Egipto es un país fascinante. La primera gran civilización mediterránea. Un destino que excita la imaginación de cualquier viajero. Egipto es el Nilo, le gusta recalcar a los egipcios, ya que pese a su millón de kilómetros de superficie, la vida se ciñe a la delgada línea verde a ambas orillas del gran río. El resto es un desierto inhóspito. Egipto son los faraones, que levantaron desde hace 5.000 años las más fabulosas construcciones en piedra jamás hecha por el ser humano. Y Egipto es El Cairo islámico, una metrópoli caótica pero subyugante. Estos serían los lugares que no deberías perderte en una primera visita a Egipto. Al final del artículo tienes un mapa con la localización de todos los lugares de los que hablo. Y si quieres saber cuándo ir, en este otro te cuento cuál es la mejor época para viajar a Egipto.
Publicado por Paco Nadal el 11 de enero de 2022.
El Cairo es el área metropolitana más grande de África y de todo el mundo árabe. Una ciudad de 15 millones de habitantes (20, según la ONU) hecha al asalto, sin planificación ni criterio. El resumen de todos los demonios que pueden atosigar a una gran urbe: tráfico caótico, ruido, polución, urbanismo sin control... Sin embargo, es una visita inexcusable para comprender y entender Egipto. Aunque al principio parezca dura, al final la ciudad y su ritmo vital te engancharán. Además, los cairotas son super amables y estarán dispuestos a ayudarte siempre; por ejemplo, a cruzar una calle de cuatro carriles atestada de coches y sin semáforos. Hay muchas cosas que ver en El Cairo por eso te aconsejo que, a la llegada o al regreso de tu viaje por el sur, le dediques al menos un par de jornadas. Por supuesto, irás a ver las famosas pirámides de Guiza (ver foto siguiente). Reserva tiempo también para subir a la ciudadela de Saladino, la fortaleza desde donde se gobernaba Egipto durante los últimos 700 años, Dedícale una buena mañana al mercado de Khan el Khalili, el más bullicioso, colorista y fotogénico de la ciudad islámica. A la plaza a la que se asoma, la plaza de Al Hussein, hay que ir al atardecer para sentarse en uno de los cafetines contiguos a la mezquita homónima y dejar que el teatrillo mundano de El Cairo actúe delante de ti, mientras el aire fresco del crepúsculo alivia la cargada atmósfera cairota. El Cairo tiene muchos museos. El más famoso es el museo Egipcio, dedicado al Antiguo Egipto, donde está el tesoro de Tutankamón. Pero no te pierdas también el recien inaugurado museo de las Civilizaciones Egipcias. En este artículo te cuento con más detalle todos los sitios que ver en El Cairo.
Son el símbolo universal del Antiguo Egipto y uno de los monumentos más visitados del mundo. ¿Cómo obviarlos en tu viaje a Egipto? Imposible. Hay que ir a verlo, aunque ya te adelanto que quizá el entorno te decepcionará. Me explico, el conjunto que forman las pirámides de Keops, Kefren y Micerino, más la Esfinge, es de una monumentalidad soberbia si piensas en sus tamaños y su edad. La de Keops, la más antigua y alta, tiene 146 metros y 4.570 años. ¡Casi nada! Pero los egipcios tienen muy poco cuidado el entorno en el que se levantan. Los autobuses y coches particulares llegan hasta la misma base de la pirámide de Keops y aparcan allí. Una carretera abierta al tráfico rodado cruza todo ese espacio, patrimonio mundial, llenándolo de ruido, contaminación y fealdad. Sumado a miles de turistas subiéndose por todos lados, cientos de vendedores, jinetes que ofrecen paseos a caballo o en camello, miles de visitantes peleándose por un hueco frente a la Esfinge para hacer la misma foto tonta que hacen todos… hacen de la visita el epítome más negativo del turismo de masas. Para no faltar a una de las citas ineludibles con el mundo antiguo y con las pirámides, puedes participar en un free tour por las pirámides de Giza y la Esfinge. El recorrido por esta famosa necrópolis dura tres horas y media.
