Hay bares y una magnífica balconada al valle y a buena parte de la reserva del Saja. La cercana aldea de Colsa estaba casi abandonada, pero el turismo y las segundas residencias han vuelto a poner en valor muchas de sus casas.
Dónde: Los Tojos.
Está situada al final de una carreterita local que nace en Los Tojos y que recorre 10 km de paisajes inmaculados en el valle del Saja. Bárcena es una de las aldeas mejor conservadas y más turísticas de Cantabria, un cul de sac al que hay que hacer un esfuerzo por llegar. Además, una vez allí, hay que dejar el coche en un aparcamiento disuasorio y continuar a pie hacia el pueblo. Cuando por fin el viajero se sumerge en unas calles empedradas, que han variado poco de fisonomía en los últimos siglos, el viajero entiende por qué Bárcena Mayor es tan emblemática. Bárcena es un pequeño museo en piedra, una genuina aldea montañesa (para muchos más real y menos montada que Santillana del Mar) en la que por azares milagrosos del destino no hay una sola construcción que desentone ni ningún desaguisado urbanístico que afee su estampa. Todo son casonas cántabras de mampuesto de piedra y recias vigas de madera con sus arcos de sillar y sus galerías porticadas mirando siempre al sur, en busca de un recuelo de calidez en estas frías montañas cántabras. Su denso entramado urbano, con dos calles principales y varias placitas con fuentes y lavaderos apiñadas en torno a una bella iglesia del siglo XVII, le valió la declaración de conjunto histórico artístico en 1979. Suele haber muchos turistas, sobre todo los fines de semana, porque es tradición ir a comer a alguno de sus tres mesones, donde sirven buenos cocidos montañeses y excelentes carnes. Con todo, el núcleo urbano es pequeño y se ve en una hora.
Dónde: Bárcena Mayor.
La cuenca alta del Saja conserva algunos de los mejores bosques caducifolios atlánticos de la Cordillera. Densas masas de roble, hayas, abedules, serbales y acebos que por su importancia fueron protegidos bajo la figura del parque natural Saja Besaya. Es, con 24.500 hectáreas, el parque natural más grande de Cantabria y se extiende también por la contigua cuenca del río Besaya. Su alto valor ecológico se percibe nada más dejar atrás la localidad de Saja, donde está el Centro de Interpretación del parque, y empezar a subir las cuestas del puerto de Palombera. La carretera, bien asfaltada, pero sin señalización en el suelo, parece hundirse en el bosque, todo verde en verano y rojo y ocre en otoño, como si los árboles se echaran encima. Los arroyos bajan impetuosos por las laderas en busca del cauce principal. Merece la pena parar el coche donde el arcén lo permita y dar un paseo sin rumbo o, simplemente, detenerse un rato a escuchar la naturaleza.
Dónde: centro de interpretación del parque natural Saja Besaya.
La entrada natural al valle del Nansa por el norte, por la costa, es Muñorrodero, como se explica en la foto 1. Pero si prefieres ir directamente al valle del Saja puedes hacerlo desde Cabezón de la Sal por la carretera local CA-180, que lleva a Valle, la capital de la comarca. Por el sur, los dos puertos que dan acceso a la mancomunidad son el de Piedrasluengas desde Cervera de Pisuerga (valle del Nansa). O el puerto de Palombera desde Espinilla (valle del Saja).