El apelativo de ciudad le viene que ni pintado porque es el complejo palaciego más grande del mundo. El palacio imperial en Pekín desde el que dos dinastías completas rigieron el destino del imperio chino. Una urbe dentro de otra más moderna. Aquí te cuento qué ver en la CIudad Prohibida, la visita imprescindible en todo viaje a Pekín.
Publicado por Paco Nadal el 01 de enero de 2018.
El acceso oficial a la Ciudad Prohibida en Pekín se realiza por esta grandiosa puerta en forma de U que da hacia el sur, hacia la plaza de Tiananmén, con la que se comunica por la puerta de la Paz Celestial. Era el acceso privado de los emperadores; nadie más salía y entraba por aquí. Hoy lo hacen los cientos de miles de turistas que visitan el monumento más famosos de Pekín. Si hay mucha gente en el acceso por Tiananmén, se puede dar un rodeo a la derecha, hacia la puerta del Este, y acceder por allí a las mismas taquillas. La entrada cuesta 40 yuanes en temporada baja (noviembre a marzo) y 60 yuanes, el resto del año. ¡Ojo! Los extranjeros deben presentar el pasaporte o documento de identidad con foto.
La puerta del Mediodía deja paso a un gigantesco patio donde el visitante tiene por primera vez constancia del tamaño y la majestuosidad del recinto palaciego; y de por qué el nombre de "ciudad"?. El patio está surcado por un río –que se congela en invierno- al que salvan cinco puentes de mármol. En este patio, con capacidad para más de 100.000 personas, se llevaban a cabo los grandes eventos y las paradas militares. Enfrente está la puerta de la Armonía Suprema, por donde sigue el eje principal de la visita (es decir, por donde va el gran chorro de visitantes). Pero antes, vayámonos a la izquierda.
En uno de los pabellones laterales, al que se accede por una gran puerta con rampa, se visita un exposición de caligrafía china y pinturas antiguas; comparado con el río de gente que sigue hacia la puerta de la Armonía Suprema, este es un rincón de lo más bucólico y tranquilo del que merece la pena disfrutar.
De vuelta al patío del Río Dorado, dejamos aún pendiente la Armonía Suprema y nos vamos de frente, al lado derecho de la ciudad. Junto a la esquina de la puerta del Mediodía hay una escalera que sube a las murallas. Ofrecen un bello paseo con vistas a los tejados amarillos del complejo por un lado y al foso inundado, por el otro. Se pasa por uno de los baluartes esquineros, con un laborioso tejado curvo hecho solo con maderas ensambladas, luego se llega al baluarte de la puerta del Este (que alberga una exposición sobre la construcción y el mantenimiento de la Ciudad Prohibida) y de allí se baja al jardín, junto a la galería de la Cerámica, en la sala de la Gloria Literaria.
Ahora sí, de vuelta al gran patio, seguimos el eje central del recinto (o lo que es lo mismo, a la marea de visitantes que suele haber a diario) para subir unas escaleras y atravesar esta increíble puerta ornamentada que daba acceso a la zona más noble de la Ciudad, la conocida como de las Tres Grandes Salas.
La primera de esas tres salas es el más grande y lujoso de todos los pabellones de la Ciudad Prohibida. Acogía bajo su techo el trono del Dragón, el símbolo del poder en China, desde el que el emperador recibía audiencias, dictaba órdenes e impartía sentencias. Aquí tenían lugar también las grandes ceremonias del imperio. Hoy de Armonía Suprema solo tiene el nombre porque las riadas de visitantes se aplastan literalmente a empujones para hacer una foto del trono desde el exterior, a través de las dos únicas puertas abiertas, ya que incomprensiblemente no está habilitada ninguna ruta de visita al interior del pabellón. Sientes de todo, menos armonía suprema.
Los otros dos edificios de este grupo central estaban dedicados a antesala del trono (Intermedia) y a banquetes y reuniones de funcionarios (Protectora); espectaculares por fuera, el interior no tiene demasiado interés y además apenas se puede ver.
La escalera posterior del pabellón de la Armonía Protectora está hecha con tres grandes piedras talladas, la más larga de las cuales mide 16,57 metros largo por 3,07 de ancho y es de una sola pieza. Está cincelada con bellísimos relieves de dragones y otras alegorías. Fue mandada construir en 1761 por el emperador Quianlong. Por ella subían y bajaban en palanquín los dignatarios. La piedra fue traída en invierno desde la canteras de Dashiwo -a la afueras de Pekín- por un camino que previamente se había cubierto con agua helada, para que la enorme laja pudiera deslizarse.
Dejemos de nuevo el eje principal del conjunto y vayámonos a la derecha. Una larga pared de color ocre lleva a la entrada de la galería del Tesoro, otro enorme conjunto de pabellones y palacios que se han aprovechado como salas de exposiciones de los tesoros reales. Hay piezas de todo tipo, pero las salas que más impresionan son las de las joyas del tesoro imperial, con verdaderas maravillas de orfebrería y derroche de piedras preciosas.
Situado a la entrada de la galería del Tesoro, tiene casi 30 metros de largo y fue construido en 1772. Es uno de los tres murales representando los nueve dragones –nueve es el numero yang o de la suerte más grande y el dragón es el símbolo máximo de la fuerza y por tanto la representación del emperador- de mayor tamaño de toda China.
De vuelta el eje central sur-norte llegan ahora otros tres pabellones destinados a residencia de los emperadores Ming y Qing, que repiten el esquema de los tres anteriores. Este primero de la Pureza Celestial era usado también como sala de audiencias. Le sigue la sala de la Unión, donde en la dinastía Qing los emperadores recibían los honores de la corte en tres ocasiones al año: su cumpleaños, el primer día del nuevo año lunar y el día del solsticio de invierno.
El tercer pabellón de este conjunto era la residencia de la pareja imperial durante la dinastía Ming y data de 1655. A la derecha, a través de unas cristaleras, puede verse aún el mobiliario del dormitorio que utilizaron muchos gobernantes incluido Puyi, el último emperador. Tanto éste como los dos anteriores pabellones están en peor estado de conservación y los interiores parecen muy abandonados y necesitados de una buena intervención museística.
La visita se finaliza atravesando los antiguos jardines imperiales, que siguiendo el modelo paisajístico chino, tienen muchas rocas y pasadizos, además de puentes y cipreses. Se sale por la gran puerta del Valor Divino, la salida norte de la ciudad, destinada al acceso de los criados y empleados del complejo palaciego.