A apenas 30 kilómetros al sur de de El Cairo aparecen los restos de Memphis (la primera capital del Antiguo Egipto, de la que queda muy poco: si llevas el tiempo justo es prescindible) y su necrópolis (que es lo verdaderamente interesante). En esa zona dedicada a los muertos de la antigua Memphis destaca la pirámide escalonada de Saqqara, la primera gran construcción en piedra de la humanidad y el prototipo en el que se basaron más tarde las grandes pirámides de caras lisas. Fue construida por Imhotep, el gran arquitecto del Imperio Antiguo, para el faraón Zoser, de la III dinastía. Impresiona por su tamaño y por la osadía arquitectónica que supuso para la época. Aparte de esta pirámide escalonada de Zoser, hay muchas más tumbas reales, de nobles e incluso de animales sagrados en Saqqara. Dedícales un tiempo también; por ejemplo a la increíble tumba de Ty, un noble de Memphis que hizo tallar en la paredes de su túmulo una cantidad de escenas de la vida cotidiana del Egipto de hace 40 siglos con tal preciosismo de detalles que nos legó la mejor información que tenemos para comprender su tiempo. Suele haber muchísimos menos turistas que en Guiza.
Guiza no es ni mucho menos el único campo de pirámides en torno a El Cairo. Diez kilómetros más al sur de Saqqara, en Dahshur, surge el -para mi- más interesante grupo de pirámides. Senefru, primer faraón de la IV dinastía, quiso mejorar la pirámide escalonada y mandó construir hace la friolera de 4.500 años una con las caras lisas y recubierta de piedra pulida. La falta de experiencia hizo que sus arquitectos la empezaran con un ángulo muy abierto (algo más de 54º) y a mitad de construcción se dieron cuenta de que con ese ángulo, la altura se les iba a ir a cifras imposibles. Por ello, en la segunda mitad corrigieron a una pendiente más moderada (43º). De ahí la curiosa forma que tiene y su nombre: pirámide Romboidal o Acodada. Con lo aprendido en esta pirámide, el mismo Senefru mandó construir una segunda, esta ya con un ángulo de 43º, a un kilómetro de la Romboidal. Es la conocida como pirámide Roja, por el color de sus bloques de piedra. Fue la primera tentativa exitosa de pirámide de caras lisas de la historia y la construcción más alta del mundo en su época. Si no tienes claustrofobia, no te pierdas el acceso a la cámara mortuoria de la pirámide Roja a través de estrechos túneles y dos cámaras con bóvedas de piedras escalonadas. La grandeza de estas pirámides de Dahshur no es solo su tamaño y longevidad: es que además está solitaria en medio de la arena del desierto, sin casas alrededor, sin vendedores, sin turistas, sin paseos en camellos ni autobuses.
Una vez explorado El Cairo y los conjuntos de pirámides que le rodean (Guiza, Saqqara, Dhashur) es hora de emprender viaje hacia el sur, en busca del Egipto faraónico. Pero, ¿cómo? Se puede ir por carretera, en transporte público (barato pero incómodo) o en el bus de alguna agencia en viaje organizado. Sin embargo, la mejor manera de hacerlo -que no necesariamente la más cara- es a bordo de un crucero por el Nilo. Más de 300 barcos operan en el río para dar servicio a los miles de turistas que cada año eligen esta forma de viajar. Los barcos hacen siempre el recorrido Luxor-Asuán - o viceversa-, con paradas en Edfú y Kom Ombo. Es la manera mas divertida, placentera y visual de recorrer esta parte de Egipto. Acodado en cubierta verás pasar la cinta verde que riega el Nilo, con sus pueblitos plagados de minaretes y palmeras; y más atrás, el puro desierto. Una experiencia que te recomiendo vivamente. Hay barcos de todo tipo y categoría, por lo que casi siempre vas a encontrar uno al alcance de tu presupuesto (eso sí, a los más baratos no les pidas lujo alguno). De hecho, en este enlace puedes reservar tu crucero por el Nilo, cuatro noches entre Luxor y Asuán, desde 279 euros. Hace tiempo ya que dejó de funcionar el tramo El Cairo-Luxor. La oferta clásica es el crucero de cuatro noches, entre Luxor y Asuán. Y regreso desde Asuán a El Cairo en avión. O al revés, porque hay barcos en ambos sentidos todos los días del año. La presa del lago Nasser no tiene esclusas por lo que esos barcos no pueden seguir a Abu Simbel. Hay dos o tres naves que sí hacen el recorrido desde la presa alta de Asuán a Abu Simbel. Tardan entre tres y cuatro días y aunque van parando en otros templos rescatados en las orillas del lago Nasser, suele ser un trayecto más monótono y aconsejable solo si te sobra tiempo (y dinero) y viajas muy relajado.
