Pekín tiene fama -justificada- de ciudad caótica, con mucho tráfico y más polución. Pero la capital del que fuera uno de los mayores imperios de la Humanidad conserva todavía rincones fantásticos que hay que ver si viajas a China. Resérvate tres días al menos para descubrirlos.
Publicado por Paco Nadal el 01 de enero de 2018.
Todo lo que se diga de este complejo palaciego, el más grande del mundo, es poco. El visitante toma conciencia de la vastedad de esta enorme ciudad imperial, que albergó a las dinastías Ming y Quing (de 1368 a 1912) nada más pasar la gigantesca puerta del Mediodía y acceder al no menos gigantesco patío del Río Dorado. Pabellones y más pabellones, artesonados de madera, bellos relieves, tejados de cerámica, tesoros... Pese al tiempo transcurrido y a las guerras y revoluciones, la Ciudad Prohibida sigue siendo el máximo exponente del poder que llegó a tener China en la antigüedad. Necesitarás un mínimo de cinco horas para verla con cierto detenimiento. Si no quieres perder el tiempo en este otro artículo te detallo los sitios que ver en la Ciudad Prohibida de Pekín.
Justo enfrente de la salida norte de la Ciudad Prohibida, al otro lado de la carretera, se ve una montaña arbolada. Puede parecer real, pero es un grupo de cinco colinas artificiales creadas con la tierra que se sacó para excavar el foso que rodea la ciudad imperial. Todo ello, por supuesto a mano y con la única ayuda de animales. En la cima de cada colina hay un pabellón. Desde la principal, la que tiene el pabellón más grande, se obtiene la mejor panorámica de la Ciudad Prohibida, casi a vista de pájaro. No en vano Jingshan significa "colina de la perspectiva"?. Por eso es muy habitual subir hasta allí al terminar la visita o al atardecer, para ver el sol acostarse sobre el interminable mar de tejados amarillos de la ciudad.
La visita de la Gran Muralla puede ser muy subjetiva dependiendo del día y de la cantidad de turistas que haya en ese momento. Puede resultar una experiencia agotadora por las colas y el gentío con que te puedes tropezar. U otra sublime, si la climatología y una cierta soledad acompañan. En cualquier caso, la primera visita a esta loca construcción, impresiona. Impresiona saber que llegó a tener 6.500 kilómetros de longitud y que se construyó a lo largo de 2.500 años. Pero asusta más aún saber que pese a la de dinero y la de muertos que costó, no sirvió para nada. Los mongoles y los manchú invadieron China cuando quisieron, a pesar de la muralla. Las zonas más visitables están cerca de Pekín. La más cercana –y menos recomendable- es Juyongguan: está siempre llena de turistas locales, más interesados en las compras que en la muralla. La siguiente es Badaling, muy popular porque se puede llegar muy fácil en transporte público (tren y autobuses); por eso suele estar también muy saturada. A una distancia similar (70 km desde Pekín; hora y media en coche) está Mutianyu, una zona restaurada con mayor respeto al original y que no suele tener tanta gente como Badaling porque es más complejo llegar en bus y no llega el tren. Aun así, en verano y fiestas locales, las colas para acceder al teleférico que sube al torreón 14 pueden ser muy largas. Con un buen guía local se pueden visitar zonas sin restaurar de la muralla, a unas dos o tres horas de Pekín. Hay que pactar con la agencia precios y lugar a visitar. No será tan impactante como un tramo restaurado, pero estarás solo.
Una de las calles más de moda y con ambiente de bares y restaurantes de Pekín es ahora mismo Gui Jie (Dongzhimen Inner Street), en el distrito de Dongcheng, conocida como la calle de las brujas o de los fantasmas. Docenas y docenas de restaurantes de todo tipo, anunciados con farolillos rojos, se amontonan en ambas aceras, con colas a veces kilométricas de pekineses que vienen en busca del manjar más famosos de estos locales: los maloxiao longya (cangrejos de río), que se sirven cocidos y con diversas salsas. Aunque en todos los restaurantes los sirven también se pueden pedir otras muchas especialidades chinas, como la olla mongola. Metro Beixinquiao, de la línea 5.
Una de las zonas ajardinadas de inexcusable visita en una ciudad que tiene muchas, es el palacio que los emperadores solían usar en verano para huir del calor húmedo de la Ciudad Prohibida. Aunque quien más lo uso fue la hábil y artera emperatriz Cixí, que lo restauró por completo tras ser destruido por tropas anglofrancesas durante la guerra del Opio de 1888. El conjunto de salones, pabellones y viviendas está rodeado de bosques y de un enorme lago, que con más de 200 hectáreas procuraba frescor a sus moradores. En verano se puede pasear en barca por él; en invierno se congela y se puede patinar o deslizarse en unas bicicletas adaptadas para el hielo. Interesante el corredor de madera de 728 metros a lo lago de la orilla del lago, con 14.000 pinturas alusivas a paisajes del sur de China.