Sea por carretera o en avión si vas a empezar aquí tu crucero por el Nilo, la primera visita ineludible es Luxor, la antigua Tebas, a unos 700 kilómetros al sur de El Cairo. Tebas fue capital del Imperio Medio y del Imperio Nuevo durante más de 800 años. Se le considera un gigantesco museo al aire libre y sin duda, unos de los lugares imprescindibles de visitar en Egipto. Tiene tantas cosas que ver que podrías dedicarle cuatro días solo a esta ciudad. Te recomiendo como mínimo un par de jornadas en ella. Los monumentos están distribuidos en ambas orillas del Nilo. En la ribera oriental, donde está la ciudad nueva, puedes empezar por el templo de Luxor, iniciado en época de Amenofis III (siglo XIV a.C) y terminado por Ramsés II. Es uno de los grandes y más monumentales edificios del Imperio Nuevo egipcio. Llama la atención el enorme pilono (o fachada), sus dos grandes peristilos (patios) y la columnata monumental que los enlaza. La entrada estaba flanqueada por dos enormes obeliscos; ahora solo verás uno. El otro se lo llevó Francia en el siglo XIX y es el que en la actualidad se puede ver en la plaza de la Concordia de París.
La segunda visita imprescindible en la ribera oriental es el templo dedicado a Amón-Ra en Karnak, tres kilómetros al norte del de Luxor. Fue uno de los lugares de culto más ricos y sagrados de la Antigüedad, y más que un templo es un conjunto de recintos sagrados con más de 200 estructuras construidas y mejoradas por diversos faraones. Tiene dos dromos (caminos ceremoniales) de acceso; uno de ellos lo comunicaba antiguamente con el Nilo; el otro, con el templo de Luxor. Además de un espectacular pilono (fachada con dos pirámides truncadas) y numerosas estructuras, desde obeliscos a patios y salas sagradas. Pero lo más famoso y fotogénico del templo de Karnak es la sala hipóstila, con 134 gigantescas columnas recién rehabilitadas que forman un increíble bosque pétreo. Un lugar al que hay que dedicarle como poco una mañana.
La margen occidental del Nilo era usada en Tebas para los enteramientos; era la ciudad de los muertos. Hay miles de tumbas y monumentos funerarias; podrías pasar días explorándola. Pero la visita de los turistas suele concentrase en el llamado Valle de los Reyes, una vaguada pétrea presidida por una montaña de forma piramidal en la que no crece una briza verde. Fue usada durante casi 500 años para enterrar a faraones, príncipes, princesas y nobles. Cansados de los expolios que los saqueadores de tumbas cometían ya entonces contra los enterramientos de sus predecesores, fáciles de localizar porque lo hacían en tremendas y ostentosas pirámides, los faraones del Imperio Nuevo (dinastías XVIII, XIX y XX) decidieron invertir las tornas: serían enterrados en tumbas subterráneas que una vez selladas pasaran desapercibidas para la posteridad. No lo consiguieron, puesto que también estas tumbas rupestres acabarían expoliadas. Hay catalogados 65 túmulos, con paredes y techos más o menos decoradas. Con la entrada general al recinto se permite la visita a tres de ellas (no todas están abiertas al público y las que los están, van rotando para evitar el deterioro). Si puedes elegir, las más interesantes son las de Merenptah (KV8), Ramsés III (KV11), Amenhotep II (KV35), Siptah (KV47), Ramsés IV (KV2) y la KV5 (tumba de los 150 hijos de Ramsés II). Pero como te digo, esto dependerá de las que estén abiertas el día de tu visita. Muy cerca del valle de los Reyes (pero con acceso y ticket de entrada distinto) está Deir el-Bahari otro valle árido y funerario donde se encuentra el maravilloso templo de la reina Hatshepsut (faraona de la XVIII dinastía). Es el más monumental de los construidos en el valle y único en su género en todo Egipto (el de la foto).
Los templos funerarios fueron construidos por todos lo faraones como recintos dedicados a su memoria, a las ofrendas y al culto del difunto. Los del Imperio Antiguo, enterrados en pirámides, recurrieron a ellos para que el pueblo y los sacerdotes pudiera honrar su memoria ya que la tumba quedaba oculta en la pirámide. Los del Imperio Nuevo, en Tebas, hicieron lo propio ya que el recinto funerario quedaba escondido en el subsuelo. De todos los templos funerarios de Tebas/Luxor te recomiendo dos, ambos en la orilla occidental, pues se hacían cerca de donde estaban las tumbas. El Ramesseum es el templo funerario del gran Ramses II. Como todo lo que hizo el faraón-constructor era de un tamaño descomunal pero el desgaste de la roca caliza y los usos posteriores que se les dio (llegó a ser iglesia cristiana) lo dejaron muy deteriorado. Aun se conservan parte de los pilonos, las columnas de patios y santuarios y algunos edificios secundarios. Mejor conservado está el templo funerario de Ramsés III, muy cercano al anterior. Conserva tres pilonos, dos patios con columnas, varias capillas funerarias, estatuas colosales de Ramsés III y el dios Osiris y lo que le ha hecho mundialmente famoso: más de 7.000 metros cuadrados de paredes con bajo relieves alusivos a las glorias militares de Ramsés III magníficamente conservados.
Siguiendo Nilo arriba, bien por carretera o a bordo de un crucero, la siguiente parada obligada es Edfú, localidad de 50.000 habitantes en la orilla occidental del Nilo, a unos 90 kilómetros al sur de Luxor. Aquí hay que visitar uno de los recintos sagrados mejor conservados de todo Egipto: el templo de Edfú, dedicado al dios Horus. Una de las razones de su buen estado es que es más moderno. Fue construido en época de los Ptolomeos, la última dinastía reinante antes de la llegada de los romanos. Se sabe hasta la fecha exacta del inicio de las obras: el 23 de agosto de 237 a.C, bajo el reinado de Ptolomeo III. Se terminó en el 57 a.C., reinando Ptolomeo XII. La visita es alucinante y te encantará. Porque a diferencia de lo que habías visto hasta el momento, este templo dedicado al dios halcón, parece que lo acabaron de inaugurar. Está casi tal cual fue en su época. Por eso impresiona, porque no tienes que imaginarte nada, está todo; hasta la techumbre original. Es, además, el segundo templo más grande del Antiguo Egipto, tras el de Karkak. Fue usado mucho más tarde como iglesia copta; fueron estos cristianos los que picaron la mayoría de caras de dioses antiguos porque los consideraban paganos.
Siguiendo río arriba aparece Kom Ombo, una ciudad de 60.000 habitantes en la ribera oriental sonde hay que hacer otra parada para ver un inusual monumento. El templo de Kom Ombo está dedicado a dos dioses, algo muy extraño. Uno de los las lados honra a Sobek, el dios cocodrilo, creador del Nilo, del mundo y de la fertilidad. La otra mitad es para Haroeris, Huros el Viejo. Por ello, todo es doble y simétrico: la rampa de acceso, los patios, las salas, las capillas y finalmente, el santuario de cada dios. Es espectacular verlo al atardecer. Es también de época ptolomeica y se creo que se levantó entre los años 180 a. C. y 47 a. C.