La comida china es excelente y variadísima. Pero no te puedes ir de Pekín sin probar su plato estrella: el pato a la pekinesa. Es una receta antiquísima que aparece datada ya en libros de cocina del siglo XIV. Era comida de emperadores y clases altas, hasta que en 1855 y 1864, respectivamente, abrieron en Pekín los dos primeros restaurantes populares especializados en este plato, Bianyifang y Quanjude; ambos siguen funcionando. El pato debe tener como máximo entre 45 y 60 días de engorde, para que no sea muy grande; una vez desplumado se unta con miel o azúcar y se hornea 40 minutos. Dicen que un buen cocinero es capaz de trocearlo en 108 bocados. Tanto Bianyifang como Quanjude tienen demasiadas colas y su servicio no es muy bueno (Quanjude además cierra muy pronto). Otros dos buenos locales para probar el pato laqueado a la pekinesa son Dadong (popular, precios económicos) y Duck de Chine (más refinado y elegante).
No es un templo sino una vasta zona ajardinada al sur de la ciudad. Como espacio verde no tiene mucho de particular, además de cipreses centenarios y grupos de chinos bailando o practicando tai-chi al amanecer. Lo verdaderamente espectacular y por lo que es otra visita obligada es el conjunto ceremonial al que el emperador acudía para rogar por una buena cosecha y otros ritos de invocación. La pieza maestra del conjunto es la sala de la Rogativa por las Buenas Cosechas, un torreón circular de tres pisos y 38 metros de altura, bellamente decorado y construido con maderas ensambladas, sin un solo clavo. El original, de 1420, lo destruyó un incendio; lo que vemos es una fiel réplica de 1890. Unidos por una gran avenida ceremonial enlosada le siguen la Bóveda Imperial del Cielo y el Altar Circular, ambos del siglo XVI.
Hasta no hace muchas décadas, Pekín era una ciudad de callejones y casas tradicionales de planta baja en torno a un patio. Son los hútongs, barrios tradicionales que están desapareciendo a marchas forzadas ante el empuje de los rascacielos. Pero aún quedan muchos barrios de hútongs en los que saborear el viejo Pekín. Uno de los más famosos es el de Nanluogo Xiang, accesible desde la boca de metro del mismo nombre. Aunque la calle principal está hoy día completamente gentrificada, llena de tiendas de ropa, complementos, dulces y comida rápida, muy del gusto del público chino, es muy fácil perderse por los callejones laterales para apreciar cómo eran las viviendas de aquel Pekín ya en proceso de desaparición.
Vistas desde fuera, las antiguas viviendas de los hútongs pueden parecer anodinas. Pero es porque al exterior solo daba un muro y la puerta principal. Tras ésta se desplegaba un mundo de patios y estancias, más o menos lujosas en función del estatus de sus moradores. Varias de ellas se han restaurado y su pueden visitar por una módica entrada. Es el caso de la antigua casa de Qi Baishi, en un callejon lateral de la calle principal del hútong Nanluogo Xiang (ver foto anterior). Qi Baishi fue un intelectual y artista chino. Cuando murió, en 1957, la casa pasó a ser la sede de la Academia de las Bellas Artes. Hoy se exhiben obras suyas y parte del mobiliario de cuando el maestro vivía allí.
Cuando aún no se había inventado el reloj de pulsera, los habitantes de Pekín se regían por un toque de tambor que anunciaba el comienzo de la actividad comercial con la apertura de las puertas de la muralla. Y por otro de campana, que comunicaba su cierre. Los sonidos se emitían desde sendas torres cercanas, construidas durante la dinastía Ming (1368-1644). Hoy forman un conjunto monumental muy agradable, con un paseo peatonal entre ambas. A las dos se puede subir. La de la Campana conserva en el segundo piso la campana original, la más grande y antigua de las que quedan en China: siete metros de alto y 63 toneladas de peso. Es tan perfecta que dicen que su tañido podía oírse a cinco kilómetros de distancia.
Un grupo de monjes de origen mongol mantiene en activo todavía el templo budista más bonito e interesante de Pekín. Está en Imperial College Street, en el distrito de Dongcheng (no muy lejos de la calle de las Brujas) y nada más cruzar el pórtico de madera que da acceso al recinto te sientes transportado al Tíbet. Consta de varias construcciones de tejado amarillo, la más grande de las cuales acoge una estatua de Buda Maitreya de 18 metros de altura hecha en madera de sándalo. Los pekineses suelen ir al templo a llevar flores y ofrendas en fechas señaladas (como Año Nuevo, por ejemplo); entonces las colas para entrar son kilométricas. Mejor evitar esos días.
La plaza más grande y famosa de Pekín es un espacio abierto y rodeado de edificios de inspiración soviética que tiene más de mito que de atractivo real para el viajero. Uno de esos edificios, situado en el centro de la plaza, acoge el mausoleo de Mao. Otro, en un lateral, es ahora el museo nacional de China, con una excelente exposición sobre la China antigua. Por Tiananmén se pasa antes o después en cualquier visita a Pekín porque en otro de sus lados se levanta la puerta de la Paz Celestial -una de las principales de la antigua muralla y desde donde Mao Tse-Tung proclamó la República Popular de China en 1949- por la que se accede a la Ciudad Prohibida.
En este post has leído sobre Pekín, pero la República Popular China tiene más de 1.379 millones de habitantes. Cuando viajas por este inmenso país, lleno de contrastes, te das cuenta de la de tópicos e imágenes estereotipadas que tenemos sobre ellos. En este vídeo lo descubrirás.