La siguiente parada en esta ruta remontando el Nilo es Asuán, donde acaban los cruceros y donde el Nilo se transforma en un gran lago de 500 kilómetros de largo gracias a la presa que mandó construir el presidente Nasser. Asuán ciudad tiene poco que ver, pero hay muchas cosas que hacer aquí. Para empezar, un paseo en faluca, los barcos tradiconales del Nilo. Aunque son falucas adaptadas ya para el turismo, esta excursión -que te la ofrecerán en todas las agencias de Asuán- es de lo más recomendable para conocer las riberas del río, la isla Elefantina, ver a lo lejos el mausoléo del Aga Khan y serpentear con la nave entre los canales de roca granítica por los que se cuela el Nilo en esta zona de su curso. Una mañana muy agradable, sin duda. La oferta se suele complementar con la visita a un supuesto “poblado nubio”. Aunque efectivamente, es un pueblo en el que vive la gente local a orillas del Nilo, no esperes nada auténtico: está todo montado para el turismo, con paseos en camello y tiendas de souvenir a lo largo de la calle principal. Pero bueno, se te aíslas un poco de la turistada y te pierdes por las calles de arriba (donde no ha llegado el color impostado de las fachadas ni las tiendas para turistas), puede ser un complemento al paseo en faluca.
Otra de las visitas obligadas desde Asuán es a esta isla a 11 kilómetros al sur de la ciudad, con uno de los mejores complejos de templos que vas a ver en Egipto. Su historia es ya de por sí fascinante: los templos, dedicados sobre todo la diosa Isis, se levantaron en época de los Ptolomeos y también durante la ocupación romana, en una isla natural del Nilo llamada File o Philae. La construcción de la primera presa de Asuán -o presa baja- por los británicos en 1899 inundó la isla de File y dejó los templos medio sumergidos. Una intervención liderada por la UNESCO hacia 1970 logró desmontar todos los edificios y trasladarlos a isla cercana. El hecho de tener que acceder a ellos en barca ya le da un toque diferenciador con el resto de templos. Si puedes, te recomiendo que vayas al atardecer para ver el espectáculo de luz y sonido. Es un poco largo, pero los templos lucen maravillosos y hay mucha menos gente que durante el día. Hay dos turnos, a las 18:30 y a las 19:30. Las barcas salen desde el puerto de la presa baja de Asuán.
En el extremo sur del país, cerca ya de la frontera con Sudán, aparece otra de las visitas imprescindibles en Egipto y que nunca defrauda. La colosal fachada de Abu Simbel, el templo rupestre mandado construir por Ramses II, el faraón más longevo y poderoso del Imperio Nuevo, es otra de las fotos obligadas en todo viaje a Egipto. Se construyó para conmemorar la supuesta victoria de Ramsés contra los hititas en la batalla de Qadesh (hacia 1.274 a.C) y para advertir además del poder faraónico a los enemigos de Nubia. En realidad, impresiona tanto el templo en sí como el hecho de. que no está en su ubicación original. La construcción de la Alta Presa de Asuán por el presidente Nasser amenazaba con dejar bajo las agua del pantano a numerosos monumentos históricos, entre ellos, los dos templos de Abu Simbel: el de Ramses II y el contiguo dedicado a su esposa, Nefertiti. Entre 1964 y 1968, una colosal campaña multinacional dirigida por la UNESCO logró desmontar ambos templos en bloques de 20 a 30 toneladas, y volver a montar el puzle 65 metros por encima del nivel de las aguas, en sendas colinas artificiales creadas al efecto. A menos que hagas un crucero por el lago Nasser, las excursiones a Abu Simbel se hacen por carretera desde Asuán (288 kilómetros, unas tres horas y media). Las excursiones de las agencias salen a las 4 de la mañana para regresar a Asúan a medio día; ¡un madrugón que deja huella! Si vas por tu cuenta, te recomiendo quedarte a dormir en el pueblo de Abu Simbel y ver el templo por la tarde y la noche (tiene espectáculo de luz y sonido), sin los agobios que provocan los miles de turistas que llegan por la mañana desde Asuán. Y si vas holgado de presupuesto, puedes contratar esta excursión a Abu Simbel en avión, con salida desde El Cairo. Puedes reservar con hasta siete días de antelación.
Egipto tiene un millón de kilómetros cuadrados de superficie (dos veces España). Pero como se observa en el mapa, toda la vida de sus 100 millones de habitantes se concentra en la delgada linea verde en torno al río. También todos los monumentos importantes para un viajero. Por eso se dice que Egipto es un don de Nilo. Sin el río -y sus crecidas- nunca hubiera existido una civilización tan poderosa. Egipto es un país fascinante, hay que visitarlo al menos una vez en la vida. Consulta aquí los circuitos clásicos.